Los desenterradores de Acteal
Hermann Bellinghausen
Terminaron las deliciosas y muy merecidas vacaciones de los magistrados de
Esta salvación de los presos por Acteal ya fue intentada en 2007 por los mismos que lo hacen ahora. En los mismos medios, con los mismos argumentos elaborados desde 2006 por el departamento jurídico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y abogados evangélicos. Ahora podrían salirse con la suya.
Habiendo tanto indígena preso injustamente en todo México (por no hablar de los muertos, desplazados, despojados, mujeres violadas), qué notable afán por tomar precisamente a ‘estos’ para probar que la justicia mexicana es fallida y convenenciera.
O era, como sugiere Ana Laura Magaloni, quien, en un alarde de benevolencia, considera que ya estamos en la democracia, los gobiernos priístas son el viejo régimen y este encarcelamiento irregular de indígenas es una rémora de un México que ya no existe. Cosas que ocurrían durante los años del autoritarismo mexicano (Reforma, primero de agosto).
Uno pensaría que gente como esta investigadora lee algo más que los periódicos para enterarse. O cuando menos los periódicos. En el país militarizado de hoy, el autoritarismo no existe, por lo visto. Y la justicia es prístina y equilibrada, sin ninguna carga política, verdaderamente independiente. Ya se verá cuando salgan algunos de estos paramilitares: será un triunfo de la justicia en la democracia.
Sus motivos tendrán estos abogados y abogadores. Hacen una elaboración meticulosa e imaginativa. Sobre todo en ciertos episodios de su reconstrucción, ya descrita a fines de 2007 por Ricardo Raphael en El Universal; Héctor Aguilar Camín, en Nexos, así como Magaloni y otros investigadores y columnistas. Un ejemplo sería la fantástica batalla de Acteal (Nexos, diciembre de 2007). Otro, la aprehensión de 24 paramilitares durante el cortejo fúnebre de Las Abejas y bases de apoyo del EZLN en dirección a Acteal, el 24 de diciembre de 1997.
Según Aguilar Camín (Milenio, 4 de agosto), aquella Navidad,
“Eran todos antizapatistas, del bando contrario a los dolientes. La camioneta fue obstruida en su paso por el cortejo, al que por razones de seguridad vigilaban agentes de
Al igual que muchos testigos más, el autor del presente artículo estuvo allí. El momento está filmado. Quien resguardaba el cortejo eran centenares de zapatistas encapuchados, no
De inmediato salieron voces, un clamor, no sólo de mujeres por cierto. Los dolientes los identificaron como paramilitares. Un momento de insoportable tensión. Nunca he dejado de pensar que alguien puso la mesa para un linchamiento ready made. Con perversión cronométrica. Mas no era una marcha violenta, y no lo iba a ser. Un cordón de zapatistas encapuchados rodeó el camión, con disciplina y eficacia, para impedir que la multitud tuviera acceso a los pasajeros de las redilas, y Samuel Ruiz intervino para calmar el ánimo de los deudos.
Ninguno de los paramilitares negó serlo en ese momento. Su reacción fue de culpables, y de miedo. Agacharon la cabeza. ¿Por qué ninguno dijo yo no fui? Uno, cuando menos. ¿No sería lo normal? No, sólo descubrieron que habían sido engañados. Usados.
Por lo demás, no fue
No es el único episodio inexacto en las reconstrucciones del revisionismo histórico de los autoasumidos desenterradores de Acteal. Igual sus versiones de la violencia en la gravera de Majomut meses atrás, y la batalla de Acteal donde un presunto (e indemostrable) fuego cruzado habría liquidado a 45 personas que estaban en medio, de rodillas, rezando.
En una entrevista aún inédita, filmada este año, Aguilar Camín elabora ampliamente su versión de todo aquello, con aplomo de historiador convencido de sus fuentes. Y para ejemplificar la tesis de que los malos no eran los malos, y los buenos tampoco eran tan buenos, cita con regocijo que Las Abejas de Acteal, son abejas de día, y alimañas de noche (donde alimaña equivale a zapatistas armados, según alcancé a entender).
El lenguaje no perdona.