El Alcázar del Castillo de Chapultepec

 

México antiguo en el Alcázar 

Teresa del Conde  

 

La Jornada  

El castillo de Chapultepec es muy visitado por turistas amantes de la historia, por investigadores decimonónicos y muy principalmente por grupos escolares. No así por asiduos concurrentes a museos. 

Ciertas personas atacadas de nostalgia nos allegamos rememorando páginas de Fernando del Paso o bien las de ese erudito y viajero incansable que fue Mario Praz, uno de cuyos más conocidos relatos se titula Fantasmi a Miramare. Por eso es natural que su viaje a nuestro país. a mediados de los años 60, lo haya conminado a subir la colina, azuzado por otro viajero italiano que también dejó imborrables recuerdos mexicanos. Me refiero a Emilio Cecchi. 

Como se sabe, además de las colecciones que arman el Museo Nacional de Historia, el castillo posee salas dedicadas a  exposiciones temporales y mi reciente incursión, que tomó las características de un minúsculo viaje, se debió a un hecho que me provocó sorpresa y contento. 

Una muestra selecta de las colecciones del Museo Amparo de Puebla se encuentra en exhibición, circunstancia que me fue advertida por el curador y museógrafo Miguel Cervantes. Quizá por descuido (o bien por falta absoluta de propaganda) no me había percatado de las tres secciones que la integran, dedicadas en homenaje a quien fue su directora: Ángeles Espinosa Yglesias, cuyo prematuro fallecimiento el año pasado lamentamos. 

La exposición se distingue por el empeño museográfico en ella depositado y también por la pertinencia y cuidado de las cédulas que acompañan la sección prehispánica. Ésta es, con mucho, la mejor de todas. 

El Museo Amparo posee un acervo de más de dos millares de piezas antiguas, la mayor parte de las cuales pertenecieron a la colección Sáenz. Resulta inesperado y en cierto modo prodigioso encarar algunas presencias fuera del ámbito del Museo Nacional de Antropología y de los recintos consabidos en otras ciudades. Cuando ocurre, como sucede en este caso, en el que se las observa en otro contexto, adquieren condición de preciosidades incomparables, con todo y que nos resultan tan entrañablemente próximas. La sensación se acentúa porque hay varias en pequeño formato, protegidas en vitrinas individuales, con el aire suficiente para contemplarlas desde varios ángulos. Es la selección, por fuerza escueta, la que permite adentrarse en sus características apoyando además la visión en cédulas explícitas, redactadas por Roberto García Moll. 

Así, aprendemos que una de las esculturas olmecoides “cara de niño” procedente de Las Bocas, Puebla, fue modelada con paredes “delgadas y pulidas” y que su cuerpo sedente fue tratado con “baño blanco”. A simple vista, la finura y el realismo del cuerpecillo adiposo parece diferir de otras que se hayan observado, de rasgos faciales similares (ésta sonríe y tiene los dientes bien visibles), aun cuando todas pertenezcan a una misma familia. 

¿Qué uso tendrían los vasos cilíndricos de Chupícuaro? Están unidos entre sí por un puente de barro sobre el que se posa un pájaro, de modo que son inseparables, como siameses. 

Nunca había visto una figura como la de Xochipala. Un guerrero con orejeras y cara de Xipe está vestido desde el cuello a los tobillos con un traje que hace evocar a la Diana de Éfeso, la que tenía cientos de senos alargados y colgantes. El efecto se debe a las lengüetas superpuestas en pastillaje que lo cubren. 

En su origen fue un traje de plumas que el artista solidificó. Digo “artista”, pues eso es lo que son estas piezas: obras de arte de primer nivel que atrapan la atención aunque sus hacedores desconocieran el concepto “arte” como lo entendemos nosotros. Uno piensa: hoy sucede exactamente lo contrario, casi cualquiera que se lo proponga “hace arte”, aunque con frecuencia su producto mal atrape una simple ojeada. 

Rara vez se suele uno topar con algo tan “contemporáneo” como esa figura de un personaje a punto de lanzar una honda, procedente de Colima, apeado en descomunales piernas. En la cédula se anota que “sus formas dinámicas son libres y fuera de todo canon establecido”. 

Un vaso mixteco decorado en grecas escalonadas alterna relieves con planos. Se dice que representa a la “serpiente preciosa”, uno de los reptiles celestes. Yo sólo puedo decir algo consabido. El corte geométrico de ésta y otras piezas sentó a distancia de siglos las bases para el art deco. La exposición termina esta semana. 

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