Fe y ciencia

CIUDAD DEL VATICANO,  La fe no se opone a la investigación médica, sino que le ofrece un marco moral, no exclusivo para los cristianos, sino accesible a todos por medio de la razón.

Así lo manifestó el Papa al recibir hoy en audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se celebra estos días en Roma.

El Papa enfocó su discurso a las dos cuestiones que actualmente centran los trabajos de la Congregación, la bioética y la ética médica, por un lado, y los desafíos del diálogo ecuménico, por otro.

En cuanto a la primera cuestión, que ocupó gran parte de su discurso, el Papa subrayó la importancia de la publicación de la instrucción Dignitas personae (2008), por parte de este Dicasterio.

“En temas tan delicados y actuales, como los que se refieren a la procreación y a las nuevas propuestas terapéuticas que comportan la manipulación del embrión y del patrimonio genético humano”, la Instrucción afirma “el valor ético de la ciencia biomédica se mide con referencia tanto al respeto incondicional debido a todo ser humano, en todos los momentos de su existencia, como a la tutela de la especificidad de los actos personales que transmiten la vida”, observó.

En este sentido, Benedicto XVI mostró su oposición a la mentalidad “según la cual la fe se presenta como obstáculo a la libertad y a la investigación científica, porque estaría constituida por un conjunto de prejuicios que viciarían la comprensión objetiva de la realidad”.

Las enseñanzas de la Iglesia en cuestiones bioéticas, subrayó el Papa, proceden de la ley moral natural, que es accesible a la razón humana, se sea creyente o no.

“La ley moral natural no es exclusivamente o predominantemente confesional, aunque la Revelación cristiana y la realización del hombre en el misterio de Cristo la ilumine y desarrolle en plenitud su doctrina”, insistió.

Esta ley está “fundada en la propia naturaleza humana y accesible a toda criatura racional”, y “constituye la base para entrar en diálogo con todos los hombres que buscan la verdad y, más en general, con la sociedad civil y secular”.

Por ello añadió que la fe cristiana “ofrece una contribución verdadera también en el ámbito ético-filosófico, no proporcionando soluciones preconstituídas a problemas concretos, como la investigación y la experimentación biomédica, sino proponiendo perspectivas morales fiables dentro de las cuales la razón humana puede buscar y encontrar soluciones válidas”.

“La Iglesia, al proponer valoraciones morales para la investigación biomédica sobre la vida humana, llama a la luz, tanto de la razón como de la fe”, afirmó Benedicto XVI.

Retos ecuménicos

Por otro lado, el Papa aludió a los nuevos retos, en el campo ecuménico, planteados durante el año 2009 a la Congregación, por el caso de la Fraternidad de San Pío X y por la incorporación a la Iglesia de grupos de fieles procedentes de la Comunión Anglicana.

En este sentido, subrayó que la misión del Papa es en primer lugar, la del ministerio de unidad, y que ésta es ante todo “unidad de fe, apoyada por el sagrado depósito, del que el Sucesor de Pedro es el primer custodio y defensor”.

“Alcanzar el testimonio común de la fe de todos los cristianos constituye, por tanto, la prioridad de la Iglesia de todos los tiempos, con el fin de conducir a todos los hombres al encuentro con Dios”.

Por ello, invitó al Dicasterio a seguir trabajando “para que se superen los problemas doctrinales que aún permanecen, para alcanzar la plena comunión de la Iglesia, por parte de la Fraternidad San Pío X”.

El Papa mostró también su satisfacción por el compromiso de la Congregación “a favor de la plena integración de grupos de fieles y de individuos, ya pertenecientes al Anglicanismo, en la vida de la Iglesia católica”.

“La fiel adhesión de estos grupos a la verdad recibida de Cristo y propuesta por el Magisterio de la Iglesia no es en modo alguno contraria al movimiento ecuménico, pero muestra, en cambio, su fin último, que consiste en alcanzar la comunión plena y visible de los discípulos del Señor”, concluyó.

Por Inma Álvarez


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