Fin del fuero eclesiástico
Bernardo Barranco V.
Aunos días de que finalizara 2009, la justicia argentina condenó al ex arzobispo de Santa Fe, monseñor Edgardo Gabriel Storni, a ocho años de prisión por abuso sexual agravado por su condición de sacerdote contra un joven seminarista en los años 90. La sentencia fue emitida por la juez María Amalia Mascheroni; el caso Storni comenzó desde 1994 cuando, por orden del Vaticano, monseñor José María Arancibia investigó denuncias de jóvenes seminaristas sobre supuestos abusos sexuales del entonces obispo de Santa Fe.
El resultado de estas pesquisas fue dado a conocer al público en el año 2000 en un libro publicado por la periodista Olga Wornat, titulado Nuestra Santa Madre, que provocó conmoción en la sociedad argentina. En septiembre de 2002, monseñor Storni renunció a su cargo y envió una carta al papa Juan Pablo II en la que no reconocía culpas ni acusaciones. Meses después, Storni se declaró inocente ante la justicia penal, negando los cargos. Pese a la lentitud, finalmente se hizo justicia, aunque la sentencia es atenuada, por motivos de edad y salud, a una forzosa reclusión domiciliaria. Para el columnista uruguayo Washington Uranga, del diario argentino Página
La pregunta clave es: ¿se está resquebrajando el llamando “fuero eclesiástico”?; es decir, el trato privilegiado y preferencial, especialmente en aquellos países de mayoría católica, que hasta ahora han gozado miembros del clero, teniendo un trato ventajoso por la justicia civil a lo largo de todo el siglo XX. ¿Se está desmoronando lentamente la impunidad secular, la complicidad y el encubrimiento del Estado para beneficio del alto clero? En Argentina existe otro caso que falta sustanciar: se trata del sacerdote pedófilo Julio César Grassi. En Panamá también se desató un gran escándalo en torno a un albergue juvenil en Colón, que está a punto de ser cerrado no sólo por