«Actuar como ciudadanos comprometidos»

Howard Zinn, historiador  

Se involucró en todas las grandes

luchas sociales del siglo XX  

BARBARA CELIS   El País 

Mientras el mundo de las letras lloraba la muerte de JD Salinger, la izquierda estadounidense, la real, la que está a la izquierda de Obama y de los demócratas, lamentaba la pérdida del historiador y activista Howard Zinn, fallecido también el pasado miércoles de un ataque al corazón. Tenía 87 años y la muerte le sorprendió feliz, nadando en Santa Mónica (California). 

Propuso una visión de Estados Unidos desde el lado de los perdedores

Pocas figuras han sido tan influyentes para el pensamiento radical estadounidense como la de este hombre afable, de pronta sonrisa, de hablar pausado y espíritu combativo, autor de The people’s history of United States, uno de los libros que desde su publicación en los años ochenta ha marcado a sucesivas generaciones de estudiantes e intelectuales. Con él aprendieron a mirar hacia su propio país desde el punto de vista de los desposeídos, de los no privilegiados y sobre todo, de los que siempre se habían considerado los perdedores de la historia. 

The people history of United States fue un terremoto desde el punto de vista académico porque ponía el acento en la lucha de clases como base esencial de la historia estadounidense, contraviniendo siglos de historicismo triunfalista. Muchos le acusaron de ser demasiado parcial, pero para muchos otros fue una puerta hacia una realidad pasada que les cambió la forma de mirar hacia el futuro. 

«Fue una continua fuente de inspiración», declaraba tras su muerte el cantante Eddie Vedder. Y Willie Nelson escribía en su página web: «Howard Zinn tenía la esperanza de conseguir que la gente demandara un gobierno más democrático. Esperaba que una vez que la gente entendiera que tiene el poder de cambiar las cosas, las cambiara». 

No es casualidad que dos cantantes se unieran el jueves a la larga lista de personalidades que lamentaron su muerte: Howard Zinn confiaba en el poder del arte y los artistas para cambiar la sociedad y fueron muchos quienes le tomaron la palabra. 

Nacido en Brooklyn (Nueva York) en 1919, lo primero que leyó fueron las obras completas de Charles Dickens, conseguidas gracias a un cupón de un periódico. Ver el desahucio de sus vecinos a manos de su casero le dejó una huella imborrable en la adolescencia, pero sería su experiencia como piloto de un bombardero durante la II Guerra Mundial la que marcaría a hierro su camino como activista y teórico social al convertirse tras el conflicto en un defensor a ultranza del pacifismo y en un durísimo crítico del aparato militar estadounidense. 

Nueve años después de tomar parte en los primeros bombardeos con napalm en Royan, Francia, regresó al lugar del crimen y descubrió sus efectos. No sólo escribió un ensayo denunciando la utilización de objetivos civiles en los bombardeos militares de aquella guerra: Zinn fue el primero en escribir un libro (The logic of withdrawal) reclamando la salida de Estados Unidos de Vietnam en 1964. 

Profesor de ciencias políticas durante casi 25 años en la Universidad de Boston, Zinn tomó parte activa en todas las grandes luchas sociales del siglo XX, desde el feminismo a la batalla por los derechos civiles y alrededor de todo ello publicó una decena de libros, incluida una autobiografía cuyo título habla por sí solo: You can’t be neutral on a moving train (no puedes ser neutral en un tren en movimiento). 

El libro también dio título a un documental sobre su vida. Fue a él a quien acudió Daniel Ellsberg, el hombre que hizo públicos los llamados papeles del Pentágono para esconderlos antes de entregárselos a la prensa. Y fue él quien hace apenas unos meses, frente a la pasividad de quienes se conformaron con poner a Obama en la presidencia y esperar un milagro, advertía: «El trabajo de Obama no se puede comparar con el de Bush, porque todo frente a Bush parece positivo. Hay que mirar honestamente hacia el trabajo de Obama y actuar como ciudadanos comprometidos y vigorosos». 

Su gran pelea fue recordarle a la gente que se implicara políticamente, saliera a la calle y le hiciera saber a los políticos su opinión sobre su labor. En un país atemorizado por la palabra socialismo, Zinn la repitió sin pudor hasta sus últimos días. «El socialismo dice ‘ey, tengamos una sociedad más amable. Compartamos cosas. Tengamos un sistema económico que no produce cosas sólo porque así gana dinero una empresa, sino porque la gente necesita ciertas cosas. La gente no debería alejarse de la palabra socialismo porque hay que ir más allá del capitalismo».

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