Cempansúchitl, Orquideas y Dalias

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Cempasúchil, Orquídeas y Dalias 

Las Orquídeas para los dioses

El Cempansúchitl para los antepasados

Las Dalias para las mujeres 

El amarillo cempasúchil y la púrpura cresta de gallo, son flores que se entrelazan en eternos arcos de pleitesía con naranjas, mandarinas, y nísperos, para dar un marco de simbolismo, a los tres niveles del  altar u ofrenda de muertos

En los mercados existen las calaveritas de dulce, el exquisito pan de yema, acompañado del tradicional chocolate y dulce de calabaza y tejocotes.

En los panteones se adornan los sepulcros con flor de cempasúchil, borlaso y pico de gallo. 

Los grupos  P’urhepechas están considerados como uno de los pobladores más antiguos de Mesoamérica y desde su aparición en las feráceas tierras de Michoacán, aman, cultivan y utilizan las flores en las diversas actividades de su vida civil y religiosa. 

Dentro de las ceremonias y rituales utilizan la flor; Tiringuini Tzintziqui «cempasúchil», para reverenciar a los difuntos y la Tzitziqui Itzimakua las orquídeas, para sus dioses, cuyos altares adornaban profusamente, costumbre adoptada por el cristianismo por su sentido poético. 

Cultivaron asimismo la Charanecua, la dalia, que viajó por todo el viejo mundo y ahora es la flor simbólica de México.  

Las flores son inspiración y gozo que se canta en las pirekuas como Tzitziki Canela  la flor de canela, Tzitziki Changunga  La Flor de Changunga, son cantos en los que se compara a la mujer con las flores, por su delicadeza, finura y exquisitez

Lo mismo hay pocos lugares en México y en el mundo donde se represente con tanta profusión a la muerte, como en Michoacán y Oaxaca.

En el hermoso templo de Yanhuitlán,  se encuentra una imagen de Nuestra Señora La Muerte, ataviada como una reina y entronizada en un altar.

En Mitla, el lugar de los muertos donde  se llevaban a sepultar a sacerdotes y a otros personajes de alcurnia en la época prehispánica, sigue presente.

Lo mismo que  Monte Albán, donde bajo sus templos, se hallaron tumbas fastuosas- como la muy conocida tumba numero siete – que denotan el culto supremo que los antiguos dedicaban a sus antepasados.