de Benedicto XVI
Bernardo Barranco V.
El pontificado de Benedicto XVI, sin más, atraviesa su peor crisis.
Los demonios andan sueltos por los pasillos romanos y los reproches entre actores de la curia se han venido haciendo más abiertos.
Inusual el tono de L’Osservatore, el diario de
La sorprendente carta del Papa a los obispos, difundida a la prensa días antes de su presentación, pretende argumentar y admitir ciertos errores sobre el proceso de perdón a los lefebvristas, sin embargo, pone en evidencia grandes tensiones y disputas dentro de
La carta redactada de manera personal, expresa con claridad el pesar de un Papa que se siente incomprendido no sólo por la sociedad moderna, sino por sectores de su propio clero; Ratzinger lamentó el odio sin reservas de algunos católicos, y llegó a reconocer que en la propia Iglesia se muerde y devora.
La carta ha sido bien recibida por los episcopados rebeldes al acercamiento del Papa con la fraternidad lefebvrista, como el austriaco, el alemán, el suizo y el francés, que habían externado reservas sobre la iniciativa pontifical.
El tono ha cambiado. Por ejemplo, el cardenal de París, André Vingt-Trois, de manera lacónica expresó: Benedicto XVI ha escuchado y entendido aquello que se ha dicho (
La prensa italiana ha destacado en las últimas semanas las fisuras dentro del grupo más cercano a Benedicto XVI, sus titulares destacan la soledad del Papa, el fuego amigo, la guerra en la curia al Papa incomprendido, la rebelión de obispos por el perdón a lefebvristas, etcétera.
Al respecto, el cardenal italiano Tarcisio Bertone, secretario de Estado Vaticano, ha venido recalcando insistentemente que el Papa no está solo y que sus colaboradores le son fieles; con diferentes argumentos rechaza los análisis de los principales vaticanistas italianos que consideran una crisis profunda en el pontificado actual.
El destacado analista en temas pontificios Marco Politi concluye, en
La excomunión fue avalada en su momento por Giovanni Battista Re, prefecto de
Medios, sobre todo europeos, laicos y no pocos clérigos cuestionan la conducción de Benedicto XVI, critican su mandato y visión por exhibir una Iglesia rígida ante las nuevas exigencias del mundo. A punto de cumplir 82 años, a casi cuatro años después de haber sido elegido Papa en abril del 2005, Joseph Ratzinger se enfrenta a una serie de críticas abiertas e inéditas dentro y fuera de
El teólogo Hans Küng, actualmente de visita en España promoviendo su libro autobiográfico, se preguntó por qué el Papa sólo ha extendido la reconciliación a los sectores más conservadores de
Efectivamente, la ofensiva cultural de Ratzinger contra el relativismo marca su pontificado con el sello de la intransigencia y la pretensión de cercar en Occidente el debate público. Sin embargo, ha cometido errores mayúsculos, como en Ratisbona frente al mundo musulmán; sus comentarios incorrectos frente a los indígenas americanos en el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam); el nombramiento de obispos ultraconservadores o posturas rígidas y hasta insensibles, como el caso de la niña brasileña o la sonada eutanasia de la italiana Eluana Englaro.
Otro nudo central de la crisis que enfrenta Benedicto XVI es el lugar, la interpretación y la pertinencia del Concilio Vaticano II. Como señalábamos en una entrega anterior en
Su primera visita a África abre un paréntesis y una tregua necesaria. A su regreso seguramente habrá ajustes. En los más de 20 años que hemos venido siguiendo el comportamiento del Vaticano, jamás habíamos observado una crisis tan profunda y sonora, donde la visión, la autoridad y la confianza hacia un pontífice se pongan en cuestión. Su imagen se ha venido erosionando. Pocas veces un Papa ha expresado, en una carta tan fuera de lo común, su sufrimiento en el cargo de forma tan personal, así como recriminar posturas autodestructivas dentro del cuerpo eclesial. Con el mordaz sentido del humor italiano, en los cafés cercanos a