Dúo de maestros dejaron atrás lo solemne y jugaron con los sonidos del clarinete
Guanajuato, Gto., 16 de oct.- «Cuando tocamos esta pieza parecemos dos elefantes borrachos», exclamó risueño Harry Sparnaay, sobre la tercera composición del repertorio de Dúos, concierto de música contemporánea también ejecutado por Fernando Domínguez.
En el Salón del Consejo de la Universidad de Guanajuato, los dos clarinetistas, amigos y cómplices, maestro y alumno, rindieron un seguro homenaje al clarinete y al clarinete bajo, que tan pocas veces tiene la oportunidad de mostrar su grandeza en solitario.
Lúdicas y transgresoras, cada una de las piezas ejecutadas preparaban una sorpresa para el público. Comenzando con la pieza Three for two, de Roderik de Man, en la que Sparnaay y Domínguez, además de ejecutar partes complejas y demandantes, alternaron sus intervenciones con pisadas arrastradas y pasos de tap.
En solitario, Fernando Domínguez propagó ondas experimentales por todo el salón. La pieza Bésame azul, de Gonzalo Macías muestra gran poesía, al tratarse de una reinterpretación del famoso bolero, y al integrar un dispositivo electrónico a la ejecución de Domínguez, encargado de detonar melodías consecuentes a la nota producida por el clarinete bajo del músico. El resultado es un universo de imaginación y fantasía.
Sin embargo, el momento cúspide del concierto ocurrió con la pieza de Javier Álvarez, Negro fuego y cruzado, una composición intensa, reforzada por un video, y por sonidos ambientales, ambos aportados por el mismo autor de la pieza. Con estruendos, crepitación de madera bajo el efecto del fuego, abstracciones orgánicas intempestuosas, Sparnaay y Domínguez llevaron al límite las posibilidades sonoras de sus instrumentos, intensificados por un video, en el que podían verse brasas, fuego, madera en combustión, metal trabajando la materia, barro calcinado y texturas.
Dúos finalizó como comenzó: con un gran humor y una decidida intención de no tomarse tan en serio. Así Harry Sparnaay introdujo al público a la pieza que fue escrita para él por Roderik de Man, encargada por un hombre de negocios amante de la música contemporánea, contó Harry. Nariz fue escrita para ser interpretada con clarinete bajo y una copa de vino. «Siempre le digo a mis alumnos que nosotros damos muchos conciertos únicamente para poder disfrutar de después del concierto», explicó Sparnaay, «y ahora con esta pieza estoy muy feliz de poder disfrutar de después del concierto durante el concierto», agregó sonriendo con malicia. «¡Incluso mi esposa me pregunta por qué tengo que ensayar tantas veces esta misma pieza!», agregó, antes de ejecutar la pieza, en la que ejecuta escalas de notas alternada con un trago de vino, de cuya copa extrae un cling. De trago en trago, el ritmo se acelera, hasta hacer más difícil el tocar y el tomar.
Sparnaay y Domínguez dieron a todos una gran lección musical, en la que resaltó el amor a la música, al juego y a la amistad.