Cuando un papa y un rabino comentan las Escrituras
Monseñor Paglia analiza la visita de Benedicto XVI a la Sinagoga de Roma
El rasgo que caracteriza la visita de Benedicto XVI a la gran Sinagoga de Roma fue el hecho de que un jefe de la Iglesia Católica y un rabino comentaran juntos las Sagradas Escrituras.
Lo ha afirmado a ZENIT monseñor Vincenzo Paglia, obispo de Terni-Narni-Amelia, que desde 2004 hasta el año pasado fue presidente de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo de la Conferencia Episcopal Italiana, antes de ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal de Umbría.
Aunque “se haya producido en un momento un poco más turbulento, en ciertos aspectos”, respecto de la realizada en 1986 por Juan Pablo II, según el prelado “la visita ha significado, sobre todo, la confirmación de la irreversibilidad de nuestro camino común”.
“No diría que hayan desaparecido todas las sombras –precisó–, pero ha emergido la voluntad clara de mirar al futuro, un futuro que ha significado por los menos dos pistas: una, la de los campos comunes de intervención y testimonio: el valor supremo de la vida, la santidad de la familia, la tutela de la creación, la atención a los necesitados; la otra que se ha realizado se refiere al campo de las Escrituras”.
El aspecto innovador de la primera visita de Benedicto XVI al templo mayor de Roma, añadió el prelado, es que “en la Sinagoga, se ha dado ya un paso adelante porque ambos han comentado las Escrituras acogiéndose mutuamente”.
“Por primera vez un rabino ha comentado la Escritura ante el Papa y viceversa –observó–. Este evento, en mi opinión, se comprende bien dentro de la visión señalada por el Papa, según la cual también Israel debe responder a la Revelación”.
“Es un paso adelante en la línea espiritual –añadió–. Y la importancia del discurso papal está justamente en este pasaje no en el plano de la diplomacia sino en el plano espiritual, que en mi opinión es el aspecto que debe ser consolidado”.
Monseñor Paglia, que en 2002 fue nombrado por la Santa Sede presidente de la Federación Bíblica Católica Internacional, puso el acento en la “invitación del Papa a prestar mayor atención a la interpretación judía de las Escrituras”.
En su discurso, el pontífice citó un pasaje del documento publicado en 2001 por la Comisión Pontificia Bíblica –cuando la presidía el cardenal Ratzinger- titulado “El pueblo judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana”, cuya intención era también contribuir al diálogo fraterno entre cristianosy judíos a partir del reconocimiento de la autoridad y de la importancia de las Sagradas Escrituras del pueblo judío para la Biblia cristiana.
Concretamente, durante el encuentro en la Sinagoga, el Papa recordó “la solidaridad que liga a la Iglesia y al pueblo judío ‘a nivel de su misma identidad’ espiritual y que ofrece a los cristianos la oportunidad de promover ‘un renovado respeto a la interpretación judía del Antiguo Testamento’”.
Monseñor Paglia recordó la necesidad para judíos y católicos de “proceder sobre espacios comunes recorriendo aquellos puentes que poco a poco consolidan el encuentro”.
“Estoy convencido –añadió- que el ignorarse no es nunca extraño a perspectivas positivas. Al contrario, las dificultades que hay no deben impedirnos seguir aquella línea de fraternidad que nos vincula en las Escrituras”.
“Las dificultades, obviamente, existen y cada uno las vive según la historia pasada. Y no debemos olvidar que la sensibilidad judía sobre ciertos temas está muy atenta”, añadió.
“Pero he notado que hay una voluntad de superar las dificultades, teniendo presente que no todos estaban de acuerdo sobre la visita del Papa a la sinagoga –subrayó el obispo–. Y el hecho de que se haya producido igualmente muestra una clara voluntad de continuar”.
Respecto a la cuestión de Pío XII y sus presuntos silencios sobre la tragedia de la Shoah, “el problema sigue todavía abierto”, dijo monseñor Paglia.
“En mi opinión, ahí hay que distinguir, como subraya el padre Federico Lombardi, la cuestión histórica de otras cuestiones –explicó–. En todo caso, esto no debe impedirnos seguir encontrándonos, justo porque la fe en el Dios de los Padres nos une”.
El obispo de Terni-Narni-Amelia dice compartir las declaraciones del embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Lewy, publicadas en el diario vaticano L’Osservatore Romano, en las que afirma que “sólo pocos representantes del judaísmo están realmente empeñados en el actual diálogo con los católicos” y que muchos judíos miran a la propia identidad religiosa en términos de “autosuficiencia teológica”.
“El judaísmo ‘italiano y europeo’ es en general abierto, dialogante y por tanto dispuesto también a reflexionar sobre temas compartidos con los católicos –comentó monseñor Paglia–. Un ejemplo de novedad, en este caso, es la atención prestada a la figura de Jesús también por parte de los judíos”.
“Todo esto está totalmente ausente en un cierto judaísmo ortodoxo –observó–. En efecto, esto explica también por qué es importante dialogar: el encerrarse lleva fácilmente, en un mundo como el actual, a la autorreferencia. Mientras que frente a los grandes problemas debemos unir fuerzas, por ejemplo para hablar de Dios, para hablar de la dignidad del hombre. Pero esto es posible si hay de hecho una referencia a Dios”.
“Debemos evitar por una parte una superficialidad sincretista –añadió el prelado- que sería sólo deletérea, y por otra erigir otro muro de separación”. “Hay un espacio estrecho y complejo de diálogo, que es la única posibilidad pero también el gran desafío que debe unir a judíos y cristianos para responder a las nuevas fronteras del mundo”.
El prelado comentó como “un paso del diálogo al triálogo” la alusión hecha durante la visita del Papa por Riccardo Pacifici, presidente de la Comunidad Judía de Roma, sobre la necesidad de “solidarizarse con las fuerzas que en el Islam interpretan el Corán como fuente de solidaridad y fraternidad humana, en el respeto de la sacralidad de la vida”.
“Sin embargo, está claro que ya, como ha repetido varias veces el Papa, el problema no es absolutamente poner sobre el mismo nivel a todas las religiones –precisó monseñor Paglia–. Esta sería una blasfemia. Otro, en cambio, es el discurso sobre cómo convivir y sobre cuáles responsabilidades comunes podemos tener”.
“Hoy, ante ciudades, países y sociedades de hecho multirreligiosos, está claro que se pide la capacidad del encuentro sin renunciar a la propia identidad –concluyó–. Este es el gran desafío. De hecho, el encuentro es posible si permanecemos de algún modo firmes en nuestras profundas convicciones religiosas”.