Cuatro horas
Julio Figueroa
El martes 29 de noviembre de 2005 estuve cuatro horas con Federico Humberto Ruiz Lomelí, en el Café del Fondo Los Caracoles, de las 12 del día a las 4 de la tarde. Él me enseñó su video con su relación de los hechos y trató de convencerme de su inocencia; yo le insistí, una y otra vez, en lo importante que era una confrontación pública con Miguel Gerardo Rivera Alcántar, el primer agredido, el principal testigo y su acusador directo. Ninguno de los dos nos convencimos de las razones del otro. Quedamos de tener otro encuentro al día siguiente. Ya no lo hubo, más que fugazmente, por eso al texto que escribí e hice público el martes 6 de diciembre lo llamé “Encuentro trunco”. En seguida lo reproduzco íntegramente, sin agregar ni quitar nada.
En un momento de la plática le dije a Federico, y así lo escribí: “No seas puto”, da la cara a la sociedad y enfrenta a tu acusador. Si eso significa ufanarme y provocarle daño moral, cambio la palabra y hoy le vuelvo a decir:
–Sé valiente y enfrenta públicamente a tu acusador. Hoy tú lo acusas de daño moral pero él te acusa de un crimen. ¿Quién dice la verdad y quién está mintiendo?
Por eso es importante una confrontación cara a cara dentro de un juicio. Pero parece que eso sólo sucede en las películas de Hollywood. No en México y menos en Querétaro. ¿No es así, señor procurador Juan Martín Granados Torres? (Querétaro, Qro., jueves 20 de noviembre de 2008).
Federico, Paz dice que el mal existe, y que existe dentro de cada uno de nosotros. Y por eso, luchar contra el mal es luchar contra cada uno de nosotros.
Federico, yo, como Sócrates, prefiero padecer la injusticia que cometerla. Tú eres mi primer sospechoso, pero no te condenaría sin pruebas. Contra las autoridades del gobierno de Querétaro encargadas legalmente del caso, sí hay pruebas de que han hecho mal las cosas. Allí está la recomendación de la CNDH de México. Mal, muy mal hechas las averiguaciones, pregunto, ¿por ineficiencia, por corrupción o por encubrimiento?
Por supuesto me mostró Federico su versión del nintendo, es decir de su computadora portátil. Es magnífica, bien hecha, bien animada, muy clara, obvia, sin dudas. Tiene información privilegiada y muy buenos recursos. Yo le pondría diez en un trabajo académico. Pero a mí me metió más ruido y más dudas en su contra. Hay puntos increíbles y extrañas omisiones. (La patrulla que los interceptó metiéndose entre las dos camionetas, y no frente a las dos; ¿a quiénes llamó en primera instancia desde su celular?). Hubiera querido verla unas diez veces, en soledad, reflexivamente, mas allí no está la cuestión. El principal reparo a la versión-virtual consiste en que en ella Federico nos presenta las dos caras de la moneda (los dos sucesos que corren paralelos), naturalmente desde su punto de vista: lo que hizo él esa noche y lo que sucedió en un crimen en el que supuestamente él no estuvo. No, yo hubiera querido que Federico me diera su versión de su noche de bar y tacos y más tacos, y Miguel Gerardo Rivera Alcántara o Alcántar (el testigo acusador) su versión de su noche de farra (5-7 cervezas), el bobo incidente de tránsito y el triste crimen. Eso se llama confrontación de las partes, que es lo contrario de la pretensión del monopolio de la verdad y del tradicional silencio mexicano.
Una cuestión técnica. ¿En razón de qué puede tener acceso al expediente Federico Ruiz Lomelí? ¿Es sospechoso legalmente? ¿Fue consignado? ¿Es inculpado de alguna manera por las autoridades de justicia? ¿Ha sido llamado a declarar, cuándo, por qué, puede conocerse públicamente su declaración legal? ¿Fue o no fue exonerado por el Procurador el 14 de abril de 2005? ¿Todavía puede ser consignado?
En fin, ¿por qué es posible que alguien no consignado tenga acceso directo al expediente del homicidio de la BMW? Mientras que este palabrero no lo tiene, por la secrecía de la averiguación previa que aún no termina… ¿Acabará alguna vez?
¿Y el amasiato entre el poder político y el económico?
Con todo respeto, yo acuso de corrupción a la justicia queretana en el proceso de la BMW. Allí está la recomendación de la CNDH en el sentido de que han hecho chueco lo que tendrían que haber hecho derecho, y han propiciado ya un año de impunidad. ¡Urge la reforma jurídica de la justicia y liberar al procurador de la órbita del ejecutivo! No olvidemos que el poder es el principal violador de los derechos humanos.
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Federico, seas inocente, culpable o un simple júnior cabrón o invisible, yo no soy más bueno que tú. Quiero decir que no estoy en una cruzada del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, en el rencor de clase, pues. Estoy en una lucha abierta por la democracia y contra la impunidad del poder. Tampoco soy más pobre que tú, Federico. (Durante las cuatro horas que duró el encuentro, yo me tomé un café y una coca-cola; él pagó y yo puse la propina).
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–Mi defensa ha sido legal y seguirá siendo legal. Yo siento que ya casi la libré. Sí, ya casi la libré legal y jurídicamente. Y no me interesa mayormente lo que piensa la sociedad. Soy inocente. Seguiré haciendo lo que mis abogados me digan, legalmente.
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Legalmente coludido con el derecho chueco del poder. En este punto, el aparato de justicia queretano ha hecho bien las cosas sólo en el sentido de perpetuar la injusticia.
