Juan Pérez Jolote
Por Ricardo Pozas Arciniegas
!Quiero vivir ¡
Soy indio Chamula, no se en que año nací.
¿Por qué nos han abandonado?
¿Por qué nos han abandonado entre lo más pobre y sucio de la patria?
¿Por qué hemos que morir para que nos escuchen?
El Queretano de Amealco, Ricardo Pozas Arciniegas, no tiene un lugar en Querétaro, ni en la U A Q, ni en el Panteón de los Hombres Ilustres, ni en el recuerdo de sus habitantes. Por amor de Dios, UAQ, una Cátedra “Ricardo Pozas” y otra “Francisco Cervantes” ¿Se podrá?…
En 1988 la UNAM, a través del Consejo Universitario y por aclamación lo designó Maestro Emérito. Su currículum, iba desde maestro rural a profesor invitado de la Universidad de Oxford, pasando por director de tesis, talleres, seminarios, ensayos, libros etc. Además pasaba por la honestidad, el compromiso social, la dedicación entre muchas otras virtudes.
Me llamo Juan Pérez Jolote. Lo de Juan, porque mi madre me parió el día de la fiesta de San Juan, patrón del pueblo. Soy Pérez Jolote porque así se nombraba a mi padre. Yo no sé cómo hicieron los antiguos, nuestros «tatas», para ponerle a la gente nombres de animales. A mi me tocó el del guajolote.
Nacido en 1912, a los 16 años, dentro de grandes limitaciones, ya era maestro rural en Vizarrón, donde ya se veía su compromiso social, su vocación existencial, que se apoyaron siempre en sus conocimientos de sociología y antropología, para la transformación social, la congruencia ética, la humildad, la sencillez, la inteligencia, la interacción con los indígenas, a quienes conoció siempre, desde su nacimiento.
-¡Cabrón, hasta cuándo te vas a enseñar a trabajar!
Algunas veces mi madre me defendía, pero a ella también la golpeaba.
Presea Andrés Molina Enríquez en 1984, premio UNAM en Ciencias Sociales en 1985. Se mezclaron con su bondad, su generosidad y el motor de la ideología, el encuentro retrospectivo de nuestros padres indígenas, con su lucha por la libertad. Lo mismo escribía un libro, que hacía un papalote, un valero, ladrillos o labraba la tierra.
No sé en que año nací. Mis padres no lo sabían, nunca me lo dijeron. Soy indio chamula, conocí el Sol allá en el lugar de mis antepasados que está cerca del Gran Pueblo, en el paraje de Cuchulumtic.
Sus contágios: Narciso Bassols, Jesús Silva Herzog, Gilberto Loyo. Sabemos que desde 1953 en que acudió a la E N C P y S de la UNAM, pasaron por sus manos más de 43 generaciones. Ricardo Pozas fue el complemento ideal que sirvió para pasar los valores de una cultura milenaria que sustentara a la cultura Occidental.
Su compañera Isabel Horcasitas, con quien suma convicciones, lo será siempre. Mientras compartirán el nombre de un aula de la F C P y S a partir de 1986.
Un día domingo, a la hora en que pasa por el camino la gente que vuelve de San Andrés, después de la plaza, me acerqué a una mujer zinacanteca y le dije llorando:
-Mira, señora, llévame para tu casa, porque mi papá me pega mucho.
Aquí tengo mi seña todavía, y acá, en la cabeza, estoy sangrando. Me pegó con el cañón de la escopeta.
-Bueno -me dijo la mujer-. Vámonos.
Y me llevó para su casa donde tenía sus hijos, en Nachij.
La Cátedra fue el puente creativo, dialéctico, entre la realidad y la justicia. Fue combativo a favor de los obreros, por la igualdad de género, por los niños de la calle. Vinculaba la clase, los talleres, con la práctica. Formó cooperativas entre los indígenas, de consumo y comercialización.
Estuvo siempre entre los pueblos, tzeltales, tzotziles, mames, zapotecos, otomíes y los del norte de nuestra patria.
-¿Por qué no me das ese muchacho que tienes aquí? No tiene papá, no tiene mamá. Yo tengo mis carneros y no tengo quién me los cuide.
Luego me preguntó la mujer que me trajo:
-¿Quieres ir más lejos de aquí, donde tu papá no te va a encontrar?
-Sí -le dije. Y me fui con la mujer de los carneros, sin saber adónde me llevaba… pero más lejos.
Escribió decenas de libros, artículos, ensayos. En 1948 da a luz “Juan Pérez Jolote” que del español pasa al inglés, al francés, a alemán, al japonés, al polaco, etc.
El drama de la vida se inmortaliza. Vivencia y literatura juntos. Una raza distinta en el mundo de la plenitud, que busca en el cielo todavía una respuesta.
Un día me llevaron a tierra caliente a buscar maíz. Allá trabajaban los zinacantecos haciendo milpa. Llegaron con un señor que tenía montones de mazorcas. Todos ayudamos al señor del maíz en su trabajo; unos desgranaban metiendo las mazorcas en una red y golpeando duro con unos palos, otros lo juntaban y lo encostalaban. A mí me puso a trabajar el dueño, como si fuera mi patrón, y todo el día estuve recogiendo fríjol del que se queda entre la tierra. Cuando terminé, me puso a romper calabazas con un machete, para sacarles las pepitas.
Cumplimos tres días de trabajo. Luego los viejos se fueron con sus hijos y yo me quedé para desquitar el maíz que se habían llevado. Con el dueño del maíz estuve partiendo calabazas, hasta que se juntaron otros quince días. Y aunque los viejos tenían que desquitar más cargas de maíz, ya no me dejaron allá. Me dio gusto irme con ellos a su casa porque las plagas y los mosquitos de tierra caliente no dejan dormir. Me dieron para mí una carguita de caracoles de río y eso me puso más contento.
Ricardo Pozas buscó a Juan Pérez Jolote y lo encontró alcoholizado ya de semanas y le leyó su obra y al término de ello, le dijo Jolote: “YO QUIERO VIVIR”
José Félix Zavala