Alfonso Reyes por J, E. P.

El escritor dictó su última conferencia como integrante de El Colegio Nacional 

La obra poética de Alfonso Reyes

no tiene aliados ni continuadores:

JEP 

A 50 años de su muerte, “el erotismo es uno de los temas menos estudiados en su lírica”  

Arturo García Hernández 

 

La Jornada 

La última conferencia oficial de José Emilio Pacheco (JEP) como integrante de El Colegio Nacional estuvo dedicada a la obra poética de Alfonso Reyes (1889-1959), la cual “representa un caso único, que no tiene antecedentes, aliados ni continuadores”. 

Igual que la obra ensayística de Reyes, sostuvo Pacheco, su poesía “es de una variedad tan grande que exige, para saber apreciarla, gustos y formaciones muy diversas, es decir, ¿el lector de Ifigenia cruel, la única tragedia griega de la literatura mexicana, puede ser el mismo de los versos acerca de todo lo que ocurre en la celebración de una comida?” 

Pacheco abrió el ciclo de conferencias organizado por El Colegio Nacional para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Alfonso Reyes. 

Antes de iniciar, recordó que había llegado a la edad de la jubilación (como dispone el reglamento de la institución), por lo que agradeció al público que durante 27 años (desde su ingreso al colegio) “me ha hecho el favor de acompañarme”. 

No obstante, prometió en adelante dar, en muestra de agradecimiento, “unas tres conferencias al año”. 

Hipótesis para releer al autor 

José Emilio Pacheco hizo un recorrido cronológico por la producción poética de Reyes, empezando por el primer poema que escribió, Huellas, a los 16 años, pero que se publicó hasta 1922. 

Reyes fue muy desafortunado “en la publicación de su obra poética, fueron cuadernos de muy escasa circulación o libros que tuvieron muchos problemas; el caso paradigmático es el de Huellas, del que decían que era un libro de erratas con algunos versos”. 

Pacheco señaló que el propósito de su intervención era “ofrecer como hipótesis de trabajo algunas notas para una relectura” del Reyes poeta, para ampliar el canon de su poesía, al incluir sus poemas en prosa y su versión de la Ilíada en versos modernistas.

Alfonso Reyes perteneció a la generación del Ateneo de la Juventud, “una de las raras generaciones mexicanas de escritores que prácticamente no tuvo poetas”, si bien fue un grupo de “grandes prosistas” a quienes se deben obras como La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán; Ulises criollo, de José Vasconcelos, y Junta de sombras, del propio Reyes. 

A diferencia de la generación anterior (los modernistas) y de la siguiente (los contemporáneos), insistió el autor de Fin de siglo, “no podemos pensar en el Ateneo como una generación de poetas.” 

El poeta Enrique González Martínez, quien fue el mejor amigo de Reyes durante 50 años, formó parte del Ateneo, pero –señaló Pacheco– “era casi 20 años mayor cuando se unió a los ateneístas, ya estaba formado y era autor de libros importantes”. 

Poeta de la alegría 

Una de las dificultades para “hacerle justicia poética a Reyes, es que en primer término se aparta casi invariablemente del tono dominante de la poesía del siglo pasado”, expresó Pacheco. 

“No cierra los ojos ante los aspectos trágicos y dolorosos de la vida, pero es, sobre todo, cosa rarísima en México, un poeta de la alegría y de todo lo que hace llevadera nuestra vida.” 

Al respecto, aseguró que el erotismo es uno de los temas menos estudiados de la poesía de Reyes. 

Además de analizar la obra poética de Alfonso Reyes, José Emilio Pacheco hizo apuntes sobre el difícil contexto social y político en el que le tocó desarrollarse, sobre todo como hijo del general Bernardo Reyes, puntal militar del gobierno de Porfirio Díaz y cabecilla de un intento de golpe contra Francisco I. Madero que le costó la vida. 

Pacheco explicó que más allá de la mala imagen histórica que tiene por su apoyo a Díaz, Bernardo Reyes fue un hombre culto y lector sensible, decisivo en la vocación de su hijo.

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