Los Doctrineros y El Estado

Junto a la espada la cruz.
La guerra justa
para la salvación de los vencidos

Los Doctrineros y el Estado

José Félix Zavala.

“En el recién año de 1554, querían quitarnos el mando, la administración, lo que nos dejaron nuestros padres, nuestros abuelos, que fuera entregado a los españoles”.

Carta en nahuatl dirigida a Carlos V por un grupo de indios notables,
encabezados por el hijo de Moctezuma, Pedro Moctecutzoma Tlacahuepantzin.
Archivo General de indias, en Sevilla, Audiencia de México. Legajo 158.

Las grandes órdenes mendicantes, franciscanos, dominicos, agustinos, independientemente de los obispos, bajo privilegios del Papa y del Estado Español, realizaron la llamada «Conquista Espiritual de México»

En tan solo cincuenta años, a partir de la famosa llegada de «los doce», en 1524, al frente de estos franciscanos, Fray Martín de Valencia, los dominicos en 1526 y los agustinos en 1533, y hasta la entrada de los jesuitas en 1572, lograron la consolidación de la Iglesia Española en México, con un método ecléctico, basado principalmente, en lo espontáneo, lo intuitivo y la sustitución.

Fue una Iglesia de Estado, la de un monarca y ministros extranjeros aplicada a la comunidad mesoamericana, fue una iglesia colonialista, cuya génesis influye desde entonces en la nación mexicana.

Las palabras y las acciones de los misioneros o frailes, conocidos como «Doctrineros», no fueron inocentes o de buena fe, su actuar tuvo dos propósitos bien definidos y que se ven claramente a la distancia del tiempo y en su resultado y trascendencia histórica: La conquista del nuevo mundo y la fundación de la Iglesia de Estado.

La corona española, por los años de 1550, expidió provisiones reales para la fundación de ciudades y estableció presidios, con la esperanza de sofocar el conflicto sangriento, entre los indios y los españoles.

Querétaro fue una de estas primeras poblaciones, ubicada al oriente del bajío, lo mismo lo fue San Miguel El Grande, Pénjamo, Guadalajara, Aguascalientes, León, Celaya, entre muchas.

Querétaro, además de ser el centro político de la región, era el centro espiritual, dependiente del Arzobispado de México. Los frailes franciscanos, hacia 1580, eran muy influyentes en la ciudad y ejercieron el ministerio, sin ninguna competencia hasta el año de 1607.

Esa voz frecuente en «defensa» de los indios, era en términos generales, una disputa interna entre las distintas órdenes religiosas instaladas en Mesoamérica, era una disputa entre los militares y civiles, contra los frailes, por el control y usufructo del indio o para mantener un poder real de privilegio en América, que fuera reconocido en España.

¿Conque derecho y conque justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?. Diría Betanzos, Las Casas y Vittoria. Esta era la interrogante de lucha, la respuesta y la justificación de sus acciones.

Ante esa fuerza dominante, se reforzaron los mecanismos de defensa y estrategia de resistencia de los pueblos mesoamericanos.

Al ser destruidos sus códices, apelan a la tradición oral, sistema de conocimiento, bajo dominio de esta civilización, amenazada de muerte.

Los recuerdos de la memoria «ladina» solo pueden ser abordados en un clima de permanente suspicacia, de antemano hay que recordar que no encontraremos en ellos al indio, como realmente fue o como él se interpretaba así mismo.

Vemos su rostro reflejado por un espejo, mejor dicho por miles de espejos y estos además, borrosos y rotos. Por esta razón cualquier acercamiento de las fuentes escritas será siempre muy relativo.

Jan De Vos

En el período histórico de nuestra patria, conocido como «La Colonia», del año 1517 al de 1821, la violencia fue la única forma de relación posible entre los indios y los europeos. Los primeros 50 años fueron los de mayor agresión contra las formas de concepción religiosa y la civilización de ese mundo desconocido para Europa.

Violencia y colonización, fueron los sinos, donde la Iglesia tuvo un desempeño de importancia, superior al del mismo ejercito español, lo fue de principio a fin de la colonia y más especialmente de 1523 a 1572, con los frailes al frente.

Inició, esta parte nefasta de la historia de la humanidad, cuando en menos de un lustro, Hernán Cortés y 500 hombres, habían conseguido anexar a España, a costa de crueldades y proezas, dos grandes imperios y una docena de señoríos, en un territorio más extenso y con la misma población que la península Ibérica, bautizándolo con el nombre de Nueva España.

