Una ciudadanía transterritorial
Miguel Concha
Ayer se conmemoró el Día Internacional de las y los Migrantes y sus Familias, y hace un mes las organizaciones civiles Enlace, Comunicación y Capacitación y Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción al Desarrollo (ALOP) presentaron el original trabajo Sur, inicio de un camino. Ocasión propicia para referirnos ahora a él.
En la investigación se expone la compleja realidad de la frontera sur de México, como punto crucial y estratégico en el que convergen todas las condiciones migratorias: origen, retorno, tránsito y destino de mujeres, hombres, niñas y niños migrantes. A partir de las voces de los propios migrantes, el libro muestra un sinnúmero de historias de vida, que nos deja ver el amplio abanico de violaciones a los derechos humanos, a las que se enfrentan las y los migrantes en nuestra frontera sur. Una realidad, por cierto, sumamente dolorosa e injusta.
Más allá de ser un informe puramente académico, se trata de un instrumento de denuncia, en el que se toman en cuenta los diversos contextos que se desarrollan al unísono en ese mismo espacio geográfico, en el que se exacerban diversos intereses políticos y económicos. Para ello las autoras, Dafne Isis Cruz Monroy y Ana Elena Barrios Juárez Badillo, analizan el tema desde la perspectiva de la migración forzada por los efectos de la política neoliberal implementada en los países mesoamericanos, y es desde esa óptica como exponen las situaciones más complejas de las distintas realidades migratorias que convergen en esa frontera.
La crisis generalizada del campo y las crisis financieras recurrentes de las economías centroamericanas y mexicana, han ocasionado un incremento importante en la migración irregular, temporal y permanente a Estados Unidos, con el propósito de laborar en los mercados secundarios de trabajo en la industria y los servicios. Así las cosas, la migración se convirtió en nuestros países en una de las más importantes estrategias de disminución de la población campesina, y en algunas regiones la más importante. A pesar de la crisis y la política de contención de los flujos migratorios, las economías nacionales y regionales no pueden entenderse sin las remesas como una de sus primeras fuentes de ingreso.
En el caso nuestro, la frontera sur de México corresponde principalmente al estado de Chiapas, que en los recientes diez años se ha convertido en una entidad expulsora, cuya economía depende cada vez más de las remesas de los aproximadamente 330 mil chiapanecos que trabajan en Estados Unidos, y a los que cada año se suman otros 50 mil. En este contexto, la política social diseñada e implementada en las comunidades campesinas e indígenas posee un corte marcadamente asistencialista, que ha orillado a la población a buscar fuera de sus lugares de origen una mejor calidad de vida.
México es, además, uno de los países más importantes de tránsito de migrantes en el mundo. Son varios los puntos de cruce utilizados por las y los centroamericanos en la frontera sur, para entrar a territorio mexicano y caminar aproximadamente 10 días para llegar a Arriaga, donde abordan el tren de carga Chiapas-Mayab. Alrededor de 300 migrantes lo hacen cada tercer día, y sólo aproximadamente 10 por ciento llega a su destino. El resto es detenido, asaltado o resulta accidentado. Por eso el papel de la frontera sur es, entre otras cosas, “servir de muro de contención” para las y los transmigrantes centroamericanos. Como lo menciona el libro, la población que transita por nuestro país es víctima de innumerables y graves agresiones, principalmente cometidas por autoridades y grupos de la delincuencia organizada.
La frontera sur de México es también destino histórico de trabajadores y trabajadoras provenientes de las regiones más empobrecidas de Guatemala, que laboran en actividades relacionadas con la producción agrícola, sobre todo en la región del Soconusco. Se calcula que al año trabajan allí más de 150 mil jornaleros. Sus derechos laborales son ignorados, y es creciente la participación de mujeres y menores en condiciones todavía más injustas. La situación legal y el contrato laboral que se les otorga es de modo verbal, y los abusos contra ellos y sus familias son frecuentes. Los más comunes son el despido injustificado, la retención de salarios y documentos, sin mencionar las largas jornadas laborales, el maltrato y la discriminación racial, así como las condiciones inhumanas de vivienda, alimentación y salud en los lugares de trabajo. Son centroamericanas 98 por ciento de las mujeres que trabajan de meseras o en el servicio sexual en la frontera sur. Sus garantías fundamentales no existen, y su condición humana es reducida a la de meras mercancías. La explotación sexual, como forma más frecuente de trata de personas, es una de las realidades más lacerantes en esa frontera.
Luego de mostrar los diferentes momentos en los que los migrantes son “objeto” de abuso e incumplimiento de sus derechos, el libro nos plantea una noción que se contrapone y esboza un panorama reivindicativo distinto de la condición migratoria: las y los migrantes como sujetos de derecho, actores que emergen como protagonistas de su propia ciudadanía, una “ciudadanía transterritorial”. Sin embargo, este panorama es nuestro reto. Es una condición para la que tenemos que trabajar, uniendo esfuerzos desde nuestros distintos espacios. El documento se encuentra en su versión electrónica en el sitio de ALOP, en la siguiente liga:
www.alop.or.cr/novedades/verDatosItem.phtml?pos=0