Hecho histórico en Querétaro
Diario de Querétaro
José Luis Rodríguez
A las 9:45 minutos de la mañana de ayer, se posaba sobre la cancha del INDEREQ, en el ex convento de La Cruz, el helicóptero que transportaba al clero multinacional que asistiría a un encuentro con el mundo de la educación y la cultura católica en México, a realizarse en el constitucionalista y laico Teatro de la República.
Los pasajeros eran el cardenal italiano Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano; el francés Christophe Pierre, el Nuncio Apostólico en nuestro país y el mexicano, Obispo de Texcoco, Carlos Aguiar Retes, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, entre otros miembros del clero católico.
Los esperaba ya la comitiva de los gobiernos estatal y municipal, Alfredo Botello y Manuel González Valle, así como el anfitrión del evento, el Obispo de la Diócesis de Querétaro, Mario de Gasperín, para dar un recibimiento oficial, sobre todo a Bertone, como representante oficial del Estado Vaticano.
A esas horas, pero en el centro histórico de la ciudad de Querétaro, ya hacían fila decenas de personas para entrar al Teatro de la República, para asistir a un hecho histórico: la visita del más alto representante del Vaticano que haya pisado tierras queretanas.
En la fila había de todo. Académicos y Rectores de universidades y colegios católicos de diferentes Estados del país, miembros de diferentes órdenes religiosas y sacerdotes diocesanos, empresarios, funcionarios públicos y políticos. Y todos tuvieron que pasar por el detector de metales que instaló el Estado Mayor Presidencial.
Ahí estaban haciendo fila -¡Quién los iba a ver esperando su turno cuando están acostumbrados al rendimiento de pleitesía!- los aspirantes a gobernar la entidad y el municipio capital, Armando Rivera y Guadalupe Murguía; el diputado federal Jesús Arredondo (y su hermano Carlos, Rector de la Universidad Politécnica, ambos panistas de corazón); los empresarios Alejandro Espinosa y Rafael Rodríguez Tolentino, entre otros.
A las once y media en punto, el periodista, vestido de maestro de ceremonias, Jaime Septién Crespo, a la sazón Director del periódico católico El Observador, anunciaba la llegada al estrado del Cardenal Bertone, el segundo hombre más poderoso del poderoso Estado del Vaticano.
El fuerte aplauso no se dejó esperar y el representante del Papa agradeció la muestra de cariño con ademanes cálidos, amables. El italiano, un hombre alto y bien conservado físicamente a pesar de sus más de 70 años de edad se mostró coloquial y sin mayor seriedad que la necesaria.
Al presentarlo, el filósofo Rodrigo Guerra, uno de los organizadores, se quejó enfático y vehemente de la «intolerancia de los tolerantes» en contra de los católicos y llamó a un nuevo protagonismo cristiano, para luego leer la biografía del cardenal.
Le seguiría el Presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, Carlos Aguiar Retes, quien agradeció al Obispo de Querétaro su hospitalidad para ser sede del evento y el apoyo logístico, además de felicitarlo doblemente por su cumpleaños y santo, este domingo y lunes, respectivamente, lo que arrancó el aplauso de la gente.
En lo que fue el acto central del evento, la conferencia de Tarcisio Bertone titulada «La realización de la razón en el horizonte de la fe», el Secretario de Estado del Vaticano, se congratuló de estar en el recinto donde se firmó la Constitución Política vigente de México, a la vez de destacar que se encontraba en una ciudad declarada patrimonio cultural de la humanidad.
«Espero que mi presencia en este lugar sagrado del laicismo sea una presencia constructora», dijo Bertone antes de hacer un llamado a una nueva cultura cristiana y atender puentes entre la razón y la fe.
Incluso, antes de iniciar propiamente su conferencia que duró 50 minutos, homenajeó a los constitucionalistas mexicanos: «Quiero rendir un sincero homenaje a los hombres y mujeres de la política mexicana que en este periodo constitucional se han esforzado por conducir al país por caminos de paz, libertad y de progreso».
Al término de la intervención del prelado y ya en la sesión de preguntas y respuestas, el periodista independiente Julio Figueroa se acercó al pódium para entregarle una pregunta por escrito a Jaime Septién, quien le dijo con señas que no iba a haber más preguntas. De lo que Julio nunca se enteró fue que atrás de él ya iba presto un guardaespaldas al ver que se acercaba al estrado.
A las 13:45 de la tarde, los cerca de 500 asistentes aplaudían nuevamente -ahora como despedida- a Tarcisio Bertone al final del evento que congregó a gente venida de varias partes del país. El Teatro de la República había registrado, una vez más, un hecho histórico sin precedente en esta barroca y leal ciudad de Querétaro.