Entre 1524 y 1546, se trasladaron de España a América, más de cinco mil peninsulares, entre frailes, campesinos, pastores, artesanos e hidalgos.

El Papa Alejandro Vl, cedió a España, en 1493, «todas las islas y tierras firmes que se descubrieren hacia el Occidente y Mediodía… para reducir a los habitantes y naturales de ellas, a la fe católica… premiando las cruzadas con oro, cosas aromáticas y otras muchas cosas de gran precio»

El monarca español Carlos V, fue para la historia, un personaje decisivo en la mundialización del poder y su práctica, empleando la religión y la cultura judeo, árabe, cristiana, para ejercerlo.

A modo de ejemplo, el emperador Carlos V, testificó en 1555, que franciscanos, dominicos y agustinos, habían hecho mucho fruto en la conversión de los indios.

Esta proeza se había conseguido por «la gran capacidad de matar» del invasor español, aunado a su superioridad militar, basada en caballos, perros de caza, armaduras, cascos, espadas y lanzas de hierro.

En la hazaña de la invasión de Europa a América, los misioneros, son una opción distinta, solo una modalidad en el ejercicio constante de la dominación, donde al indio se le eterniza como menor de edad, digno de tutela permanente y su alma tiene que ser salvada a como de lugar.

Por 1558, el monarca español, manda hacer la guerra a los Lacandones porque destruyeron 14 pueblos de los cristianos, mataron a muchos y profanaron la religión.

Era el enfrentamiento de dos mundos desconocidos entre sí, con dirección distinta, los habitantes de Mesoamérica, con un marcado sentido comunitario milenario, contra el pensamiento europeo, con bagaje de individualismo a ultranza, en constante avance.

Muchos frailes regresaron a Europa, dejando los hábitos y enriquecidos, después de pocos años de permanencia en Mesoamérica

Existe una «Constitución» del Papa Gregorio Xlll, del 14 de mayo de 1578, donde se documenta que frailes franciscanos del Perú y Nueva España, colgaron los hábitos para regresar como seglares a España, después de haber trabajado para enriquecerse.

La defensa de los naturales, por parte de los frailes, obedecían en la gran mayoría de las veces, al requerimiento que éstos tenían del indio y se valdrán de un control afectivo de estos, para que sean su fuerza de choque contra sus oponentes peninsulares y además, los indios serán sus tributarios y la fuerza de mano de obra para sus edificaciones.

Se va conformando el Estado, como categoría jurídica y como forma de control occidental, según el avance de la invasión española en Mesoamérica, donde los doctrineros llevan la mano.

Comienza la invasión a Mesoamérica, por el año de 1517, al frente está Francisco Hernández de Córdoba, después en 1518 llegará Juan de Grijalva, enseguida Hernán Cortés, en 1519 y para terminar con las invasiones, se da la de los tres Franciscos, Los Montejo, en 1527 y las expediciones de Nuño de Guzmán, a partir de 1530.

Al caer la ciudad de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521 y con ella, el derrumbe de la civilización mesoamericana, entran en disputa por los territorios invadidos, los militares, la corona de España, los encomenderos y los frailes.

En esas circunstancias, el Estado empieza a tener formalidad y acciones, primero con Hernán Cortés, que a partir de 1522, se nombra Gobernador, Capitán General y Juez.

Da un paso adelante el absolutismo monárquico, al crear El Consejo de Indias, órgano superior de gobierno, puesto por Carlos V y sus secretarios.

Se va personalizando mas exactamente el concepto de Estado, cuando el rey de España, después de pasar por el régimen de «Jueces», Luis Ponce de León y Marcos de Aguilar, en 1527, nombra la Primera Audiencia, integrada nefastamente por Nuño de Guzmán, Maldonado, Parada, Matienzo y Delgadillo,

La Segunda Audiencia, muy distinta en nombres y actitudes a la primera, se impone y se formaliza el concepto de municipio para la organización civil y se allana la entrada al régimen virreinal, en esta participa Vasco de Quiroga.

Llega esta nueva forma de gobierno y de presencia del Estado, en la persona del primer virrey, en 1535, es Antonio de Mendoza, quién impulsa definitivamente, como política de Estado, la llamada «Conquista Espiritual».

Esta política había comenzado a vislumbrarse, desde la llegada de Hernán Cortés, quien pide a España el envío inmediato de sacerdotes, «de gran honestidad y religión», sosteniendo sin contradicción alguna, que el propósito principal de la venida a estas partes «era la de ensalzar y predicar la fe de Cristo», lo sostiene destruyendo ídolos y templos a diestra y siniestra.

