La fe de los ateos
«No critiques a tus enemigos, que a lo mejor aprenden.»
-Juan Goytisolo
Una doctora ante la que me indignaba porque no conseguía descubrir el origen de la enfermedad que padecía yo (Enfermedades monogénicas) -en la próxima nota voy a hablar de las desesperadas búsquedas de diagnóstico que deben soportar algunos pacientes-, me dijo un día: “La medicina no es una ciencia, es un arte” (Historia de
Esta frase me hizo meditar durante mucho tiempo hasta que logré, tal vez, entenderla en toda su magnitud.
Digamos para empezar que ningún arte se basa en cantidades exactas, verdades absolutas o definiciones indiscutibles.
El aserto de la doctora me persiguió y se hizo más presente cuando empecé a interesarme -desde la mayor ignorancia, por supuesto- en ciencias como la física, a la que actualmente, debido a las polémicas que suscita, considero la más oscura de las artes, la más indescifrable “religión” (Restauración de
De la teoría de las cuerdas, universos paralelos incluidos, etc., hasta la existencia o no de materia oscura, agujeros negros o agujeros de gusano, todo es una pregunta no resuelta, una gran pregunta para responder a la cual algunos convocan a Einstein con su “Dios no juega a los dados con el universo” y otros aseguran que Einstein estaba equivocado… Hasta del venerable Isaac Newton se dice a veces que hay que revisar de urgencia su Ley de Gravedad -¿la vetarán? (Recomiendo a todos, sabios y humoristas, la siguiente monografía: El fraude y el humor en la ciencia).
Todo esto viene a cuento debido a que en la entrada anterior, cuando hablé de la intolerancia entre la gente de diferentes religiones, olvidé mencionar al menos explícitamente a la también dura intolerancia que sustentan algunos ateos contra los creyentes (Ver Diatribas antiateístas y En defensa del ateísmo: sofismas teístas).
En nuestro mundo cotidiano y rampante, pueden sonar a fábula los dogmas religiosos, es cierto. Se trata de cuestiones demasiado bellas, demasiado tranquilizadoras, y somos por naturaleza bastante incapaces de creer en los verdes paraísos (¿Existe realmente Dios?). Hasta dentro de la misma gente religiosa se han acuñado frases populares de incredulidad tales como: “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.
Pero también entre los mayores filósofos, escritores y artistas (Filósofos contemporáneos), casi diría que es más común encontrar dudas o directamente ateísmo que lo contrario, y diría además que esto no es sólo contemporáneo.
Hubo épocas en que nadie, por más letrado o celebrado que fuera, se animaba a alzar la voz para decir, aunque lo creyera profundamente, que no había Dios ni dioses. He estado leyendo a Voltaire, y juraría que es así, lo mismo que Montaigne y tantos otros viejos amigos (Voltaire).
“Guerras religiosas”
La entrada anterior, ¡qué “querellas” desató! -en realidad, estaban ahí, atadas, las querellas, y el artículo las desató. Se podría decir que otra “guerra religiosa”.
Por Mora Torres.