Alfredo Espinosa Aguirre más de 20 años de escritura y reconocimiento
Poema de Alfredo Espinosa.
Foto: Archivo
El Heraldo de Chihuahua
Organización Editorial Mexicana
Incursionando en las diferentes áreas de la literatura como la poesía, el ensayo y la novela, el psiquiatra de profesión Alfredo Espinosa Aguirre es un comprometido escritor, a quien las musas no visitan con regularidad, pero cuando lo hacen le hacen lograr textos de gran relevancia, en los que lo mismo habla del amor que de la injusticia.
«Desde antes escribía -ha dicho-, pero no me sabía escritor sino hasta que empecé a armar un libro completo», siendo ese libro «Infierno Grande», que ganó el Premio Chihuahua de Literatura en 1989, donde Espinosa aborda la dolorosa y verdadera historia de cuando el interés le gana a la compasión.
Esos son los temas que atrapan la pluma del deliciense, para quien el escritor debe escribir de todo aquello que le toca el corazón, que le sacude y le provoca una gran indignación, porque está convencido de que son los temas quienes eligen al autor, quien se convierte entonces en un vehículo a través del que un tema se expresa.
Son ya más de 20 títulos publicados en los tres géneros, Infierno Grande, Obra Negra y El Reino en Ruinas, novelas donde se presentan mundos un poco devastados y a veces siniestros; Tierras Bárbaras, un ensayo que trata los asuntos relacionados con la identidad de los chihuahuense s, o Amor Apache, sobre cómo vive un escritor en Chihuahua, por ejemplo. Amor, Miel y Veneno, un estudio sobre el amor y sus efectos; Arte Letal: Vida, Pasión y Milagros de José Alfredo Jiménez; Lupita D’Alessio y Juan Gabriel, una radiografía sobre la esencia de estos íconos de la música en México, su vidas y carrera, su música y legado.
Y en cuanto a su género favorito, la poesía, tiene títulos como Ramo de Tigres, Tatuar el Humo, Desvelos y el que le ha dado su más reciente distinción, El Aire de las Cosas y El Corazón del Sinsentido, por mencionar sólo algunos. A pesar de que dice ser un poeta maltratado por las musas, «por mí estaría escribiendo poesía. Pero la poesía es una mujer caprichosa y difícil, que no viene cuando uno le llama sino cuando ella quiere; así que mientras llega escribo ensayo y novela».
Viendo la literatura como «una pasión que se parece mucho al amor porque mucho tiene de delirante, es un índice para explorar mundos nuevos. A través de la literatura uno puede ser otro; el escritor tiene la opción de ser diverso y de hacer vivir a un personaje que uno quiera ser, y ese es uno de los motores que hacen fascinante el ejercicio de la literatura».
Ha recibido varios reconocimientos, entre los que están el Premio Nacional de Poesía «Ramón López Velarde» por Desfiladero en 1987; el Premio Chihuahua de Literatura por Infierno Grande en 1989; el Premio Nacional de Poesía «Gilberto Owen» por Tatuar el Humo en 1991; finalista en el Premio Internacional Planeta por Obra Negra en 1994; el Premio «Tomás Valles Vivar» en Letras por trayectoria en 1994; el premio Pacmyc por Tierras Bárbaras en 2000; finalista en el Premio Nacional de Testimonio por Tierras Bárbaras en 2003, y el Premio Nacional de Poesía «Efraín Huerta» por El Aire de las Cosas en 2004.