«El ruido silencioso de Elvira» de Julio Figueroa

El ruido silencioso de Elvira

 

 

Al Juanelo,

eternamente

 

 

     Sigo pensando en Elvira y aún no acabo de despedirla. Quiero darle la vuelta y ver la luz. La luz, no la oscuridad.

     Escribo desde lejos, perdón por la distancia física (y los errores) y la cercanía del sentimiento.

     Escribo para ver y saber.

 

     1- Cuando Elvira se casó con Juan, en 1986 u 87, la noticia me llegó cuando yo estaba en España, la señorita bien y bonita del pueblo y un perro negro y callejero, dejó a todos turulatos. Todo un año se habló de ese enlace en Cihua, dicen. Teniendo tantos y tan buenos partidos, ¿cómo fue a escoger a ese hombre cucho?

 

     2- Elvira me contó la historia. Venía de un largo noviazgo de varios años que de pronto quedó roto. No recuerdo exactamente el motivo de la ruptura. Trivialidades, nada del otro mundo. Con el primero que pase, se dijo entonces Elvira, me caso. Y pasó Juan y le habló bonito y de letras. Y le propuso matrimonio. Y en tres días se arregló todo. En el pueblo todos se quedaron con el ojo cuadrado.

 

     3- Procrearon dos hijos hermosos que hoy tienen alrededor de 20 años: Juan y Anabel Sofía. Yo conocí a Elvira y a su papá don Abel poco antes o poco después de 1990, con uno de sus hijos en brazos, no recuerdo cuál. Era un matrimonio atípico pero funcional.

 

     4- Juan en su joyería “Yesupina” y Elvira en la tienda de abarrotes del pueblo “Abel Ochoa”. Y fueron felices, palabra, durante poco más de 20 años: renegando, peleando, compartiendo cargas en su división del trabajo y queriéndose. Los dos eran tercos pero distintos, listos sin maldad. Ella explosiva, mandona y generosa. Él refunfuñón, humilde pero hipercrítico, entrañablemente metido en su computadora. Como podía caminar poco (tenía artritis reumática), Juan recorría el mundo en las letras de luz y era el pilar del día en la casa, mientras la mujer de las cinco cabezas trabajaba y arreglaba el mundo de la tienda por la noche. Finalmente Elvira era dulce, romántica, tradicional sin mojigatería. Juan: ácido, revolucionario en su pensamiento, ni moderno ni tradicional, marginal. Dando tumbos el barco del amor navegó siempre mar adentro en aguas bravas y mansas.

 

     5- La última vez que hablé por teléfono con Juan fue el viernes 27 de noviembre de 2009. Impaciente, tenía prisa y me colgó antes de decirle algo. Ese día se cayó en la tarde y murió en la madrugada del sábado 28. Me habló entonces su muerte. Sus últimas palabras por teléfono: “¿Estás muy ocupado?, luego te hablo”. Sus últimas palabras a Elvira: “No me dejes, no me dejes… Hueles a galleta… Es que quería correr…”. Tengo cientos de cartas de Juanelo en Internet. ¿Dónde irá toda esa luz cuando yo desaparezca?

 

     6- La última vez que hablé con Elvira fue el domingo 28 de noviembre de este año. En el primer aniversario luctuoso de Juan. Rodeada de familia por todos lados, al menos ese día, se sentía muy deprimida, me dijo. Que el dolor y la ausencia del Juanelo le pesaban más que hacía un año. Que no quería ni ir a Guadalajara, porque Juan se caería… Voz tristísima, lejana, aérea, apagada, sin la energía que ella tenía. Traté de animarla. Fue inútil. Yo nunca pensé que pasaría lo que pasó.

 

     7- Me gustaría poder describir un día en la vida de Elvira Ochoa: el domingo 12 de diciembre. A qué horas fue a la iglesia, qué le dijo a la Virgen, qué habló con su Dios, cómo se despidió del padre Tino, sus pasos entre la iglesia y su casa (pocas cuadras), sus conversaciones con otras personas, qué comió ese día, cuándo vio por última vez la película, a qué hora se recluyó en su habitación, qué hizo, qué pensó… ¿cómo racionalizó su decisión? ¿durmió o permaneció en vela hasta el minuto fatal? ¿hubo agonía?

 

     8- ¿Qué sucedió el lunes 13 de diciembre? Sola en casa, en una casa en que siempre había mucha gente. El desierto del amor nos ahoga a todos.

 

     9- El suicidio en el Catecismo de la Iglesia Católica (gracias al hermano Z):

 

     –2280 / Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado.

     –2281 / El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida.

     –2282 /  Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

     –2283 / No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.

 

     10- El ruido silencioso de una bala en el pecho nos dejó a todos boquiabiertos.

 

     11- Tengo la clave. La evidencia o la invención del hecho. La mirada literaria del suceso. “Elvira Madigan”, la película de… un sueco, creo, años 60, basada en un hecho de la vida real del siglo XIX. La comentamos muchas veces, lo acabo de recordar, y le fascinaba. Morir de amor: amor fatal. La dicha hasta la desdicha. Encontrarse o saltar con el otro hacia lo desconocido. Creo que es por ahí…

 

     12- Querida hermana Elvira (con permiso de Julia y Lola): apenas ayer te lloré desconsoladamente aquí en mi cuarto revuelto. Para mí, eras la piedra angular de Cihua. Ay.

 

     13- Todo el pueblo comenta tu muerte, tu boda con Juan, Juanito, don Juan, tus trabajos y tus obras, y tus otros actos de amor y coraje y palabras. ¡Eras bien palabrera, palabra, lo abrumabas a uno con tu verbo, jajajajajajajaj! 

 

     14- “Elvira Madigan”… Allí está en Internet (Google / YouTube). Acabo de ver los fragmentos más significativos. No me cabe la tristeza en el alma. Estoy en un cyber público. ¿Le pasa algo, señor? Nada, estoy enterrando a dos muertos de amor. “Dos seres errantes en busca de la libertad y fuera del orden establecido”. El último acto de Elvira Madigan/Ochoa fue un acto de amor, no de muerte.

 

     15- La música de Mozart es bellísima.

 

     16- Tristísimas las imágenes de la película.

 

     17- Se acabaron los días soleados de cazar mariposas, días abiertos de luz y juego, amor y vino. Agotadas todas las reservas… Es el balazo de amor en la historia más desconsolador que he escuchado. Estoy pasmado con la última imagen. “¿No es el amor ver con los ojos del otro y experimentar el mundo tal y como el ser amado lo ve y lo siente?”. Elvira Madigan/Ochoa: tu último acto sin palabras nos dejó mudos. Ay.

 

     Posdata.- Familiares y amigos de Cihuatlán: ¿pueden hacerme llegar la foto de Elvira y Juan que estaba al lado del féretro, y que luego vi en casa de tía Ofelia? Por favor, Juan, Sofía, Julia, Lola, Natalia, Violeta, Ady… Gracias.

 

Julio Figueroa

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