Javier Sicilia y Dios

Javier Sicilia

Ciudad de México, 1956  

Es poeta, narrador, traductor, profesor, editor y ensayista.  

Estudió letras francesas en la FFyL de la UNAM. Ha sido editor en las direcciones generales de Difusión Cultural de la UNAM y de la UAM; guionista de cine y televisión; coordinador de talleres de poesía; fundador y director de El Telar; jefe de redacción de la Revista de Poesía; director de Ixtus; miembro del consejo de redacción de Los Universitarios y del consejo editorial de Cartapacios. Profesor de literatura, estética y guionismo en la UAEM y en la Universidad La Salle de Cuernavaca. Miembro del SNCA desde 1995.  

Premio José Fuentes Mares 1991 por El bautista.  

Obtuvo, junto con Jorge González de León, el Ariel para el mejor guión cinematográfico por Goitia, un dios para sí mismo (dirigida por Diego López).

¿La poesía es el lenguaje de Dios?

 

Es el ropaje de Dios.

No sólo la poesía, el arte en general.

Los peores momentos de decadencia que ha vivido la religión, como estos, son precisamente cuando no hay arte.

Los himnos, los salmos, la liturgia, las catedrales medievales góticas y románicas eran la presencia de Dios a través del arte.

Uno de los nombres de Dios, quizá el primero, es Belleza.

El mundo es bello; Dios es bello; su presencia primera es la belleza.

Y tiene bondad y verdad: los trascendentales. Belleza es el primer nombre de Dios y ha sido su ropaje en el mundo de la religión.

La decadencia llega cuando la religión ya no tiene arte.

Se vuelve una pura palabra ideológica. 

Me encantaría ver en la liturgia mexicana poemas de Manuel Ponce, ¿por qué no?, de Francisco Aldapa o de Concha Urquiza.

Los Salmos fueron escritos por poetas, también los libros proféticos.

Las grandes obras arquitectónicas de las catedrales, las pinturas sacras ¿quién las hizo? ¡La música! el mejor músico de música sacra es Bach, un luterano.

La iglesia tiene un terrible temor de sus artistas cuando debía incorporarlos a la vida litúrgica. Por eso la iglesia actual suena a vieja, porque quedó en el pasado y no articula el pasado hacia el presente ni genera esa construcción inmensa que es la Iglesia peregrina.   

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