Diálogo de talentos
30 años del taller de serigrafía en la Casa de Cultura Ignacio Mena.
Foto Diario de Querétaro.
Diario de Querétaro
Margarita Ladrón
La serigrafía es una técnica milenaria nacida en China. Su nombre viene de la palabra sericum (seda en latín) y graphos (escribir, en griego), ya que antiguamente la impresión se hacía a través de un lienzo de seda. Al paso de los siglos los materiales han evolucionado reemplazando la seda por mallas fotosensibles; se usa principalmente en la industria publicitaria y de participaciones sociales como tarjetas de presentación e invitaciones. En Querétaro, afortunadamente, el talento de nuestros artistas ha hecho que la serigrafía sea hoy una herramienta para hacer obras de arte
La Casa de Cultura hoy Ignacio Mena fue fundada por el maestro Alfredo Serrano en 1972. Bajo la dirección de Guadalupe de Allende, se integró un grupo con artistas como el pintor Alfredo Juárez, el ceramista Gustavo Pérez, el pintor Julio Castillo (+) o Isabel Favila en el taller de textiles. Todos trabajaban libremente y bajo sus propias reglas.
El entonces joven artesano Julio César Cervantes entró a la Casa de la Cultura en esa época y, un día, Julio Castillo llegó con una pantalla que había revelado Gustavo Pérez. A partir de ahí, empezaron a experimentar con la serigrafía. Ninguno sabía nada, empezaron por el gusto de echar a perder y corregir sobre la marcha.
Así lo cuenta Cervantes, mejor conocido como «El Diablo», quien desde 1978 hasta hoy crea, experimenta y enseña con la técnica de la serigrafía.
«En 1976 empezamos a practicar, y el taller se estableció por medio de un apoyo de FONAPAS, gracias al cual Guadalupe de Allende pudo comprar el material, las mesas y todo lo que todavía hay» y agrega «No sabíamos serigrafía, entre los tres no se hacía uno y aprendimos sobre la marcha, pero cuando se fundó el taller en 1978 ya sabíamos revelar y diseñar».
RUPTURA VISIONARIA
El arte que se realizaba en los años 60 queretanos no tenía una propuesta de vanguardia ni estaba a la par respecto de lo que sucedía en México; el movimiento conocido como La Ruptura -encabezado por Manuel Felguérez, José Luis Cuevas y Vicente Rojo entre otros-, ya había dado frutos a nivel internacional pero en Querétaro no había mucho eco. Es por ello que el encuentro de Gerardo Esquivel con Julio Castillo Uribe en el taller del escultor Jesús Rodríguez de la Vega marcaría un antes y un después en el arte local. En 1978 Esquivel estudiaba en el entonces Instituto de Bellas Artes; intentó junto con otros compañeros modernizar los planes de estudio y profesionalizar, elevando a licenciatura, la enseñanza de las artes pero no tuvo eco en las autoridades y debió salir de la Universidad. Castillo lo invitó a un taller «vente, compadre, aquí hay unos locos con los que estoy pintando». Esos locos eran Alfredo Juárez, Lirio Garduño, Julio César Cervantes y Gustavo Pérez. «En 1978 empezamos a pintar con la mira puesta en concursos de arte joven y de exponer como grupo» cuenta en entrevista Esquivel.
Con esa visión de romper con lo que Esquivel llama «la retórica artística» que se hacía en Querétaro, es que empezaron a experimentar y a crear; con una visión artística y de creación, para hacer del taller un semillero multidisciplinario donde convergieran todas las artes, y a través de la creatividad reivindicar a la serigrafía como un arte.
A mediados de los años 80 Juárez viajó a España donde reside hasta el día de hoy; Lirio garduño se fue a Francia, donde vivió 20 años, Castillo y Esquivel volaron a Holanda y abrevaron de otros mundos y visiones nuevas formas de hacer arte. Julio César «El diablo» Cervantes se quedó en el taller, adecuándose a los nuevos tiempos gubernamentales pero manteniendo la idea original: una visión artística y de creación para que los nuevos serigrafistas no tengan miedo de experimentar «Como era cuestión de estar aprendiendo, ya no sólo era serigrafía publicitaria sino que todos los trabajos de la Casa de cultura tenían un sello especial, nada formal e innovador; eso nos mantenía a flote» agrega Julio «Hasta el día de hoy, yo les digo a los alumnos que le metan mano a todo y que tengan en consideración que la serigrafía funciona en todos los ámbitos, estamos buscando otra manera de imprimir» sentencia Cervantes.
La retórica artística de los años 60 y 70 a la que se refiere Esquivel incluye a todas las artes «Si en teatro se seguía montando la misma obra durante años, o si el poeta decía la misma poesía durante décadas, ni la sociedad ni los artistas decían nada; nosotros llegamos y dijimos: No, hay cosas diferentes, nuevas e importantes que se están haciendo en el mundo. Y fue una visión tal vez suicida pero queríamos romper con ello» recuerda Esquivel «Hoy en día, gracias a los jóvenes y tanta venida de gente de otros lados, tiene otra intención la sociedad. Y afortunadamente los jóvenes tampoco están viendo qué se hizo antes sino que quieren encontrar su voz y buscan los destinos que ahora la sociedad les abre como galerías, museos etc.»
¿Cuál es el papel que ha jugado el taller de serigrafía en el desarrollo de las artes plásticas queretanas?