En 1523 llega Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Ayora, como los primeros tres frailes franciscanos, mandados a la conversión del nuevo mundo.

La acometida, por parte de España a Mesoamérica, es bélica, política, económica y religiosa. La invasión religiosa, será su mejor arma y la más feroz, es conocida como «la evangelización», dándose, mas bien, muy basta que profunda.

Este marco de creencias, fue aceptado, por los indios, algunas veces como compatible con el propio cuerpo doctrinal mesoamericano y otras, como una máscara obligatoria y defensiva.

Los frailes se impusieron en su acometida contra Mesoamérica, tareas pre establecidas, tales como el conocimiento de lenguas y costumbres, extirpar la idolatría, defender a los encomenderos, construir iglesias y conventos, urbanizar y abrir talleres y escuelas.

Partiendo pues del entendido de que eran idólatras y bárbaros, debían perder toda su organización social. Era necesario destruir todas las cosas idolátricas, sobre todo los edificios y aún las costumbres de estas repúblicas, que estaban mezcladas con ritos de idolatría y acompañadas con ceremonias y supersticiones, por tanto fue necesario desbaratarlo todo. Tal era el pensamiento de los misioneros ante la civilización Mesoamericana.

Antes que el gobierno civil quedara debidamente establecido por España, en las tierras americanas invadidas, quedó organizada la Iglesia, creándose los obispados de Tlaxcala en 1526, el de México en 1530, el de Oaxaca en 1531, el de Chiapas en 1539.

Con certeza se sabe que para 1540 ya había en Mesoamérica, por lo menos cien frailes.

Los franciscanos para 1535 habían fundado la Provincia religiosa del Santo Evangelio de México y para 1565 la de San Pedro y San Pablo de Michoacán.

Los frailes agustinos, fundaron la provincia del Santo Nombre de Jesús y los Dominicos, la de Santiago Apóstol en 1532 , la de San Vicente Ferrer en 1551 y la de San Hipólito en Oaxaca en 1563.

«Sigo ocultando mi identidad como indígena, sigo ocultando lo que yo considero que nadie sabe»

Los misioneros no eran religiosos ajenos a la política de la corona española, sino agentes del gobierno que llegaron con todo el poder del Estado, en contra de los encomenderos y en contra de los primeros conquistadores.

Los doctrineros fueron los que realmente ayudaron a la corona española a establecer el régimen colonial en América.

Los doctrineros, desde un principio trataron de introducir un modelo de civilización, muy diferente al modelo civilizatorio que funcionaba en Mesoamérica, desde hacía, ya para entonces, más de 2500 años.

Para la civilización prehispànica, formada básicamente por población sedentaria y agrícola, la divinidad no esta en el cielo, ni siquiera en la tierra y no es padre, sino madre. Su marco teológico, su cosmogonía, su religiosidad, es diferente al catolicismo español.

La asimilación de este y otros nuevos conceptos, les llevó a los habitantes originales de América, por lo menos cincuenta años.

Después vino la apropiación de parte de los conceptos de la cultura católica y la formación de una nueva religión, que ahora se practica entre los indígenas y el pueblo mexicano en general y a la que he llamado desde hace treinta años, «La Costumbre» o como la llama la Iglesia en la actualidad, «religiosidad popular».

Los cambios ideológicos dados con la llegada de los doctrineros, a América, fueron de repercusiones sociales terribles, en contra de quienes no los aceptaran, por lo que los indios necesitaron de tiempo para hacer sus reajustes.

Los europeos y en especial la iglesia, patentiza América, por lo que el indio pasa a ser deudor de su propio ser, de tal suerte que el indio es inocente ante sí mismo, al verse invadido y se vuelve culpable y demoniaco ante Europa.

Es importante tener en cuenta, que el Indio y el español se desconocían mutuamente,. El mundo europeo caminaba entonces en dirección contraria al mundo del indio americano.

Todo bruto o planta degeneraba en aquella tierra sombría. Mientras los hombres apenas se diferenciaban de las bestias. Llenos de vicios y defectos físicos, apenas si lograron una vida en común, mezquina y rala, propia de su naturaleza salvaje. Dicen los frailes al rey de España. (Entre lobos y corderos. E. Arroyo)

El mesoamericano se siente destruido en su mundo propio y acorralado por un saber extraño, ve desdibujarse la vía abierta, que era su propia civilización, adquirida en más de tres mil años y solo encuentra como camino de supervivencia la necesidad de la asimilación de la doctrina propuesta.

