Arte, caldos y tranvías
La colonia de los Doctores, que espera paciente su recuperación, es un barrio de prosapia, de lo que dan cuenta algunas magníficas construcciones y sus amplias calles, que en varios de los cruceros tienen las esquinas achaflanadas, haciendo el efecto de glorieta, lo que les da amplitud y elegancia. Su urbanización se inició a fines del siglo XIX y se consolidó en 1905, coincidiendo con la construcción del Hospital General, institución de avanzada en esos momentos, ya que contaba con 32 pabellones con los mejores equipos y tenía la capacidad para recibir a mil pacientes.
Aquí se desarrolló el sistema tranviario eléctrico, que impulsó Porfirio Díaz en 1900 para festejar el centenario de la Independencia, modernizando los tranvías de mulitas que se habían fundado en 1840. Esto dio lugar a que se establecieran en un predio conocido como Indianilla, estaciones equipadas con colosales transformadores y generadores de sólido hierro, y enormes filtros piramidales de ladrillo, equipo necesario para generar la electricidad que requería el nuevo transporte capitalino.
Para proporcionar alimentos a los conductores que terminaban tarde en la noche y a los que comenzaban labores en la madrugada, alrededor de las estaciones abrieron expendios que vendían un sustancioso caldo de gallina con garbanzos y arroz. Estos tomaron fama entre los noctámbulos capitalinos quienes, después de las parrandas, acudían a los caldos de Indianilla para recuperar energía y aminorar la eminente cruda.
Hace un tiempo hablamos de una de estas estaciones, que recientemente fue rescatada del deterioro por el Gobierno del Distrito Federal, el cual mediante un acuerdo con Impronta Editores, mediante Juguete Arte Objeto AC, la convirtieron en el Centro Cultural Estación Indianilla, nuevo concepto museístico que presenta colecciones que abarcan las diversas manifestaciones plásticas de reconocidos artistas de nuestro país. Frecuentemente hay exposiciones de distintos temas y artistas, presentaciones de libros, conferencias, encuentros culinarios, de gráfica e infinidad de actividades más.
También cuenta con talleres de litografía, grabado y encuadernación, dedicados principalmente a la creación de libro arte objeto. Se pueden visitar y ver a los artistas trabajando.
El propio sitio es alucinante, ya que el arte se expone entre la imponente maquinaria de hierro, pulida y pintada, que luce magnífica en la espaciosa arquitectura original de ladrillo y vidrio, y las adecuaciones contemporáneas que realizó brillantemente el arquitecto Juan Álvarez del Castillo.
En estos días, además de la exposición permanente de juguete arte objeto, producto de cuatro bienales internacionales realizadas en la ciudad de México, que incluye obra de artistas como Francisco Toledo, Brian Nissen, Leonora Carrington, Luis Nishizawa y José Luis Cuevas, entre otros; se muestran muy buenas obras de Joy Laville, Gilberto Aceves Navarro, Manuel Marín, Susana Sierra y Vicente Rojo. Este último presenta una serie de “cartas”, que son cuadros de gran formato, dedicados a personajes como Silvestre Revueltas, Paul Westheim, Mark Rotko y Fritz Lang, verdaderamente notables.
Un vasto tapanco con piso de tablones de madera, aloja una librería con libros de arte y una agradable cafetería-bar con moderno mobiliario en blanco y negro, mullidos sillones y una barra minimalista. La carta es pequeña, pero sustanciosa; lo mismo puede degustar el “pepito Indianilla” que una pasta acompañada de una ensalada o un cafetín con pastel, si es media tarde. Está ubicado en Claudio Bernard # 111, esquina con Niños Héroes. Abren los lunes.
Si anda en “onda” cantinera, muy cerca, en Dr. Balmis 210, está El Sella, que atienden personalmente José y Alejandro del Valle, cuyo padre la fundó hace 50 años en recuerdo de su tierra asturiana, Riva de Sella. Ofrece sabrosuras de la cocina mexicana y española. El pescado, fresquísimo, se lo preparan al gusto. No se la pierda.