«Cuando Castillo, Juárez, Pérez y yo empezamos a trabajar» responde Gerardo Esquivel «lo hicimos con la idea de romper con el arte retórico; con la pasión artística y la intención de tener un diálogo con las artes, se generó un cambio en la forma de ver y hacer arte a través de la serigrafía».
LA CONJUNCIÓN DE LAS ARTES
Para Gerardo Esquivel, es en las fiestas populares donde se conjuntan todas las artes, es por ello que cuando el Patronato de las Fiestas de Querétaro, entonces encabezado por Antonio Loyola, el taller de serigrafía creó carteles, carros alegóricos, mojigangas y toda la parafernalia que la fiesta popular exige.
El Taller de Serigrafía tienes tres vertientes: La enseñanza, que ejerce Julio César Cervantes; la creación artística , Realizaron series bellísimas de carteles en serigrafía, tales como cabalgata, faldones impresos para carros alegóricos,
«Nuestros poetas», calendaros 6 años, suite neerlandesa Gerardo, gran formato
y
Es la pasión artística con la que nos juntamos en el taller, mirando hacia tener presencia a nivel nacional y de estar en el diálogo de las artes; a partir de la serigrafía vemos qué nos sirve y qué no. Por ejemplo, Julio Castillo hizo mucho trabajo personal para el cual investigaba cómo resolver las ideas en un cartel, y a través de esa investigación se avanzaba en el conocimiento se la técnica que permitía hacer trabajos sobre pedido; a partir de lo artístico se encontraban los caminos para hacer otros trabajos
MARJA
Lo que me enseñó el diablo y Gerardo es no tenerle miedo a los materiales, sino respeto y amor. Los maestros ya lo son, pero los nuevos creadores tenemos las mismas ansias que ellos y no les pedimos nada porque compartimos el amor por el oficio; si bien tenemos recursos que ellos no tuvieron.
Nuestras trincheras son diferentes y ahora tratamos de reivindicar mucho de lo que ellos pelearon. La serigrafía en su rigor está muy menospreciada en el arte de moda, pero nosotros los creadores jóvenes amamos a los materiales y eso es lo que nos impulsa a crear una nueva línea. Gustavo Pérez y Torres Cato son monstruos pero nosotros los jóvenes, y en particular yo, propongo lo que soy y no puedo dar más que mi dedicación, sentires y pensares al trabajo. Y ese es el logro del taller, pues lo importante no es ser mejor con los demás sino sincero y comprometido con el trabajo.
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La intención del taller de serigrafía tenía la misma intensión de lo que se generaba en la escuela de serigrafía cubana, que se mantenía por la creación de sus miembros. «Manejábamos un estilo único, pero que incluía de todo sin caer en lo comercial». Venían poetas a pedirle la portada de un libro a Julio, entonces se empezó a volver multidisciplinario. «Cuando Alfredo se fue, en 1985, me quedé con el taller», ya siendo directora Herminia Castañeda. «Nunca he tenido oportunidad de salir, pero tampoco he buscado salir» reconoce Cervantes.
Otro de los buenos alumnos ha sido Gustavo Villalvaso, Francisco Arreola, Víctor Lecona y Marja Godoy. Han pasado muchísimos muy buenos, algunos que formaron sus tallercitos a nivel comercial regresaban al taller a ver qué estábamos haciendo y siempre vienen a la asesoría de Julio».
Colaborábamos mucho para el Patronato de las Fiestas cuando el director era Toño
Loyola.
GERARDO
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JULIO
El Patronato de las Fiestas luego llegaba con algunos trompitos y nosotros sólo teníamos que echárnoslos a la uña, pero lo resolvimos bien.
GERARDO
El problema de las artes contemporáneos es que hacen una retórica que ya se hizo, y es un arte utilitario, publicitario, etc. pero si nos metemos a la fiesta que es donde se reúnen todas las artes al igual que en una ceremonia religiosa, puedes volver a plantear el problema para hacer que esas artes, en este caso las plásticas, vuelvan a tomar originalidad y ese sentido creativo, no de utilidad sino de un diálogo personal contigo y con los demás. Por eso nos metimos a las fiestas y trabajamos cerca de diez años en eso, Julio César Cervantes y yo; resolvíamos carros alegóricos, mojigangas, etc. que ya habían hecho antes desde sor Juana Inés de la cruz hasta Rubens, contratados por las cortes. Y en este momento histórico, volver a poner a las artes y su convergencia bajo nuevos lenguajes que no tuviera que ver con la industria del espectáculo, publicitaria o el arte utilitario.
JULIO
Sí hay eco en otros artistas.
Tiene que ver con el destino y distribución de la obra. A nosotros nos tocó abrir y no tener ningún horizonte del arte que hacíamos nosotros. No teníamos destino y no podíamos colocar la obra y si no la puedes colocar pues no puedes vivir de eso y es lo que pasa con muchos de los muchachos que vienen a aprender al taller, que después no tienen dónde colocar su obra.
La serigrafía es despreciada como obra de arte. Igual que la gráfica como el grabado.
«Afortunadamente con este encuentro las autoridades se dan cuenta que deben apoyar a que haya un espacio que reciba de otros lugares con propuestas diferentes para que haya un diálogo, pues eso es lo importante: que el arte tenga otros destinos y su distribución permita que los jóvenes artistas puedan vivir de eso».
Y la sociedad porque no tenía intenciones en las artes, Si llegaba Guadalupe Ramírez y recitaba un poema de hace muchos años, con una intención retórica que no tenía nada de innovadora o si la estudiantina cantaba la misma canción de siempre durante cuarenta años, estaba bien. Y la sociedad no reclamaba productos nuevos.