El doctrinero o el europeo, más propiamente dicho, juzga al indio, según su legislación, no lo introduce a ella, sino que de entrada es infractor.

El indio y su cultura, según el invasor, es víctima de un engaño y la sentencia de Europa, al delincuente o infractor, es, aún en forma involuntaria, expiar su culpa, con la conversión a la religión católica, con la destrucción de su propia cultura y en el renacimiento a la de Occidente.

El doctrinero, usa una doble formalidad para la ejecución de la sentencia dictada por Occidente contra Mesoamérica, por un lado les brinda amor y protección, tutela permanente, mientras por otra parte, le da su desprecio y una condena a la violencia, sin derecho a ser escuchado y lo que es peor aún, sin derecho a una defensa de su propia cultura milenaria.

El indio se enfrenta a un juicio, donde el código no es común para las partes, sino es, por el contrario, el código del adversario.

La justificación a este proceder, es la lucha contra los idólatras a nombre del rey, patrono de los indios y por la decisión del Papa. Es una guerra justa para la salvación de los vencidos.

Se debe recordar, desde un principio, que los indios son vasallos del rey, y por los intereses del Estado, la violencia ejercida contra ellos, por doctrineros, encomenderos o la autoridad, es justificable

La respuesta del indio a tanta violencia en su contra, como fueron, las epidemias, los traslados masivos de lugar, la pérdida de tierras, las congregaciones, el tributo, el trabajo obligatorio, en minas y obrajes, se manifiesta en los suicidios colectivos, en la abstinencia sexual, el aborto sistemático, las guerras y guerrillas, el invasor responde a la resistencia, con castigos corporales, ejecuciones o «premios», a quienes se sometan voluntariamente.

La violencia como condena a la transgresión de la ley occidental, es llevada acabo con tanta sutileza por los frailes, que llegan con el conocimiento de la cultura prehispànica a adentrarse en la vida íntima de las comunidades indígenas, interviniéndolas para reorganizarlas hasta en mínimos detalles privados.

Los frailes o doctrineros, no tienen la capacidad o la conciencia de entender a la sociedad religiosa formalmente establecida y profundamente arraigada en el indio y es por lo que fracasa la evangelización, en cuanto al fondo y se crea «la costumbre», una nueva forma de religiosidad adaptada por el indio.

La Costumbre es un sistema holístico, donde todo se integraba, junto con una gran disciplina y cohesión social. La Costumbre lo era todo. Las comunidades lograron integrarse en torno a esta costumbre, en la que obviamente lo religioso era lo fundamental, pero en la que también funcionaba, lo económico, lo político, todo.

Los misioneros o los primeros doctrineros, atentaron de inmediato contra la cultura mesoamericana, destruyendo los códices o libros y los que entonces escaparon fueron destruidos años después. Ejemplos sobran, como la destrucción de la biblioteca del palacio de Netzahualcoyotl, en Texcoco, la de la gran Tenochtitlan, por Zumárraga, la de Yucatán con el Obispo Landa.

La cultura queda por este motivo, desde el punto de vista documental, trunca para el fuereño o extraño y hermética para los indios, quienes esconden sus auténticos y verdaderos sentimientos, sus motivaciones reales, es decir se produjo un proceso de introversión colectiva.

Desde entonces se da una compleja cadena de mal entendidos, que se produjo desde el primer encuentro entre europeos y americanos y que aún no concluye.

Nadie sabe ni siquiera un antropólogo o un intelectual, por más que tenga muchos libros, distinguir nuestros secretos.

Rigoberta Menchú

Los habitantes inmemoriales de estas tierras fueron reducidos, sin excepción, a la condición global de indios, expresándose así su condición a una raza distinta de la europea e indicando su condicionamiento obligado, el de servir al pequeño pero poderoso grupo de nuevos amos.

Se logró sobrevivir como raza, gracias a una complicada red de resistencia, zonas de refugio y negociaciones, pero sin dejar el estigma social de indios, hasta la fecha.

La carta fuerte desde Hernán Cortés, hasta bien entrado el siglo XVll, fueron los frailes franciscanos, dominicos y agustinos, a quienes la corona usó como sus bastiones en el dominio del llamado Nuevo Mundo, otorgándoles innumerables privilegios.

Su influencia y adoctrinamiento eran decisivos para la explotación de los recursos, principalmente el oro y la plata, como para el dominio de los conquistados. Era la cruz vuelta espada, era el Estado con forma teocrática.

