La Guadalupana en la historia de México

La imagen Guadalupana en la historia patria

Diario de Querétaro

Redacción

El culto que, a lo largo de los siglos, ha profesado el pueblo mexicano a Santa María de Guadalupe, ha sido generador de una considerable producción plástica que incluye obras no sólo de distintas épocas sino de muy variados contenidos e intencionalidades.

En esta ocasión se aborda una temática por demás apasionante; el papel desempeñado por una imagen en la formación de una identidad colectiva. Las obras que se presentan en esta exposición, muestras de arte en tomo a la Virgen morena del Tepeyac, son resguardadas, casi en su totalidad, por el Museo de la Basílica de Guadalupe; producto de un rico y complejo fenómeno devocional que implica varias condiciones en virtud de sus usos y funciones: culto, didactismo, propagación, celebración, defensa y gratitud, entre otros.

Las imágenes de la muestra han sido organizadas en cinco núcleos temáticos según sus posibles funcionalidades y su indisociable exposición a la mirada de los fieles, sin dejar de insistir en su propia dimensión narrativa. Se incluyen tanto piezas pictóricas como esculturas, grabados, orfebrería y fotografías.

Los primeros tres núcleos muestran al visitante un recorrido por la iconografía guadalupana más representativa, incluyendo algunas variantes de profundo contenido simbólico. En primer lugar se presenta el fenómeno de copia fiel del sagrado original, junto a otras imágenes asociadas a funciones públicas o privadas. La gran difusión de estas obras permitió la conformación de una tipología iconográfica guadalupana característica; a saber, la imagen de la Virgen morena del Tepeyac acompañada por las escenas aparicionistas -eminentemente didácticas-, que de forma parcelada o como serie plasmaban los escenarios, personajes, medios y significados de los episodios guadalupanos. El auge de esta devoción mexicana ha sido indisociable de su espacio – escenario físico, recorrido de peregrinaciones y ámbito simbólico imaginado-, por lo que se incluyen obras que representan este tema en diversas épocas y con distintas intenciones.

Finalmente, se presentan obras con una iconografía más compleja conformada por imágenes producto de apologías teológicas que relacionan a Guadalupe con Maria Inmaculada, o algunas que visualmente retratan el tópico del Deus pictor relacionado con la autoría divina de la Imagen guadalupana estampada en el ayate.

Los últimos dos núcleos -ejes de la exposición- incluyen obras perspicaces y propositivas, pues presentan imágenes alegóricas o con implicaciones políticas propias del devenir histórico del pueblo mexicano, algunas de las cuales -voluntaria o involuntariamente- coadyuvaron a la conformación de las ideas de patria y nación. En estos dos apartados se abordará la estrecha relación existente entre imagen devocional y símbolo patrio.

En el cuarto núcleo el visitante podrá observar cuadros en los que se mira a Maria de Guadalupe como patrona jurada de la ciudad de México y de la Nueva España en 1737 y 1746, respectivamente; o como fuente que dispensa Gracia a las personificaciones de los territorios de Castilla y Nueva España. Sin duda, los creadores intelectuales de las iconografías y los artistas mismos gustaban de ensalzar la imagen mexicana y gracias a sus cualidades de objeto acheropoieta y taumatúrgico difundían orgullosos el mote Non fecit taliter omni nationi (No hizo cosa igual con ninguna otra nación), como emblema de origen y acta de fundación de la patria. En este apartado se dará cuenta de la importancia que tuvo la Virgen del Tepeyac para los novohispanos y su proceso de reconocerse poseedores de una naturaleza singular, que los hace mirarse así mismos distintos de los otros.

La nación mexicana se conformó, en rigor, después de la creación del Estado soberano. El sentimiento nacional mexicano fue elaborado a lo largo del siglo XIX y en su proceso no se excluyó la utilización de elementos y símbolos provenientes de la época colonial. Tal es el caso de la Virgen de Guadalupe, que desde siempre ha sido reconocida como un elemento aglutinador entre la población mexicana. Su imagen se ha enarbolado como estandarte en distintos movimientos armados de México, tal es el caso del líder insurgente, facciones revolucionarias y grupos cristeros. En la exposición se presentan obras de sumo interés plástico e histórico, como la Virgen de Guadalupe que presidió las sesiones del Congreso hacia 1822, la litografía que retrata el momento en que fue trasladado el estandarte de Hidalgo a la antigua Colegiata, las insignias de la Orden de Guadalupe, o alegorías que combinan la imagen de la Virgen con símbolos patrios.

En las imágenes coloniales se advierte la elaboración de un sentimiento de identidad que responde al arquetipo universal de la madre personificado por la Virgen, fenómeno que se transforma en la etapa secular de nuestra historia y que privilegia la construcción de un arquetipo masculino. Es necesario resaltar el uso que la Historia oficial mexicana ha hecho de estos dos tópicos universales uniendo en una sola composición al padre y la madre de la nación. Las obras que se incluyen en esta muestra revelan la fortaleza y arraigo de una imagen que, desde el siglo XVI, ha sido fundamental en la conformación de la identidad del pueblo mexicano; muestran el relato de la devoción y el protagonismo alcanzado por una imagen, cuyo poder de atracción y permanencia han sido literalmente portentosos.

La exposición se divide en cinco núcleos temáticos, los cuales publicamos a continuación.