In Memoriam, para una mujer que verla o hablar con ella amaba y se dejaba amar, en nombre de lo que siempre llamó «La Sangre de Cristo»
Leticia García Cantú
Por José Félix Zavala
“Soy portadora de esperanza, sí existen los milagros, mi paz interior lo logró, librando la última batalla con la enfermedad”
La entrada a una prolongada conversación con Leticia García Cantú, fundadora de una larga serie de organizaciones sociales, comienza con la afirmación de que Ella ha caminado por la tercera opción, la organización de la sociedad civil.
Nos ha recibido a pesar de una muy reciente operación de un cáncer que padece desde hace seis años, Ella necesita de una enfermera para poder caminar, aunque trata de disimular su incapacidad, dolor y molestias.
La esperanza es su filosofía y habla con autoridad sobre batallas que Ella ha enfrentado. “La enfermedad es una oportunidad de vivir” dice.
La entereza con que ha enfrentado la vida, a pesar de ser esposa de un próspero empresario, con quien ha coincidido en este caminar al lado de quienes pierden la salud y por un mínimo de calidad de vida que tienen no pueden restaurarla, por causas, la mayoría de las veces, ajenas a sus posibilidades y esfuerzos.
Nos narra como era necesario crear una sociedad civil de lo que llaman los entendidos de “segundo piso” dedicada a la obtención de recursos para proveer a las I A P que están en el campo de trabajo, de esta reflexión nace la A.C. Fundación Merced a nivel nacional.
Rememora su actuar junto a la Madre Teresa de Calcuta en los Basureros de Santa Fe ,en lo que fueran las orillas de la ciudad de México, hasta fundar una casa de estas religiosas dedicadas a la atención a los pobres entre los más pobres.
Nos habla de su andar con Jean Vernier al que ella canoniza por sus propios fueros, debido a la fundación de El Arca y los hogares El Arca, para ldébiles intelectuales y donde ella fue la emprendedora en este país y en Querétaro.
“A los que trabajan allí les es necesario una gran santidad”. Dice
Su pensamiento se va a la salida de la ciudad de Querétaro donde se funda por ella y su esposo una comunidad de campesinos dedicados a su trabajo y organizados de tal manera que pueden vivir con dignidad gracias a su esfuerzo y organización; Allí ella estuvo cocinando por un año para más de treinta personas y vivió con ellos, en una tarea de acompañamiento. Son los Kibutz mexicanos.
Se traslada con el corazón, a los momentos en que alguien se les acerca con la propuesta de crear una I A P; primero la estudian, ven su servicio, su impacto social y su viabilidad, luego organizan una cena, invitando a los posibles “donadores” del capital que se necesita para echarla andar. Se aseguran que los directivos de estas instituciones de organización social tengan la fuerza moral y se vayan renovando constantemente y así hacerla perdurar.
Muy cerca de donde vive con su esposo está un poblado, Jurica, donde existe una escuela con el programa de “educación Integral” la «Juan Pablo ll» y abunda en el beneficio que ha traído para los niños, más de 500, que estudian en ella, donde su formación trasciende hacia sus familias y la comunidad, «solo que se necesita de proveerla, cada mes, de 500 mil pesos, para pagar al personal de primer nivel que en ella se desempeña».
Son 1700 los donantes que mensualmente cooperan con esta obra educativa y que va más allá de lo que normalmente se proponen las escuelas tradicionales.
Habla sobre esta obra y nos recuerda que ya tienen allí 13 años, que muchos de sus habitantes son madres solteras, que los varones están muy devaluados por el alcoholismo, que comenzaron con 40 niños en un solo salón. Ahora ya tienen todo lo necesario y es prácticamente gratuita y se siguen las normas de la Educación Integral, añade que existe un coro maravilloso que los dignifica y que a los alumnos más inteligentes o destacados en la escuela los becan para que continúen sus estudios en otras instituciones.
Se va al recuerdo de que ella nació con un riñón en malas condiciones y la necesidad de la cultura de la donación de órganos, que en Querétaro, antes de que Ella fundara la I A P “Dame Vida” se hacía un trasplante al año y ahora ya se ha logrado que se realicen un mínimo de treinta, que los médicos no cobren, que se reactualicen las instalaciones del Hospital General y se haga una campaña masiva para la cultura de donación de órganos, que será la salud del futuro a su decir.
Añade que los trasplantes que por ahora más se solicitan son de córnea, riñón e hígado. Los protocolos para realizarlo y la espera son difíciles y no se tiene la cultura de donación por lo que hay que seguir en el trabajo de la educación en este sentido por poder tener tejidos y hueso, también para lograr que muchas personas puedan seguir viviendo.
Nos cuenta que existe un “Club de transplantados” donde sus miembros se apoyan entre sí y brindan seguridad a quienes están en espera de un transplante.
En una de sus varias obras escritas, precisamente en la de “Dame Vida” se dice que Leticia García Cantú “es una extraordinaria mujer mexicana que ha recorrido con entusiasmo múltiples facetas de la vida, desde su temprana edad se ha preocupado y ocupado de los menos favorecidos y comenzó fundando el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana y de allí van más de 18 organizaciones sociales que ha creado con ese objetivo.
Añade: “Desde que perdió un riñón por cáncer y sufre de una insuficiencia renal, Leticia García Cantú se adentró en el mundo de los pacientes cuya única alternativa de vida es el trasplante”.
Leticia García Cantú ha recibido mucho, pero ha sabido regresar más, con el optimismo que la ha caracterizado para enfrentar la enfermedad.
Sobre su esposo, el empresario Alberto Parás, de quien hablaremos en otra ocasión nos dice Leticia García Cantú, que su cualidad es siempre dejar un espacio para pensar, su relación con la sociedad para que entre todos como sociedad civil se vaya tras lo que a la sociedad le interesa, ir por el beneficio de los que menos tienen.
Sigue diciendo que diario no pasa el momento que le recuerda que “la adora”, lo nota siempre en conversación con Dios y nunca antepone su religión a la de otros.
Nos habla maravillas del empresario propietario de la Bimbo. Lorenzo Servitje Sendra, porque ha sabido como su esposo compartir lo que Dios le ha dado con quienes lo necesitan.
Ahora Leticia ya no esta. ¿Quién caminará sobre sus pasos?