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¿Y de veras no te importa la condena social y moral que Querétaro ha dejado caer sobre ti y tu familia? ¿Nada te muerde por dentro? ¿No das la cara a la sociedad porque la temes o la desprecias?
Una propuesta concreta. Dar la cara a la sociedad. Inocente o culpable, Federico, te propongo salir y encarar a la sociedad viva y abierta. Encontrar la manera de enfrentar públicamente a tu acusador número uno, Miguel Gerardo Rivera Alcántara. Responder a los medios de comunicación reales y plurales, sin comprarlos. Dar la cara a la sociedad. ¿Qué dices? ¿De que tienes miedo? ¿Puedes dar por ti mismo un pasito en ese sentido o eres solamente una tuerca del engranaje corporativo familiar? Asume tus responsabilidades personales. Sé tú mismo. No seas puto.
FRL pidió tiempo para consultar con sus abogados y su familia. Pasaron los días. Finalmente, el viernes 2 de diciembre, hasta mi tianguis de letras en Plaza de Armas fue a decirme que no. Como un fantasma, el joven hombre transparente de 30 años cruzó la plaza sin llamar la atención. Hombre sin peso, sin densidad, con la insoportable levedad del ser a cuestas. “No –dijo–, no quiero entrar en tu escenario. Seguiré en el mío, con mis abogados, ya casi la libro.”
Adelante, de espaldas a la sociedad abierta que ya te condenó. Dices despreciarla pero en realidad la temes, es mi impresión. Tu apuesta, diría Scherer, “es la vida sin los otros, la sociedad ausente”.
El güerito Ruiz Lomelí es transparente. Podría cruzar esta plaza pública (ya dije que la cruzó el viernes, como a las seis y pico de la tarde) y ser invisible. Bajo perfil, gris güero, delgado, alto, leve, frágil, tal vez impulsivo. Apacible por fuera e hirviendo por dentro. ¿Qué retos y qué miedos carga? Parece un niño grandote. Algo lo muerde por dentro, sin embargo. ¿La condena social, el peso del honor familiar, un crimen sin castigo? A veces, sus ojos claros revelan profundidades insondables. Los demonios que todos llevamos dentro asoman por esos ojos ¿verdes, amarillos, turquesas?, y lo transforman en la bestia que todos llevamos dentro. Su cuerpo estirado es como el de un gato indolente que bosteza o da zarpazos. Lo veo fijamente y, no sé, de pronto veo algo en esos ojos. Oh, recordé un viejo poemita oriental, que aquí transcribo de memoria:
“En esos ojos
Encuentro trunco. No hubo segunda parte. ¿Encuentro truco? ¿Cuál fue el truco? ¿Sondearme, comprarme? Machado: Estos ojos que ves no son ojos porque los ves, sino porque te ven son ojos.
–Ayúdanos.
–Da la cara a la sociedad.
Para mí Federico Ruiz Lomelí sigue siendo el sospechoso número uno del crimen de la BMW, y desde luego en un escenario donde aparece corrupto todo el aparato de justicia encargado del caso. (…) ¿De qué tienen miedo los poderosos? De todo… pues todo lo hicieron mal desde el principio, tanto el aparato de Estado dizque encargado de administrar la justicia, como la católica y filantrópica Familia Coca-Cola. Todo lo hicieron mal y lo siguen haciendo.
Los rumores en la plaza pública. Es su segundo homicidio. No está aquí, está fuera. Es un Ruiz el homicida, pero no Federico, sino… quien está en Europa o en Estados Unidos. Los malos son los Lomelí, no los Ruiz. Su verdadero dios es el dinero pero no son criminales. Rodeados de buitres, no conocen el amor.
Es hermoso el centro histórico de Querétaro por la noche. Los turistas y los simples paseantes se van contentos. Hay mucho que defender. Contra los poderes establecidos (económicos, políticos y religiosos), el lugar donde vivimos (la ciudad, el estado, el país) es de todos. Hay mucho que defender. Contra los mismos poderosos; contra el pasado y contra el futuro. Lo mejor de Querétaro y de México es su gente, no sus autoridades. Hay mucho que defender. Es hermoso el centro histórico de Querétaro por la mañana y por la noche. Doce días en Plaza de Armas, doce. Duermo poco pero bien. Estoy bien. Lúcido. En armas contra el poder. En fraternidad con la ciudadanía. La casa abierta es mi casa. Mis armas, las palabras.
Y al tradicional silencio mexicano (silencio y gritos, es lo mismo) se agrega el turbio silencio de los dioses del poder. Nada y nadie. Silencio y ambigüedad. La conversación ciudadana está aquí en la plaza pública, no allá dentro en las frías y grises instituciones. ¿Y la credibilidad? ¿La pasión lúcida? Allá arriba y adentro, son las correspondencias familiares del poder, de quienes ni nos ven ni nos oyen. Aquí afuera y abajo, gracias a todos por su fraternidad y espero no haberlos defraudado.
Chava Alcocer, Querétaro: “A veces busco la puerta / donde nunca hubo puerta / en un gesto que se considera / de locura / toco y toco en la casa vacía, / pregunto por el dueño, / deseo que me conteste, / pero tampoco importa la noche, / el día, / sólo el sonido de la lluvia / en una tierra eterna y seca.” (Ciudad central, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, Fondo Editorial de Querétaro, Col. Peces Voladores, Qro., Méx., 2005, p. 27).
La muerte ha dado sus frutos, oh Kikín queretano.