La Bandas de viento regresan

Las bandas de música

Diario de Querétaro

Mario Arturo Ramos

En los últimos años la presencia de las bandas de música popular o tamboras han adquirido una especial relevancia por todo los rincones de México; los bailes masivos casi siempre cuentan en su elenco con una organización musical de este estilo, los discos que graban se venden como pan caliente y los automóviles y camionetas que circulan por las calles principales de ciudades y poblados con sus altavoces a todo volumen difunden en su caminar las canciones que ejecutan. La historia de las bandas corre paralela a la etapa contemporánea de la patria, su inicio se remontan a los primeros dìas del ejército mexicano, cuando los jefes militares toman como modelo las bandas europeas que con su sonido marcial acompañaban a los solados en desfiles y acciones bélicas; se asegura que Guadalupe Victoria, primer presidente legitimo utilizó este tipo de organización sonora en la milicia independentista.

Su popularización:

A mediados del siglo XIX con Antonio López de Santa Ana la difusión del sonido bandero adquirió auge, es conocido que el músico y compositor catalán Jaime Nunó desembarcó en nuestras tierras para fungir como director de bandas militares, recibiendo por la administración del militar veracruzano el grado de capitán de infantería; la trayectoria de Nunó cuenta que nació en San Juan de las Abadesas, Gerona, España, el año de 1824, que estudio en Milán, Italia, composición con el renombrado músico Saverio Mercadante, que de regreso en la península ibérica se convirtió en director de la Banda de música del regimiento de la reina; que el gobierno español lo mandó a Cuba a formar bandas militares, aportando la introducción de instrumentos de latón a las dotaciones bandísticas isleñas, que en su estancia caribeña conoció al autollamado «Alteza Serenísima» quien impresionado por las aptitudes musicales del catalán lo invitó a México a instruir y formar bandas militares por todo el país. Bajo estos antecedentes es posible deducir que la leva y el reclutamiento espontáneo de solados-músicos contribuyó de manera sobresaliente a la popularización de las bandas, ya que los ejecutantes enlistados en el ejercito al desertar o cumplir su servicio regresaban a sus comunidades con el bagaje musical adquirido consistente en marchas y canciones populares, organizando con músicos locales bandas civiles que interpretaban repertorios conocidos y regionales, con el sonido marcial característico de las bandas.

La banda sinaloense

El pasado mayo fui invitado por el ingeniero Carlos Antonio Sosa, presidente de Fundación Anjor, a Mocorito, Sinaloa -llamada la Atenas de Sinaloa-, con motivo de la entrega por el H. Ayuntamiento de este municipio, de la medalla al Mérito Cultural Rafael Buelna a la banda octogenaria Hermanos Rubio. En la población considerada la Atenas de Sinaloa por la creación, difusión, promoción de arte y cultura que han realizado oriundos y llegados de otras partes -entre otros el poeta mazatleco Sixto Osuna, el poeta jalisciense Enrique González Martínez, el novelista queretano Heriberto Frías- que encontraron en el pueblo minero un ambiente propicio para el desarrollo de su oficio. Las notas emanadas de la tuba, los clarinetes, las trompetas y la tambora inundaron las calles y plazas de Mocorito contagiando a sus pobladores de alegría a los pobladores. El repertorio de la reconocida agrupación esa noche primaveral lució de manera formidable: » Dios nunca muere» de Macedonio Alcalá, «El sinaloense» de Severiano Briseño, «Granada» de Agustín Lara, «Mi gusto es» arreglo de Lorenzo Barcelata, «El adiós de Carrasco» de Alfredo Carrasco, fueron algunos de los temas que bajo la luna de mayo en los instrumentos de los Hermanos Rubio, hicieron brotar el orgullo a sus conciudadanos que compartieron el merecido homenaje.

Las bandas sinaloenses tienen su origen en el medio rural, en pueblos y rancherías ubicadas en este estado bañado por las brisas del Golfo de California y refrescado por los aires que bajan de la Sierra Madre; su leyenda cuenta que a mediados del siglo XIX, en el Puerto de Mazatlán se constituyó una empresa comercial alemana que entre otros productos vendía instrumentos musicales dando especial atención a los de viento; que más tarde en los poblados denominados como «Pueblos de los Altos» se gestó el hoy popular sonido bandero sinaloense. Platican los viejos de la comarca que a principios del siglo XX los ejecutantes de instrumentos de aliento y percusión eran subestimados por el régimen porfirista que daba mayor importancia a las orquestas de cuerdas y la música de salón, considerando las manifestaciones sonoras que no se encontraban en este segmento, vulgares e impropias -cualquier parecido con lo que acontece en épocas recientes es simple coincidencia-, que por lo tanto la autenticidad de las bandas fue la trinchera y el refugio donde lograron desarrollarse, dotándolas de cariño y respeto

En su centenario

La etapa revolucionaria es fundamental para entender su auge en tiempos recientes y su impacto más allá de las fronteras en la población emigrante que en los últimos años son el segundo ingreso de nuestra economía. Las bandas han sustituido al mariachi como las agrupaciones de mayor popularidad en la música nuestra. Hay bandas en Michoacán, Zacatecas -tamborazo-, Nayarit, Jalisco, Oaxaca, Colima, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Baja California, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Nuevo León, Hidalgo, Estado de México, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua, etc., en todos los rincones donde la música mexicana conserva los signos que la identifican, originalidad y talento. Sin embargo es necesario reconocer que con la irrupción de la industria del espectáculo no todas las bandas o los solistas de este estilo gozan de la calidad requerida, su masificación necesariamente la ha contagiado de intereses comerciales que muchas veces la han impregnado de faltas de recursos e improvisaciones musicales que afean su tarea, por eso un reconocimiento como el que las autoridades municipales de Mocorito y las culturales del estado de Sinaloa otorgaron a la Banda de los Hermanos Rubio en su cumpleaños numero ochenta, nos regresa la fe de que las bandas musicales seguirán su camino promoviendo la buena música popular.

Al término del evento recorrí las calles mocoritenses pensando en los recorridos hechos por Rafael Buelna, Eustaquio Buelna, Agustina Ramírez, Heriberto Frías, Enrique González Martínez, que igual que yo al compás de la música, dejamos que latiera con mayor velocidad el corazón para celebrar el centenario de la popularización de la banda

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