El exilio español en México

Exilio español: a 70 años de la llegada del Sinaia a México

Desembarco de refugiados del Sinaia.

Foto: Archivo.

El Occidental

Luis Medina Gutiérrez

El 13 de junio de 1939 desembarcaron en Veracruz 1,620 republicanos españoles; habían viajado 19 días en el buque Sinaia con incertidumbre, desconsuelo, desde el muelle de Séte, en Francia, hasta el puerto mexicano. Primera expedición colectiva de refugiados españoles desde el fin de la Guerra Civil Española. El Sinaia, viejo buque inglés, desgastado con el tiempo, -durante muchos años transportó empobrecidos peregrinos musulmanes a La Meca, hoy es una emblemática nave del exilio español. Esta primera expedición fue organizada por el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles), el gobierno mexicano y el Comité Británico de Ayuda a los Republicanos Españoles. El día de su llegada, en los muelles veracruzanos fueron recibidos por alrededor de 20,000 personas, la mayoría perteneciente a sindicatos. Se les dio la bienvenida oficial en el Ayuntamiento, por el Gobernador en nombre del general Cárdenas. En las calles, los veracruzanos invitaban cervezas a los adultos y dulces a los niños. El mismo día de su arribo, zarpaba, desde Burdeos hacia México, otro barco leyenda del exilio, el Ipanema.

Entre 1939 y 1942 llegarían más barcos con españoles perseguidos, todos ellos con los oficios más disímiles: abogados, pintores, escultores, dibujantes, músicos, artistas de cine, radio, teatro; empresarios, toreros, boxeadores, luchadores, pelotaris, economistas, contadores, profesionales del libro, ex rectores y catedráticos universitarios, publicistas y periodistas, técnicos de comunicación, ingenieros de variada índole, médicos, odontólogos, farmacéuticos -Enrique Moles y José Giral, renovadores de los estudios de bioquímica-, veterinarios, profesores, practicantes de artes marciales y, por supuesto, militares.

La llegada de los republicanos ha sido comparada, la mayor de las veces, como la vuelta moral y reivindicativa del español a América. La apreciación cíclica de aquella expedición de La Pinta, La Niña y La Santa María, las Carabelas de Colón; a la expedición del Sinaia, Ipanema y Mexique, tres de las naves más importantes de refugiados, que llegaron a México bajo diferente bandera, opuesta a las cruces del antiguo imperio, símbolo del sometimiento y la ambición. La de los republicanos era de esperanza, integración, cultura, enseñanza; de vida y raíz. Adolfo Sánchez Vázquez recuerda a Pedro Garfias en el Sinaia, cuando recitó los versos del nuevo encuentro con América:

«Pedro Garfias, lejos de pegarse acongojado a la ventanilla como siempre, saltó torpemente de su litera y empezó a recitarnos, a Rejano y a mí, con su voz ronca y pausada, el poema que había concebido y gestado durante toda la noche. Era el famoso poema que todos conocéis, y en el que con su lenguaje poético une o encuentra a España y México, invirtiendo los papeles históricos de conquistador y conquistado que habían desempeñado respectivamente en otros tiempos. No puedo resistir la tentación de leer los últimos versos del poema que Rejano y yo escuchamos, gozosos y estremecidos, aquella mañana:

Como en otro tiempo por la mar salada

te va un río español de sangre roja,

de generosa sangre desbordada.

Pero eres tú, esta vez, quien nos conquistas

y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!

(Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones. México, Grijalbo, 1990).

El gobierno progresista de Lázaro Cárdenas tuvo un gran interés por traer científicos y mano de obra altamente calificada, emigrantes europeos que cubrieran con sus conocimientos el área industrial que tanto necesitaba el país, después de la Revolución. Se había tomado como modelo la emigración europea a Estados Unidos y, por ende, su crecimiento industrial y económico. Recién iniciado el enfrentamiento y la terrible polarización de la guerra civil, en 1937, México había dado asilo al primer contingente de refugiados españoles, que llegaría en otro barco insignia del destierro, el vapor francés Mexique, con 460 niños españoles. Ese mismo año, también llegaría, en el buque Flandre, un selecto grupo de intelectuales españoles para que se refugiaran en el país. Gente de la más alta y apreciada inteligencia de España: José Gaos, Moreno Villa, Adolfo Salazar, José Medina.

Al finalizar la guerra, las generaciones de exiliados vinieron a complementar todo un cuadro de vastedad intelectual, necesaria para el país: León Felipe, Juan Larrea, Emilio Prados, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Pedro Garfias, Juan Rejano, Josep Carner, Agustí Bartra. El conocimiento de los primeros asilados, su aportación y aprendizaje, tendría su continuación en la fusión de dos mundos culturales: el México moderno y la España republicana, con la segunda generación de desterrados o poetas hispanomexicanos, como Luis Rius, Tomás Segovia, Ramón Xirau, Carlos Blanco Aguinaga.

El encuentro México-exilio también aportó grandes estudiosos de la cultura indígena, que, como evangelizadores, se lanzaron a aprehender y difundir de nuevo la América del pasado. Los temas indígenas, rurales, prehispánicos, urbanos de la ciudad de México, fueron asimilados. México fue para los refugiados el marco propicio para la creación, la estancia común del idioma, el gran corazón espiritual de España en América.

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