Los Pames de Querétaro

Los Pames

               

 en Querétaro

  José Félix Zavala  

Los pames, el pueblo habitante inmemorial de la región serrana queretana,   es base fundamental de la cultura local, “La mayoría de los Pames actuales viven en el sureste del estado de San Luis Potosí y otros 600 u 800 habitan en la parte norte del estado de Querétaro, en la región de Tancoyol, municipio de Jalpan”. Dice la estudiosa de este pueblo chichimeca, Chemin Bässler.   

Los Pames septentrionales o queretanos que, a sí mismos se llaman Re nye ayyaw, como todo pueblo milenario de América, llaman al sol, Padre y a la tierra, Madre. Al salir de cacería, la primera pieza lograda  la muestran ritualmente al sol, mientras derraman su sangre sobre la tierra. Son los cazadores de arco y flecha, los Tamemes de la frontera entre Mesoamérica y la Gran Chichimeca. 

Navajas de obsidiana, cerámica, ritos agrarios y otros vestigios más de su cultura se encuentran en la zona habitada por este pueblo, en forma inmemorial y  ahora pertenecientes al estado de Querétaro. 

Estos datos coinciden con las evidencias arqueológicas que los arqueólogos han fechado en el año 2500 a. C. aproximadamente para el pueblo Otomiano u otomangue, uno de los pueblos que fuera piedra angular de la cultura mesoamericana. 

El pueblo mexica tenía en poca estima a los llamados Chichimecas, entre los que se incluía a los Pames. La causa era su rebeldía y su insumisión. Los pueblos que formaron la Triple Alianza tuvieron un dominio que abarcó desde Oxtipa hasta el Pánuco, y en el siglo XV dominaron a los pames- chichimecas. Esta  acción fue imitada por el invasor Hernán Cortés en 1522, dejando como gobernador en la región a Nuño de Guzmán, quién comerció la esclavitud de los Pames, al grado de que éstos se negaron a procrear más hijos. 

“La conquista espiritual estuvo íntimamente ligada a la conquista militar, los agustinos evangelizaron a partir de Meztitla, desde 1536… desarrollaron en esa región una lucha a muerte contra las religiones, mentalidades, cosmovisiones y estructuras sociopolíticas indígenas”. Concluye el investigadora Heidi Chemín. 

“Esa llamada sumisión india (Pame), no fue otra cosa que un medio radical que esos indios usaron para propagarse, cuando muchos otros grupos chichimecas eran transculturados, aniquilados, exterminados…”. 

Por un Breve, del Papa Inocencio Xl, expedido en 1682, se autorizó la creación de los colegios de Propaganda Fide, para la especialización de los misioneros franciscanos en lo que hasta entonces faltaba de evangelizar. 

El primer colegio fue fundado en Querétaro, se llamó “El Convento De La Santa Cruz De Los Milagros”, con 24 frailes, después seguiría el llamado de “Cristo Crucificado” de Guatemala, el de San Francisco de Pachuca, el de Guadalupe Zacatecas y el de San Fernando de México, de donde salieron Junípero Serra y los otros misioneros de la Sierra Gorda Queretana. 

Los llamados fernandinos son los que enviarían a Fray Junípero Serra y otros diez más para la Sierra Gorda, donde dieron un fuerte impulso misional, intentando que los Pames se integraran definitivamente al sistema novo hispano… y de nuevo se enfrentó una guerra a muerte contra la religión autóctona, sus rituales y sus sacerdotes… sólo los Pames que vivían en la zonas mas inhóspitas pudieron preservar su cultura y su manera de ser”.  

Durante la incursión de los fernandinos, en las misiones creadas por Junípero Serra,  residieron en la misión de Jalpan los frailes: Serra, Palau, Samaniego y Molina, en la de Landa estuvieron: De la Campa, Villaubrales, Arenaza y Samaniego, en Concá:  Magaña, Pérez De Osorio y Murguía; en Tancoyol Záenz De Inestrilla, Ramos De Lora, De Molina y Cruzado y como inquisidor Junípero Serra; en Tilaco fueron: Crepí, De La Campa, Gastón y De Sospedra. 

Los españoles señalaban a la Sierra Gorda,  hábitat natural de los Pames y Jonaces, como “el manchón de la ignominia” y tendieron un cerco sobre ellos que abarcó desde Río Verde y Villa de Valles, hasta Real de Minas de Zimapán y Meztitlan,  fundando “misiones” por decreto del virrey Fuenclara, el 23 de junio de 1743. 

En apoyo a este decir, citamos las palabras del biógrafo de Fray Junípero Serra, Pablo Herrera “Todos los indios que componían estas misiones pertenecían a la nación Pame, hablaban un mismo idioma y se les había congregado procedentes de varias rancherías en que vivían dispersos y de las que se extrajeron a sitios más acomodados, en el que se fundaron sus pueblos…” 

También el capitán Jerónimo de Labra, en 1740, se expresó de los Pames de esta manera: “tras un siglo de experiencia no se ha descubierto aún el medio de someterlos. Todas las expediciones militares intentadas contra ellos han fracasado, Franciscanos, Agustinos y Dominicos, han perdido el tiempo queriendo evangelizarlos, de ello concluyo que son imposibles de convertir…” 

Otro testimonio lo tenemos del fraile franciscano Juan Guadalupe Soriano, cuando dice: “El tratar con ellos es lento y dilatado martirio… rara vez agradecen un beneficio… son maliciosos… muy flojos y solo les agrada andar por los montes como fieras…”. 

