NUEVA YORK, viernes 5 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Para incentivar el crecimiento social y económico, hay promover las relaciones personales, afirmó el arzobispo Celestino Migliore este jueves en la 48ª sesión de la Comisión para el Desarrollo Social del ECOSOC.
El Observador Permanente de la Santa Sede ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas intervino en esa reunión, celebrada en Nueva York, dedicada a la promoción de la integración social.
“Para promover el crecimiento económico y social, junto con el empleo, parece que los patrones de consumo deben centrarse en los bienes de relación y los servicios que promuevan una mayor conexión entre las personas”, afirmó .
“Al invertir en bienes de relación, como la asistencia médica, la educación, la cultura, el arte, el deporte -cosas que desarrollan a la persona y requieren justamente la interacción humana en lugar de la producción de la máquina-, el Estado, a través de su intervención pública, abordaría el desarrollo en su raíz, a la vez que promovería el empleo y el desarrollo a largo plazo”, añadió.
El nuncio destacó que “el desarrollo social y la integración no llegarán sólo de soluciones tecnológicas, ya que se refieren en primer lugar a las relaciones humanas”.
La vida y la familia, factores de desarrollo
Y señaló una implicación importante, al decir que “centrarse en las relaciones humanas llama necesariamente a una apertura a la vida que es una contribución positiva al desarrollo social y económico”.
En este sentido, explicó que “demasiado a menudo, el aumento de la población se ve como una causa de pobreza, lo cual es un significado a superar, ya que sólo con la fuerza del trabajo pueden encontrarse soluciones a la pobreza”.
Para la Santa Sede, “promover la vida y la familia y encontrar caminos para integrar la contribución de todas las personas permitirá a las sociedades alcanzar su pleno potencial y lograr el desarrollo”.
El arzobispo también señaló una relación directa entre familia y desarrollo, al explicar que “la familia es el primer contexto en el que los niños aprenden ciertas habilidades, actitudes y virtudes que les preparan para la fuerza de trabajo y así pueden contribuir al crecimiento económico y el desarrollo social”.
“La educación y la formación son inversiones a largo plazo”, reconoció al mismo tiempo.
Y destacó la necesidad de que “las políticas de promoción de la familia se basen no sólo en la redistribución, sino sobre todo en la justicia y eficacia y en asumir responsabilidad para las necesidades económicas y fiscales de las familias”.
Migración e integración
En este punto, se refirió a un importante factor de integración en las sociedades actuales: la migración.
“En la promoción de la integración social en nuestro mundo de hoy no podemos pasar por alto la creciente atención que requiere la migración, y en particular, la migración irregular”, dijo.
El arzobispo recordó que en países de intensa inmigración, se dan “intolerancia y fricciones mutuas entre ciudadanos y recién llegados”.
Y señaló que esto pide una mayor atención a dos aspectos claves en los que pueden hallarse soluciones al problema: “la aceptación de los migrantes y el respeto a la ley”.
Al mismo tiempo, monseñor Migliore explicó que “integración y cohesión social son parámetros que nos permiten encontrar soluciones adecuadas a cuestiones complejas relacionadas con la inmigración”.
El arzobispo indicó también que “la integración requiere un largo tiempo y normalmente se logra en generaciones posteriores”.
Y destacó que esta integración “se basa en una visión activa de la ciudadanía nacional, en los mecanismos de interacción que implican el total respeto a los derechos fundamentales de todos -ciudadanos y recién llegados- y en una cultura de justicia social”.
Las organizaciones religiosas, promotoras de participación ciudadana
También señaló la importancia de las comunidades, por ejemplo religiosas, para lograr la integración, ya que incentivan la participación en la sociedad.
“En los programas de integración social, incluidos los esfuerzos para reducir la brecha en educación, atención sanitario y cuidado del entorno, desempañan funciones importantes la sociedad civil y las organizaciones religiosas”, aseguró.
Y ello porque “ayudan a garantizar la participación de las comunidades locales y a promover la cooperación y la participación de todas las personas”.
Justicia y promoción social
En un sentido más general, monseñor Migliore dijo que la globalización nos hace más vecinos, pero no más hermanos.
Y señaló que la solución no se encuentra sólo en la combinación de buenas leyes y medidas e incentivos sociales.
“Siempre es necesario progresar y tomar en consideración el bien integral de la persona humana en su distintas dimensiones, incluida la espiritual”, afirmó.
Y advirtió que “mientras el sistema financiero parece estar recuperando la estabilidad y el incremento de la producción en algunos sectores ofrece signos de recuperación económica, todavía en muchos lugares el nivel de desempleo continúa empeorando”.
En medio de la crisis económica, subrayó, “las reflexiones sobre la promoción social deben tener en cuenta su relación con la erradicación de la pobreza y el pleno empleo, incluyendo el trabajo digno para todos”.
Por Patricia Navas