Temor por los poetas profesores

Un poeta que habla en medio

de la plaza  

Rafael Alberti  

 

La Jornada Semanal  

Yo suelo sentir algún temor de los poetas profesores, de ésos que diariamente son obligados a dictar clases a sus alumnos.  

A Luis García Montero no lo conozco en ese trance, ni me lo imagino.  

Allí estará bajando de sus concretas musarañas a la realidad inquietante de sus discípulos, que lo andarán contemplando como a un ser caído de una rama, metido entre las hojas que le traen un poema, una estrofa del corazón o una copla incisiva contra la guerra, gritada hombro con hombro de su amigo el por siempre a la concha de Venus amarrado, permanente y arrebatado poeta Javier Egea.  

Pero yo amo a Luis García Montero, cada vez más escapado de moldes y vaivenes, todavía capaz del verso y la actitud en medio de una plaza, ante ese admirable pueblo que lo recibe como a una paloma mensajera de algo que está ansioso de oír.  

Lo admiro abiertamente por su gran dominio de todos los medios de expresión poética, su extenso idioma heredado de todas las riquezas del idioma a los cuatro vientos del habla andaluza y sus anchos sinfines para el amor, ya con el corazón del rascacielos o con la musa cómplice perdida por los caminos o laberintos de las calles. 

De Diario cómplice 

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