Coyolxhauqui, el hallazgo arqueológico más importante de los últimos tiempos
El monolito circular tiene un diámetro de 3.25 metros, 30 centímetros de espesor y un peso aproximado de 8 toneladas.
Foto: El Sol de México
Organización Editorial Mexicana
Manuel Cosme
El Sol de México
Cuenta la mitología azteca que la Coyolxhauqui, la ‘Diosa de la Luna’, se enfrentó a su poderoso hermano, Huitzilopochtli, perdió la batalla, su pariente la decapitó y la arrojó de la cima del cerro de Coatepec para quedar descuartizada y tiempo después un artista azteca anónimo la inmortalizó en un monolito circular de 3.25 metros de diámetro máximo, 30 centímetros de espesor y un peso aproximado de 8 toneladas.
La obra artística estuvo sepultada por cientos de años, luego de que Tenochtitlán fue arrasada por los españoles, hasta que el 21 de febrero de 1978 una cuadrilla de trabajadores de la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro la descubrió mientras realizaban una excavación.
El lugar del hallazgo, la esquina de Guatemala y Argentina, fue cercado y visitado el 23 de febrero por el arqueólogo Raúl Arana para realizar una primera indagatoria y cinco días después el entonces presidente José López Portillo llegó al lugar y aprovechó el descubrimiento para detonar la investigación más importante de los últimos tiempos sobre el imperio mexica.
Cierto es que cerca de ese sitio ya estaban ruinas del Templo Mayor y un museo pequeño que mostraba cómo era dicho recinto sagrado, pero los trabajos y excavaciones realizadas posteriormente permitieron presentar a los visitantes nacionales y extranjeros lo que fueron algunas de las etapas de los templos de Huitzilopochtli y Tláloc, entre otras edificaciones.
El profesor Eduardo Matos quedó a cargo del proyecto de investigación, cuyos resultados han permitido enriquecer la visión que se tenía de la sociedad mexica, por ejemplo se duda que fuera una tribu que peregrinó durante siglos hasta llegar al Valle de México.
De la escultura que permitió todo eso, se puede escribir que es de una gran belleza; el artista anónimo supo acomodar en ese espacio redondo, con el que se simboliza la luna llena, a la diosa decapitada y descuartizada con gotas de sangre que brotan de sus extremidades.
Tiene adornos de mascarones compuestos por un rostro de perfil con colmillos en los talones de sus pies; porta un cinturón de víbora de dos cabezas, rematado con un cráneo a su espalda.
En lo que se refiere al tórax, con sus pechos flácidos, está de frente, mientras que sus caderas dan un giro que muestra su perfil y la cabeza es adornada con un gran penacho de plumas, sus cabellos son peinados en círculos, con las orejeras compuestas por tres figuras geométricas y cascabeles en sus mejillas, que le dan su nombre de ‘Diosa de la Luna’.
De acuerdo a las investigaciones realizadas a la pieza arqueológica, se estima que estaba pintada de amarillo ocre, rojo y azul, y fue realizada durante el reinado del Tlatoani Axayácatl, entre 1469 y 1481, después de Cristo.
Finalmente, desde la fecha en que vio la luz nuevamente la ‘Diosa de la Luna’, ha habido más descubrimientos, de los que destacan Tlatecuhtli.