La estatua de Cuauhtémoc un homenaje a los guerreros
El monumento fue inaugurado en el año de 1883, como lo muestra la placa alusiva.
Foto: José Luis Rubio
El Sol de México
Organización Editorial Mexicana
Manuel Cosme
El monumento está dedicado al emperador azteca Cuauhtémoc, pero una placa colocada en uno de sus costados también rinde un homenaje a todos los guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su patria en el año de 1521.
La historia de este sitio representativo de la Ciudad de México inicia en 1878 durante el primer mandato de don Porfirio Díaz, cuando su ministro de Fomento, el general, escritor y periodista Vicente Riva Palacio, le propone construir una obra artística para honrar al último de los tlatoanis, lo cual fue aceptado por el presidente, pero fue inaugurado por su compadre Manuel González Ortega, a quien le prestó la Presidencia de la República, quien lo inauguró en 1883.
Se lanzó el concurso y lo ganaron el ingeniero Francisco M. Jiménez y el escultor Miguel Noreña, quien se hizo cargo de realizar la figura del héroe mexica, además de los elementos escultóricos que adornan el monumento.
Custodian al héroe azteca, cuyo nombre en español quiere decir «Águila que cae», ocho leopardos de bronce apenachados, ante los cuales han bailado sin miedo los integrantes de los 400 Pueblos, en fechas recientes.
La estatua de Cuauhtémoc, de cinco metros de altura, muestra al último emperador en una actitud gallarda, lanza en diestra listo para atacar, ataviado con una túnica de lujo, anudada sobre su hombro izquierdo y su cabeza cubierta con un penacho de plumas de águila.
El cuerpo del monumento se alza sobre un basamento piramidal, en cuyas caras superiores se presentan implementos de guerra indígenas, como escudos, lanzas, macanas, arcos, flechas y figuras de guerreros.
En la parte baja del pedestal, el artista Miguel Noreña plasmó en un relieve el momento en que el conquistador Hernán Cortés echó mano del último emperador azteca; mientras que la placa que presenta el momento en que a Cuauhtémoc le queman los pies es de la autoría de Gabriel Guerra.
Finalmente, en un acto reprobable, AMLO decidió recorrer el monumento del sitio donde más lucía, Reforma e Insurgentes, para que su obra de transporte público, la Línea 1 del Metrobús, pudiera pasar sin problemas.