Gran devoción al Señor de las Maravillas
Es la imagen religiosa más visitada en la ciudad de Puebla.
El Sol de Puebla
Julieta Cerezo
«Sol de caridad que siempre brillas, obra en mi favor, padre Jesús, una de tus maravillas. Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí»… es parte del cancionero católico que con fervor miles de creyentes rezan día a día esperando les sea concedido el milagro del Señor de las Maravillas.
Figura dramática del siglo XVII que recibe a miles de feligreses, sin importar que sea o no día de celebración y que es celosamente resguardada en el convento de Santa Mónica, cuyo valor va más allá de lo que la propia historia del arte pueda dictar o la misma hagiografía pueda explicar, ya que es en la mente y fe de cada uno de sus visitantes y en la medida de la respuesta a su oración que esta imagen es estimada.
Aunque se sabe que su fecha de mayor veneración es el Viernes Santo, el Señor de las Maravillas, recibe ya sea un sábado o un lunes a más de dos millares de fieles devotos, tal es la demanda de uno de sus milagros y el agradecimiento de estos que los encargados de su cuidado han colocado en más de una ocasión, letreros en los que avisan a los feligreses que los regalos que le son dejados serán removidos cada quince días.
El interior del templo de Santa Mónica, que fue fundado en primer lugar como orfanato de niñas pobres en 1862 por el obispo Manuel Fernández, podría describirse como cualquier otro templo, donde convergen todos los Santos, la Virgen de Guadalupe y la Divina Providencia, pero un movimiento inusual se produce en la parte posterior de la iglesia donde, los que alcanzan a ser miles en un día, de devotos esperan que su oración sea lo suficientemente fuerte para sanar con sus problemas, enfermedades o carencias.
La arquitectura neoclásica que se combina con pinturas que datan del barroco, se ve alterada por la presencia de globos, flores y muñecos de felpa, todos señal de agradecimiento por haber sanado sus inquietudes; a pesar del gran impacto que tiene la figura sobre las personas, el desarrollo del mundo globalizado ha llevado que a la orilla del templo haya quienes hagan «su agosto» con la venta de diversos artículos que conmemoran la visita al Señor de las Maravillas, desde estampillas hasta grandes y costosos rosarios, las decenas de objetos que supuestamente también tienen efectos positivos e inexplicables sobre quienes las adquieran, se venden como pan caliente.
La fiesta del Señor de las Maravillas se celebra el 1 de julio y en torno a su devoción han surgido diversas historias siendo la más aceptada y de mayor denotación fantástica la historia de finales del XVII, cuando enfrente del templo había una cárcel, en la que uno de los presos era diariamente visitado por su esposa, quien conoció a otro reo cuya absoluta soledad le conmovió por lo que decidió llevarle comida en una canasta, al igual que a su marido.
Cumplida su pena el esposo salió de la cárcel y notó con recelo que su mujer seguía visitando la prisión por lo que comenzó a sospechar que ésta lo engañaba con el recluso al que también llevaba alimento, sin dudarlo decidió confrontarla y un día en su camino al lugar, la amenazó para que confesara a dónde iba y con quién iba, al notar que llevaba la canasta le exigió que le mostrara cuál era su contenido por lo que la mujer al no tener otra opción sólo respondió que llevaba «maravillas al señor».
De forma inexplicable aparecieron en el cesto, decenas de flores moradas denominadas maravillas, ante el asombro de la pareja, éstos decidieron llevarlas al templo y colocarlas en la figura de Jesucristo por lo que comenzó a ser llamado el Señor de las Maravillas, aunque su nombre original era el Señor de las Caídas, por la pose que tiene Jesús en la pieza que le es atribuida a la madera de un árbol que fue derrumbado por un rayo frente a la parroquia de San José.