El Jardín devastado de Volpi

Volpi desnuda su dolor en

‘El jardín devastado’ 

CAROLINA ETHEL 

Madrid    

Laila ha perdido a su esposo e hija en la invasión de Estados Unidos a Irak. Ahora vende su vida y se lanza a un peregrinaje entre cuerpos ensangrentados sólo para ver una vez más a sus hermanos vivos. Ana lucha contra sus adicciones, se regodea en las carencias de su entorno familiar y sufre como propios los fracasos de la izquierda mexicana en unos dudosos comicios. «Él, el narrador, que tiene lo peor de mí», dice Jorge Volpi, es un desarraigado que se desahoga con rabia y con dolor, sentimientos atravesados por la indiferencia, mal de estos tiempos.  

Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) emprendió en noviembre de 2007 la aventura de escribir una nueva novela en 100 entregas -micro capítulos- en su blog del Boomeran(g). «Quería explorar una manera diferente de narrar», dice el escritor. 

En 182 páginas, este agitador de la Generación del crack, cuyo manifiesto cumple ya 15 años, cuenta las historias yuxtapuestas de tres personajes atravesados por la rabia, el dolor y sobre todo por el egoísmo, por la impasibilidad ante el dolor ajeno. «La llave para nuestra expulsión y salvación fue la de autoexiliarnos de nuestro cuerpo y alma para existir», pone uno de los muchos seguidores del blog en la entrada final, la número 100, en la que Volpi reflexiona sobre los orígenes del paraíso del que hemos sido desterrados. Y al que él ha decido llamar, como a su novela, El jardín devastado (Alfaguara). 

Proceso doloroso 

«Ha sido un proceso doloroso porque desde el principio me plantee explorar el dolor. Creo que la novela es una exploración del narrador, un proceso de liberación, en busca de un libro sobre la indiferencia, sobre el egoísmo como algo circunstancial del ser humano», dice Volpi. A la tarea de analizarse, añadió el cansancio que produce escribir cada capítulo a mano antes de volcarlo en su bitácora. «Escribir a mano cambia bastante el ritmo de la prosa por lo que se cansa la propia mano o por la velocidad que es menor, me gustaba esa combinación entre lo más primario y lo más tecnológico», explica. 

Capítulos de dos líneas, que más parecen aforismos, intercalados con imágenes narradas en dos páginas, en una prosa que destila poesía. En El jardín devastado, Volpi juega con el halo de ventana a la intimidad que le ofrece la herramienta del blog. 

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