De la Ermita de Los Angeles y La Guerrero

Ángeles y machetes  

Ángeles González Gamio  

Admira la perseverancia que han tenido los habitantes de la colonia Guerrero, vecinos del Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, cuyos orígenes son una pequeña ermita que, según la leyenda, se construyó después de la terrible inundación que azoló la capital en 1580.  

Se cuenta que entre las aguas apareció un lienzo con una hermosa imagen de María Santísima rodeada de ángeles; éste fue recogido por Izayoque, un piadoso cacique indígena, quien le construyó una sencilla capilla de adobe para venerarla, 

Era tanta su gloria, que en 1596 el Arzobispo mandó construír una capilla, misma que fue varias veces reconstruida, por sufrir los embates de la naturaleza sin que la Virgen sufriera ningún daño, lo cual le creó gran fama. 

Para mediados del siglo XVIII la construcción se encontraba en un estado lamentable, por lo que el sastre José Haro, con apoyo de vecinos, logró levantar una iglesia. 

Por estar en una zona pantanosa padeció frecuentes inundaciones, que hicieron necesario repararla múltiples veces, hasta que a fines del siglo XIX, con el apoyo de Emilio Dondé y la colaboración vecinal, se reconstruyó totalmente. El resultado fue un enorme templo con 12 altas columnas de cantera con elaborados capiteles y una gran cúpula coronada con una linternilla de cuatro metros. 

Ante el profundo desazón de la comunidad, a los pocos años la estructura se cuarteó y los muros se hundieron desigualmente, con peligro de derrumbarse. Nuevamente se iniciaron las gestiones para su reparación y en está ocasión expertos ingenieros llevaron a cabo una cirugía mayor, compactando el subsuelo fangoso con inyecciones de piedra triturada y agrandando la base de sustentación mediante trabes de cemento armado. Trabajos notables que se se llevaron a cabo de 1907 a 1912. 

A partir de entonces, ya con el templo firme, le han efectuado inumerables obras, la mayoría de decoración, no siempre afortunadas, como la fachada de cantera adornada con un voluminoso altorelieve de la imagen tutelar, de proporciones desmesuradas y que además tapó el ojo de buey, que iluminaba la entrada al templo, que quedó oscurecida. antiguas nos muestran la iglesia en el siglo XIX con una sobria fachada, con las torres de los campanarios sostenidas por gruesas pilastras almohadilladas. 

Pero todo se olvida cuando se acerca a admirar la bellísima imagen, que desde hace centurias se conserva en la pared de adobe, ahora protegida por un marco de cristal. Medida inteligente pues en el pasado la revestían con ricos trajes de pedrería, sujetos a la pared con clavos. 

Pronto podremos admirar la versión de la soberbia virgen, rodeada de pequeños ángeles, que esta realizando la magnífica pintora Carmen Parra, quién prepara una exposición sobre el tema. Se dice que esta imagen bautizó a la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos. 

El santuario se encuentra en la calle de Lerdo y a unos pasos, en el número184, doña Martha Bernal, prepara desde hace 30 años los famosos “machetes”, que son unos tacos de 60 centímetros de largo, que pueden ser rellenos de tinga, huitlacoche, panza, flor de calabaza, pollo, champiñones y una variedad de guisados; una comida completa con un único y suculento taco. 

En la siguiente cuadra se encuentra el salón de baile Los Ángeles, que lo recibe con su célebre lema “El que no conoce Los Ángeles, no conoce México”. 

En sus amplios salones, con dos excelentes orquestas, celebró su cumpleaños recientemente Froylán López Narváez, querido y respetado periodista, autor de la ya famosa frase “La rumba es cultura”. Se puede ir a bailar los martes y domingos, con alegría natural, ya que no se venden bebidas espirituosas. 

Si se le antoja un copetín para recuperar fuerzas, cruzando la calle está la cantina La Tormenta, muy bien puesta, con mesas y sillas de madera pulida, gabinetes de piel negra, una gran barra cubierta del mismo material y una contrabarra con una amplía variedad de brebajes etílicos. 

gonzalezgamio@gmail.com

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