La Fundación del Colegio de Michoacán en Zamora, realizada por el gran maestro Don Luis González y González

La fundación del Colegio de Michoacán
Luis González y González

Armando ponce

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El 22 de enero de 1979, la revista Proceso publicó un reportaje, “El Colegio de México se descentraliza”, con el encabezado “Nace, autónomo, El Colegio de Michoacán”. Se trata de la crónica del acto fundacional de esa institución creada por Luis González y González en Zamora, Michoacán.

Junto con su obra escrita, la apertura del plantel constituye la mayor aportación del autor de “Pueblo en vilo” a la enseñanza de la historia. A partir de ese hecho, y tomándolo como modelo, se han creado en el país centros de estudios de postgrado en ciencias sociales y antropología, como los colegios de la Frontera Norte en Tijuana; de Sonrora, en Hermosillo; de El Bajío, en León, Guanajuato, y de Jalisco, en Guadalajara.

Una empresa cultural sin precedentes en nuestro país, la creación en la provincia de un centro de enseñanza de postgrado que otorgará inicialmente maestrías en historia y antropología, se hizo realidad en esta ciudad al firmarse el acta constitutiva de El Colegio de Michoacán.

La nueva institución, hecha a imagen y semejanza de El Colegio de México –y que en el área antropológica contará también con la estrecha colaboración del Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CISINAH), representa en realidad el paso más importante y decisivo que se ha dado para la descentralización cultural.

El organismo pedagógico –cuyo promotor es el historiador michoacano Luis González y González, de El Colegio de México– se propone preparar con solidez a investigadores del Occidente del país, aunque sus puertas estarán abiertas para cualquiera, con absoluta independencia intelectual del estado, sin dogmatismos metodológicos y sin partidarismos ideológicos, si bien quiere la vinculación de sus alumnos con la verdadera realidad social de la región y despreciará el elitismo.

Así mismo, el plantel no será una sucursal de El Colegio de México, sino que tendrá sus propios órganos de coordinación y elaborará por sí mismo sus planes de trabajo.
El Colegio de Michoacán implementará, a través de sus dos centros la investigación, la docencia y la difusión y contará con dos tipos de profesores: de planta y visitantes. Para cuando se inauguren los cursos, en el verano próximo, el Centro de Estudios Históricos contará seguramente entre sus profesores a Luis González, al doctor Francisco Miranda y a Jean Meyer; el de Estudios Antropológicos, a Guillermo de la Peña y José Lameidas.
Algunos de los primeros visitantes que asistirán son los antropólogos Bryan Roberts, de la Universidad de Manchester, y Norman Long, de la Universidad de Durham, así como el célebre geógrafo humano Claude Bataillon.
Para su constitución, El Colegio –que es una asociación civil– contó en su mayoría con el apoyo económico del estado. La SEP, el gobierno michoacano y El Colegio de México aportaron inicialmente 100 mil pesos cada uno. La Universidad de San Nicolás, el CISINAH y el Conacyt (que dará las becas a los estudiantes), se comprometieron a entregar próximamente una misma cantidad.
Una vieja casona remozada, típica de estas regiones, con patio interior –la fuente, los faroles–, situada al sur de la calle Madero, es ya El Colegio de Michoacán. Ahí, en la ceremonia de la firma del acta el 15 del actual –el gobernador Torres Manzo, el director del CISINAH, Guillermo Bonfil, el rector de la Universidad Nicolaita, Genovevo Figueroa, un centenar de personas, entre ellos historiadores y antropólogos–, el director de El Colegio de México, Víctor L. Urquidi, primero de los cuatro oradores, señaló que la constitución del nuevo plantel representa «devolver a la provincia algo de la excesiva concentración» de la capital y dijo que la institución «nace de la historia y para la historia de Michoacán».
«No siempre es fácil –afirmó–, ante tantas carencias básicas que tiene el país, convencer a las autoridades de las necesidades culturales. El hecho de que la SEP y el gobierno de Michoacán den su apoyo a esta labor, es signo de buenos augurios.»
Por su parte, Luis González trazó un cuadro histórico de la tradición cultural zamorana y delineó la estructura y los propósitos básicos del nuevo centro:

«El Colegio de Michoacán ambiciona ser un gimnasio de intelectuales; codicia a personas que les gusta sudar a chorros; anhela tener un equipo de caminantes eternos que no se engolosinan con ningún arribo. El Colegio de Michoacán podría subtitularse Sociedad Metodófila porque rehuye la instalación de soluciones, porque quiere vivir en el ejercicio incesante de la musculatura intelectual», señaló como alertando a los futuros estudiantes, de los que se exigirá, añadió, sacrificio, pues «todos los ejercicios de esta institución llevan la marca de la severidad.»
Sintetizó la política académica del plantel:
«El ilustre zamorano Benito Díaz de Gamarra nos propone el camino a seguir: el eclecticismo metodológico.»
También hablaron en el acto el licenciado Eliseo Mendoza Berrueto, subsecretario de Educación Superior de la SEP («nos reunimos a la sombra de nuestros primeros maestros, que cuidaron a nuestros indígenas») y el presidente municipal de Zamora, Alberto Valdés Mendoza.
El historiador Francisco Miranda, al ser interrogado por Proceso sobre el significado de la fundación del plantel, dijo que era un «renacer de la provincia, un renacer de valores».
De lo que se trata, continuó, es saber «cuál es la historia que subyace detrás de la historia, cuál es la historia del hombre sin historia. El Colegio puede ofrecer conciencia de identidad zamorana y representa una oportunidad para que los zamoranos crean en ellos mismos».
El antropólogo tapatío Guillermo de la Peña, que coordinará el Centro de Estudios Antropológicos, abundó en los graves conflictos que arrastra el país por causa de su estructura centralista y destacó el carácter antielitista que tendrá el plantel:
«No queremos formar tecnócratas, sino gente del pueblo –aunque suene demagógico. Gente que entienda que la complejidad de los problemas no puede ser resuelta en un escritorio, sino a través de la vinculación con la gente. Esto se aprende aquí en provincia: muchas veces las soluciones que se quieren dar en el Distrito Federal nada tienen que ver con los problemas regionales.»
Por su parte, el doctor Guillermo Bonfil recalcó la necesidad de rescatar la visión nacional desde la perspectiva de la provincia:
«Es una perspectiva que no es la del poder, sino la de los grupos que están pagando el desarrollo, perspectiva que no se tiene fácilmente desde el centro privilegiado.»

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