«Diálogo universitario» de Miguel Basaldua

Diálogo universitario

Diario de Querétaro

Manuel Basaldúa

Estimado lector, esta ocasión me permito iniciar una serie de reflexiones, que las construyamos juntos usted y yo. Por eso lo invitamos a que nos escriba a la dirección indicada abajo. Le convocamos a que de manera estrecha usted y yo construyamos por este medio un Diálogo Universitario.

La esperanza de la infancia, la capacidad de asombro, la institucionalidad, son tres cosas que parecen haber perdido peso e interés en estos últimos días en nuestra sociedad. ¿Por qué llegamos a tales condiciones de escepticismo?

El día del niño se ha convertido más en una fecha de consumismo que de verdadero festejo por los infantes. Se les ha llenado de obsequios y en algunos casos se les usa como carne de cañón publicitaria. La calidad de vida que tienen es sus familias es raquítica y mala. Los padres tienen que trabajar más tiempo, irónicamente para buscar un mejor bienestar. El tiempo para jugar con ellos es sustituido por juguetes o cualquier otra materialidad, o lo peor, por un vacío inexplicable para ellos que es llenado con pobreza. En las administraciones públicas se dilapidan recursos para festivales efímeros, o bien se «premian» a los mejores estudiantes a que «jueguen» a ser los representantes públicos.

Pero la realidad es otra. Los espacios de diversión, de esparcimiento y de cultura están olvidados. Baste observar cualquiera de los parques de la entidad para corroborar que las instalaciones para juego están en mal estado, todos desvencijados o faltos de mantenimiento y que representan un peligro en su uso para los niños. El comportamiento de los funcionarios públicos, de los integrantes de la cámara legislativa no es congruente en valores, principios y convicciones, para que los niños sigan con el ejemplo. Ni que decir sobre la nota que aparece en días pasados en esta misma casa editorial, cuando la Comisión de Derechos Humanos refiere que «en México 3.6 millones de niñas y niños de entre 6 y 14 años forman parte del mercado laboral remunerado y 1.3 millones lo hacen sin recibir paga», con resultados negativos en todas las esferas para los infantes.

La capacidad de asombro, por otra parte, se ha perdido con el número de muertes ocasionadas por la supuesta guerra contra el crimen organizado en nuestro país. En donde, por cierto, los niños han sido víctimas inocentes de un programa de lucha que no muestra cuál es su finalidad clara, ni en qué fase van, ni cuándo terminará. Las víctimas inocentes se han convertido en una gris estadística, pero lastimosa.

En otro escenario más, el primero de mayo, día de celebración por el trabajo, por las luchas reivindicatorias de una clase obrera y trabajadora, que aunque inconforme por no haber logrado niveles de prestaciones como lo desearía, en estos tiempos se ha convertido incluso en una vergüenza mencionarlo y en una fastidiosa participación grupal. La escasa oferta laboral, el desplazamiento de la clase obrera por la clase media cultivada para luchar por las pocas plazas, con sueldos paupérrimos o miserables. En este día ya nadie hace caso de las demandas de los pocos sindicatos combativos, de la presencia de los trabajadores y sí en cambio, se están tramando reformas laborales que contravienen los intereses de los trabajadores. La Institucionalidad se ha erosionado. Y se corrobora cuando las autoridades se rasgan las vestiduras y se cae en el griterío al demandar un boicot contra la ley de un estado de la Unión Americana debido a la discriminación contra inmigrantes «ilegales», que dichas autoridades mexicanas no han hecho nada para prevenir esos escenarios. En vez de responder haciendo programas de empleo local.

Hay que preguntar enfáticamente: ¿Qué se está haciendo en nuestro lugar de residencia ante tales condiciones?, ¿qué se está haciendo en las legislaturas?, ¿qué se está haciendo en las administraciones locales respecto al ofrecimiento de espacios dignos y formativos para nuestra niñez, para que tengan alternativas de formación?, ¿qué nos corresponde hacer como ciudadanos en nuestro entorno inmediato para remediar esa esperanza por los niños? Al responder estas preguntas cruciales ¿podremos recuperar la capacidad de asombro y regresarle la institucionalidad a nuestros festejos nacionales y la dignidad a nuestros trabajadores?

No nos dejemos engañar por comentarios sobre la culpa de la globalización y lo que otros hacen en sus territorios para paliar sus problemas. La transformación de nuestro mundo empieza con cambios pequeños y firmes en nuestro entorno inmediato. La localidad y nuestra gente, así como nosotros mismos nos merecemos más Y lo más importante, ¿qué puede hacer al respecto? ¿Usted qué opina? Esperamos sus comentarios.

basaldua@uaq.mx

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