Sabato y Borges: el intercambio de opiniones de dos grandes
Mercedes Ezquiaga
Un acontecimiento memorable en la historia literaria fue la serie de encuentros que Ernesto Sabato mantuvo con Jorge Luis Borges en 1974, en los que dejaron sus diferencias políticas de lado y dialogaron sobre literatura, religión, filosofía, arte y otros temas, compilados en un libro por el periodista Orlando Barone.
“Diálogos“ fue el simple título que eligió este periodista que se propuso reunir los pensamientos de los dos escritores más importantes de la literatura argentina, a través de una serie de conversaciones a las que ambos accedieron de buenas a primeras, previo acuerdo de obviar el tema “peronismo-antiperonismo“ y la actualidad política de entonces.
Las traducciones, las grandes novelas, los procesos creativos, las matemáticas, la música y las amistades se colaron con naturalidad en los encuentros ocurridos entre diciembre del 74 y marzo del 75, en la casa de una amiga en común y en bares de la zona, con la presencia testimonial de Barone.
“El milagro de este libro fue reunir a esos dos grandes, dos personajes antagónicos, que pudieron hacer de ese aparente caos, entre comillas, una cosa coherente, racional y sentimental maravillosa. Pero fue una isla, de afectos mutuos, que quedó cerrada en ese diálogo, no existió el después y lo que los separó siguió separándolos“, dijo Barone a Télam.
Reeditado por Emecé en marzo de 2007, el volumen contiene apreciaciones personales como cuando hablan del amor, que para Borges “requiere milagros, pruebas y confirmaciones permanentes“, y para Sabato, “quizá el amor puro, platónico, tenga una grandeza y un desinterés que no se encuentra en la pasión amorosa“.
Los diálogos, espontáneos, sin cuestionarios previos, pretendían simular una charla de café, de amigos.
“En un momento hablan de Dios y al siguiente estaban contando una anécdota. Eso tiene que ver con una diferencia en espíritus intelectuales. Parecen coincidir pero hay subyacente una tensión entre dos mundos opuestos“, opinó Barone.
“¿Sabe, Sabato? yo había pensado en un tema para hoy. Pensé que podríamos hablar de cómo escribe usted una novela y cómo escribo yo un cuento ¿Qué le parece?“, disparaba el autor de “Ficciones“, con total naturalidad uno de esos días.
“El hombre primero siente el mundo y luego cavila sobre el mundo, o sea que el arte precede a la filosofía, la poesía es anterior al pensamiento lógico“, decía el autor de “Sobre Héroes y tumbas“. “Si en un poema no hay emoción previa -respondía Borges- tampoco hay necesidad de escribirlo“, decía.
“Sabato se muestra en todo momento fiel a sí mismo, toma los temas con seriedad, es conceptual y se mete en el terreno de la racionalidad filosófica, profundidades que Borges trata de eludir permanentemente con su sagacidad verbal, a través de ironías“, señaló Barone.
La realidad de los sueños, la idea de Dios, el tango y otras obsesiones componen este inmenso collage integrado por momentos de risas, diversión, tensiones, encuentros y desencuentros.
“Lo que tiene el libro hoy, mirado a la distancia, es una gran contemporaneidad, con sus gozos y sus sombras. Y que no hablasen de política, que suena casi a herejía, fue una grandeza de ambos. Los dos aceptaron así el juego porque eran sabios, en plena época de la triple A, cuando empezaba la Argentina violenta“, sostuvo Barone.
En esta “disputa verbal“, es importante recordar que “Sabato ingresó a la literatura por la ventana y Borges por la alfombra“.
“El primero era un muchacho de provincia, de una clase media inmigrante, tosco desde el punto de vista de la prosapia y creo que él sentía ese complejo de advenedizo entre comillas, además, venía de una ciencia y no del arte. Mientras que Borges, algo que para muchos le jugaba en contra, era un conservador, aristócrata y liberal asumido“, describe el periodista.
“Ese complejo lo sintió frente a Borges, secretamente o inconcientemente, y me parece que se nota en el libro, pero también puede tomarse como un respeto hacia aquél que Sabato consideraba un genio y de quien, incluso, ya había escrito un ensayo“, recordó Barone.
Cuando terminaron las charlas, el último día -evocó el periodista- “se abrazaron, se dieron la mano de una manera tan afectuosa, que con el paso del tiempo, a veces pienso si no fue una ficción, nunca más hablaron del libro ni volvieron a verse”.