Premio de Derechos Humanos de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA )Discurso de Abel Barrera, Director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”23 de septiembre de 2009Hace 15 años, cuando un grupo de profesionistas de la Montaña de Guerrero nos propusimos trabajar al lado de los pueblos indígenas, nunca imaginamos lo que representaría esta osadía de querer servir al pueblo pobre. Nuestros sueños e ilusiones fueron el motor que nos impulsó para caminar cuesta arriba. En un principio nos arrastró la visión romántica y bohemia de vivir a la usanza de los pueblos, con sencillez y cierta vida lúdica, sin embargo conforme nos topamos con la violenta realidad causada por agentes del estado, empezamos a comprender cuán difícil es vivir en la indefensión, la pobreza y la discriminación. Es cuando entendimos la heroica resistencia de los pueblos indígenas, su tenacidad, su valor y su generosidad. Por eso hoy tenemos claro que con ellos somos defensores y sin ellos nuestro trabajo no tiene fuerza ni sentido.. Algo grandioso que descubrimos a lo largo de estos años es que a pesar de no poder hablar el Na savi, Me´phaa o Naua hemos podido establecer una comunicación profunda con la población indígena de la Montaña, a través del lenguaje de los derechos humanos nos hemos hermanado y lo más hermoso es que hemos fusionado nuestra piel de defensor con la piel de los hombres y mujeres del campo, que desde que nacen sufren en silencio y están siempre en el límite de la sobrevivencia. Su dolor es nuestro dolor, su afán inquebrantable por alcanzar la justicia es la enseñanza más sublime para mantenernos firmes e incólumes ante un estado represor que no respeta a los defensores de derechos humanos.Lo paradójico de nuestro trabajo es que entre más incidimos en la lacerante realidad de las violaciones a los derechos humanos, más riesgos enfrentamos; a mayor satisfacción por los logros obtenidos en beneficio de las víctimas, mayor vulnerabilidad y miedo nos envuelve porque el poder impune no tolera que las víctimas y sus defensores puedan alcanzar la justicia y vivir con dignidad. Con este lenguaje común queremos decirles que en buena medida lo que sucede en la Montaña tiene como origen las políticas relacionadas con la seguridad global que se diseñan en este país. La militarización que hoy padecemos es una decisión unilateral que ha multiplicado enormemente el número de violaciones a los derechos humanos, desquiciando la vida de muchas familias que son víctimas de los abusos militares. La guerra contra las drogas la vemos en nuestro Estado, como una guerra contra los pobres, hay un ensañamiento contra los indígenas que se ven orillados a sembrar amapola en las barrancas como una acción límite para garantizar su sobrevivencia. Contra ellos se enfoca toda la fuerza militar y como ejemplos tenemos las agresiones del Ejército en las comunidades de las Ollas, ubicada en la Sierra de Coyuca de Catalán; en Guadalupe Mano de León, municipio de Tlacoachistlahuaca en la región de la Costa Chica; y en Huamuxtitlán que se encuentra dentro de la región de la Montaña. Son indígenas y campesinos los que han tenido que pagar con su vida o han sufrido las torturas y soportado las agresiones y los allanamientos de morada por parte del Ejército que ahora actúa como policía, ministerio público y juez sin que exista autoridad civil alguna para investigar sus actos, acotar su poder, castigar a los responsables y obligar a que respeten los derechos de la población.Esto está sucediendo en nuestro estado y en otras partes del país a causa de que hay una línea política que está alentada por el gobierno de Estados Unidos de que la militarización es la única forma de combatir al narcotráfico. La Iniciativa Mérida es un instrumento que está avalando estas violaciones a derechos humanos y le está firmando un cheque en blanco al gobierno de México para que despliegue a miembros del Ejército en los territorios donde se agudiza la pobreza y donde hay una efervescencia de los movimientos de protesta social como sucede en la región de Ayutla, donde han sucedido masacres, violaciones sexuales de mujeres indígenas por parte del Ejército, ejecuciones extrajudiciales como las de Raúl Lucas Lucía y Manuel Ponce Rosas, encarcelamientos injustos como el de Raúl Hernández. Por ello, la Corte Interamericana otorgó medidas provisionales a 107 defensores de derechos humanos y sus familiares ante los riegos reales e inminentes que enfrentamos las organizaciones sociales y civiles, al grado de que como Tlachinollan nos vimos forzados a cerrar nuestra oficina de Ayutla.Como amigos y como miembros de la comunidad internacional que vela por los derechos humanos, queremos que sus voces sirvan para expresar las preocupaciones del pueblo pobre de Guerrero, de que la militarización no resuelve los problemas de la narcoviolencia y la narcopobreza. Queremos que en sus espacios donde interactúan e inciden puedan llevar este mensaje para que juntos podamos arribar a un mundo regido por la cultura de los derechos humanos. Para el pueblo de Guerrero sería el reconocimiento más valioso que podrían regalarle en estos momentos en que la tragedia nos arrastra por la violencia política y por la impunidad del Ejército y de las fuerzas policiacas.Este inmerecido premio tiene tras de sí a decenas de hombres y mujeres que siguen sin encontrar a sus seres queridos, que sufren los estragos de la tortura, que se ven obligados a salir de sus pueblos para ponerse a salvo, que son encarcelados injustamente, que son criminalizados y perseguidos, que han tenido que padecer el terror del estado con ejecuciones extrajudiciales. En su memoria y en nombre de sus familiares y amigos que siguen sufriendo y llorando su pérdida, va este reconocimiento. Nosotros somos simples instrumentos que nos sentimos honrados por vivir la experiencia dolorosa pero valiosa de ser defensores y defensoras útiles a la causa de quienes luchan desde la línea de fuego por un mundo justo.Este lenguaje de los derechos humanos es el que nos convoca en este lugar y el que nos permite hablar con el corazón en la mano, para decirles que los sentimientos que compartimos es el patrimonio más grande que poseemos como defensores de derechos humanos, porque no queremos la guerra, porque no toleramos la injusticia, porque no estamos dispuestos a ser cómplices de gobiernos que violentan los derechos humanos, porque estamos dispuestos a acompañar hasta las últimas consecuencias a las víctimas que sufren este flagelo, porque no aceptamos que en nombre de la democracia y de la seguridad de un Estado se utilice al Ejército como garante de la legalidad, porque no seremos cómplices de las políticas privatizadoras que quieren imponer los gobiernos para apropiarse de los recursos naturales que han sabido conservar colectivamente los pueblos indígenas, porque siempre alzaremos la voz contra cualquier abuso del poder.No nos sentimos dignos de esta distinción pero nos da confianza al saber que WOLA, con el gran prestigio que tiene, haya decidido que Tlachinollan figure dentro de las organizaciones que realizan un trabajo comprometido y de gran relevancia con los derechos humanos en el estado de Guerrero. Gracias por saber reivindicar el trabajo de organizaciones civiles que nos encontramos en regiones marginadas y por saber mirar a la Montaña de Guerrero como uno de los focos rojos donde se cruzan problemáticas muy graves que condensan la crisis de los derechos humanos que vivimos en México.