Los españoles adoptaron, por convenirle a sus intereses, el trato y fama que de los chichimecas existía entre los pueblos del Valle de México y que justificará lo que más tarde harían con los habitantes de la Sierra Gorda, comportamiento común del invasor, sometiéndolos por esclavitud disfrazada, imposición religiosa,  congregándolos,  por repartimiento  o por exterminio. 

Los chamanes, llamados entre ellos, cuddo cajoo, tienen y tuvieron una importancia decisiva entre los Pames para resistir la embestida del exterior. El fraile José Guadalupe Soriano nos recuerda que le ofrecían al chamán tamales “para aplacarles el enojo”. 

Uno de los más grandes conocedores del arte en las “Misiones de la Sierra Gorda”,  Eduardo Loarca Castillo, señala: “Esta primera etapa de cristianización no pudo ser forzada debido a lo violento que resulta pasar de una tradición religiosa milenaria a una nueva. Por lo mismo se trató de una conversión masiva y superficial y no fue posible eliminar conceptos y prácticas de las antiguas teogonías, ritos y símbolos que perduran hasta nuestros días”. 

Los Pames son los constructores de las misiones portentosas de esta región y, junto a ellas se establecieron cinco comunidades de ese grupo humano. 

Son la de Xalli pan tepetl, Jalpan que quiere decir en nahuatl “sobre la arena”; la de Lan ha, Landa, que quiere decir “lugar cenegoso”, la de Comitl can, Concá, que quiere decir en nahuatl “lugar de ollas”; la de Tancoyotl, Tancoyol que quiere decir en nahuatl “lugar de coyotes”; la de Tilliatl, Tilaco, que quiere decir en nahuatl “en el agua negra”. 

“Todas ellas, bellas expresiones del barroco mexicano, llevado a lo máximo de su expresión por los indios pames y donde dejaron también reflejada su cultura y religión, en las fachadas, retablos, pinturas, esculturas, etc.” Sigue diciendo Eduardo Loarca Castillo. 

El simbolismo más importante y unificador que se encuentra entre los Pames y los misioneros es el referente a la madre de dios y pasa a ser un tema central en la construcción de las “misiones”, que serán los nuevos teocallis. Dándose un sincretismo o una apropiación cultural conveniente a ambas civilizaciones, es un acuerdo no pactado. 

El famoso evangelizador de las californias llega primero a estas tierras queretanas un 10 de junio de 1750, nueve años después ve culminada su “misión”, al serle entregada una representación, muy querida por los Pames, de la Diosa Cachum o Madre del Sol. 

Según el amigo inseparable de Junípero Serra, su biógrafo, Francisco Palau, nos señala lo elaborado de la cultura mesoamericana al decir: 

“Esta era una cara perfecta de mujer, fabricada de tecale, que tenían en lo más alto de una encumbrada sierra, en una casa como adoratorio o capilla, a la que se subía por una escalera de piedra elaborada, por cuyos lados y en el plan de arriba, había unos sepulcros de indios principales de aquella nación Pame…”. 

“Cuidaba de él (ídolo) un indio viejo, que hacía el oficio de ministro del demonio y a él ocurrían para que pidiese a la Madre del Sol, remedio para sus necesidades en las que se hallaban… junto (al ídolo) encontraron muchos idolillos que se dieron al fuego, menos el citado ídolo principal…”. Nos sigue narrando F. Palau. 

Esta famosa escultura de la diosa madre del Sol, fue buscada en vano por los soldados del terrible José de Escandón (exterminador de los Jonaces y reductor de los Pames) en la famosa batalla del cerro  La media Luna. La búsqueda de la figura y diosa Pame fue permanentemente infructuosa, “la costumbre” ha salvado a la religión milenaria. 

Al describir la arquitectura y el arte de la misión de Landa, Eduardo Loarca Castillo deja ver claramente el sincretismo Pame-Español, cuando dice: 

 “ Sobre la puerta aparece son soberana majestad, una escultura de la Virgen María, coronada y con sus manos juntas, en su advocación de la Purísima Concepción. La parte inferior, la adornan dos bellos floreros y en la parte superior dos ángeles turiferarios hincados, permaneciendo en actitud de adoración… en el tercer cuerpo hay cuatro columnas estípites peculiares, que tienen como decoración a la mitad del fuste una sirena, aunque de origen mitológico y pagano… Esta misión se llama Santa María de las Aguas”. 

El nombre de la misión hace referencia a una divinidad local muy venerada, llamada “El Dios de la vegetación” que en lengua pame lo llaman Nggono e´, el que cuida de los agricultores, es quién manda a los vientos, a las nubes, a los rayos, quién hace llover. El intermediario entre la divinidad y el hombre, es el Cajoo, el chamán, el médico además de sacerdote”, nos dice Pedro Velasco.  

Refiriéndose a la misión de Concá, nos sigue diciendo Loarca Castillo: “En las márgenes de la portada, hay dos contrafuertes coronados por unas columnas a las que parecen quieren subir una especie de monos de origen mitológico…”.  

Pero es digno resaltar que, pese a la fuerte política etnocida que han sufrido los pames durante más de 500, ellos han logrado sobrevivir. Sobre ello J.A. Mc. Gregor nos dice con un sentimiento de indignación: “Despojados de sus tierras, masacrados por la barbarie conquistadora, orillados y dispersos en pequeñas rancherías, disgregados en colleras de esclavos y enajenados en su más rica y profunda tradición cultural, la etnia Pame sobrevive…”,  

José Félix Zavala