En los primeros cincuenta años de estancia de estos religiosos en América, se destruyeron todos los templos y ciudades al alcance de los misioneros.

Los cultos a los «ídolos», pasaron a «Atrás de los altares», los códices y su organización social desaparecieron y con la política de congregar para salvar, poblaron al antojo y conveniencia de la corona, las ciudades granero, las ciudades mineras, las ciudades políticas y la puebla de españoles.

La violencia contra el indio fue tal que la junta eclesiástica de 1539, se vio obligada a prohibir que los frailes apresaran y azotaran a los indios.

Detrás de la autoridad de los frailes estuvo muy pronto El Santo Oficio, la inquisición, establecido por primera vez en 1536 y en forma definitiva en 1571.

El Concilio de 1555, prohibió la ordenación sacerdotal de indios, negros y mestizos. Es importante tener en cuenta, que la evangelización, fue meramente superficial, no causó la raíz esperada por la corona y la Iglesia.

A partir de la llegada de los Jesuitas a México en 1572, empieza más formalmente, la decadencia de los frailes o de las órdenes mendicantes, en cuanto a su poder político se refiere, en la llamada Nueva España.

Se comienza la secularización de las parroquias y diócesis. Se dan rivalidades, mas igualitarias, entre los obispos y los religiosos, por los indios, los diezmos, las capellanías, las parroquias, los territorios y las dificultades, por territorios, diezmos y otros frutos de conquista, entre las diferentes órdenes mendicantes.

Los indios comienzan la lucha contra la religión impuesta, pero no pueden rebelarse por la fuerza, ni por el razonamiento y comienzan un proceso distinto y novedoso de resistencia, por la apropiación.

La Iglesia es una iglesia extranjera, dirigida por extranjeros y donde los indígenas son considerados católicos de segunda o tercera categoría.

Son los religiosos quienes mantienen grandes haciendas y latifundios, quienes emplean a los indios para construcciones costosísimas en vidas humanas por su magnitud.

Es la Iglesia la que desde el principio y hasta el final de la colonia española en Mesoamérica, se mantiene como una institución fundamental para el control sobre los indios.

Todos los esfuerzos de buena fe emprendidos por los religiosos, como El Colegio de la Santa Cruz de Tlaltelolco, las instancias ante la corona de Fray Domingo de Betanzos, los alegatos de Fray Bartolomé de las Casas, los escritos y rescate enciclopédico de Fray Bernardino de Sahagún, entre otros muchos, estuvieron condenados al fracaso.

Los doctrineros de México amaron a los indios, pero los amaban como se ama a los niños o como algunos padres aman a los hijos pequeños y no se resignan a verlos crecer. Los indios no tenían derecho al titulo de gente de «razón».

Los misioneros impidieron el conocimiento del español a los indios, lograron como lengua franca, el nahuatl, lengua que ellos dominaron, y esta causa los aisló del desarrollo, que los colonizadores fueron teniendo durante trescientos años y cuando los misioneros faltaron, se quedaron sin intermediarios.

Los doctrineros franciscanos se enfrascaron en dos corrientes contrarias para la evangelización de los indios.

Una encabezada por Fray Bernardino de Sahagún, con tendencia al estudio científico de la etnología y una clara preferencia hacia la civilización mesoamericana.

Otra la de los frailes encabezados por Escalona, más dados a la vida apacible de los conventos y a un trabajo rutinario en la prédica de la doctrina cristiana entre los indios.

La recuperación del pasado prehispánico es indispensable para la reconstrucción de la historia de México, recuperación que principalmente se podrá hacer con la transmisión oral como fuente verdadera.

Diría Enrique Florescano, que la memoria indígena, no solamente se omite, sino se combate y esto impedirá la reconstrucción del conocimiento humano en el llamado nuevo mundo.

El mexicano debe romper el modelo del historiar europeo, acerca de América, debido a la violencia, conque se trató de destruir nuestra civilización.

Debe cambiar su modelo de historiar, sobre todo en cuanto a documentos de época se refiere, durante la invasión europea, ya Que. la mayoría de ellos son relatados desde una concepción parcial y utilitaria.

Debe cambiar porque la resistencia indígena se basó fundamentalmente en la transmisión oral del conocimiento humano de esta parte del mundo y sus logros.

Por lo tanto la resistencia indígena se ha orientado a la conservación de los espacios de cultura propia, que ha llegado a mantener por medio de » la costumbre «, sistematización de la reafirmación periódica de su existencia grupal.

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