México debe reforzar
la enseñanza de la biología
evolutiva: expertos
Mariana Norandi
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La divulgación de sus principios permitirá conocer su trascendencia y aplicación en la vida cotidiana, destacan
También conmemoran 150 años de la publicación de El origen de las especies
En México la biología debe continuar con los esfuerzos por incorporar los principios evolutivos a su investigación, docencia y labor de divulgación, porque sólo cuando se haya completado “la revolución darwiniana”, es decir, cuando se haya logrado romper con el concepto antropocéntrico del universo, “podremos darnos cuenta de la importancia de sus aplicaciones en la vida diaria”, expresó Daniel Piñero Dalmau, investigador del Instituto de Biología de
Este encuentro, organizado por el laboratorio de microbiología de
En el simposio, que contó con la participación de diversos científicos evolucionistas, hubo gran asistencia; se tuvieron que abrir otros dos salones del Conjunto Amoxcalli para albergar a los cerca de 500 estudiantes, académicos e investigadores que acudieron.
Cada vez más ediciones
Piñero Dalmau expuso parte de un estudio realizado con la investigadora Alicia Mastreta entorno de la posible existencia de una escuela mexicana de evolución; analizaron las publicaciones producidas en el área de la biología evolutiva entre 1993 y 2007 y la existencia de cursos de evolución en las carreras de biología en México. El biólogo explicó que “la tasa de incremento de publicaciones de mexicanos en temas relacionados con la evolución ha aumentado de forma constante: de alrededor de 15 en
Por otro lado, el investigador destacó la tardanza con que la evolución comenzó a formar parte de los planes de estudios. En la educación básica fue en 1997, en la media superior en 2006, y apenas en 1997 la materia de evolución fue obligatoria en la carrera de biología.
Destacó que la megabiodiversidad de nuestro país hace que México sea “un laboratorio prodigioso de la evolución”, por lo que las teorías darwinianas deben impulsarse más desde la investigación y la divulgación para que en los distintos sectores de la sociedad se conozca su trascendencia en la vida cotidiana y en los temas de actualidad, como el cambio climático o el uso de transgénicos.
Antonio Lazcano Araujo, director del laboratorio de microbiología y organizador de este simposio, abordó en su ponencia el tema de las religiones frente a la teoría evolucionista y, en particular, en el caso mexicano.
Aseguró que a diferencia de otros países, la enseñanza de la evolución biológica en México no encontró en sus inicios ni ahora ninguna oposición; sin embargo, subrayó, existen pocos centros de enseñanza superior donde se enseñe biología evolutiva; los planes de estudio son desiguales, no todos reflejan el avance de la biología evolutiva y no existe coordinación entre la enseñanza de esta última y las demás ciencias de la vida, como medicina, veterinaria, agronomía o antropología física.
Lorenzo Segovia, investigador en biomédica básica del Instituto de Biotecnología de
En su exposición, demostró cómo las teorías de Darwin se pueden aplicar a la microgenética, aunque en su época el científico sólo las aplicó en animales y plantas.
Detalló que, como ahora disponemos de información genética completa de multitud de bacterias, se puede estudiar la relación evolutiva entre los genes. Con la manipulación genética, explicó, “ahora podemos jugar con esos genes y agregarles o quitarles trozos, lo que permite, sin mayor dificultad, hacer que una enzima que durante millones de años realizó una actividad, ahora haga otra parecida o una totalmente diferente”.
Finalmente, Susana Magallón, investigadora del Instituto de Biología de
Descifró el concepto de “misterio abominable” que acuñó Darwin en una carta enviada en 1879 al botánico Joseph Hooker, en la que le comentaba que las angiospermas no presentaban una evolución gradual como las demás especies, sino súbita, lo cual lo inquietó hasta sus últimos días.
Pero gracias a innovadoras técnicas matemáticas y al hallazgo de fósiles de flores preservados desde el cretácico inferior, se diseñaron árboles evolutivos (genealógicos de las plantas) y con ello se pudo extender el registro fósil millones de años y comprobar que las angiospermas no tienen una evolución súbita.