El señorío de Milpa Alta
Ángeles González Gamio
La Jornada
El antiguo señorío llamado Malacachtepec Momozco fue fundado hacia 1240 por una de las nueve tribus chichimecas que arribaron a la cuenca, provenientes del norte. En el siglo XV fue vencido y gobernado por el guerrero mexica Hueytlahuilli, quien llevó a cabo numerosas obras públicas: caminos, embarcaderos, centros ceremoniales y un sistema de siembra a base de terrazas, delimitadas por muros de piedra ubicados en los costados de los cerros, de los cuales todavía tenemos evidencia.
Actualmente ese señorío lleva el nombre de Milpa Alta, primoroso rincón rural que, pleno de tradiciones, sobrevive al sur de la ciudad de México. Increíblemente en varios de sus 12 pueblos todavía se habla náhuatl, esa dulce lengua que imperaba en la cuenca de México a la llegada de los españoles.
Importante para ello ha sido la labor de la Academia de la Lengua y Cultura Náhuatl. Entre otras actividades, sus 65 integrantes estudian libros de mediados del siglo XVI, para comparar y conocer los cambios que ha tenido el náhuatl. Buscan retomar la lengua de sus ancestros: su gramática, fonética y demás. Han propiciado que todas las preparatorias tengan maestros de la lengua, surgidos de la academia. Para acercar a los jóvenes organizan concursos de declamación en náhuatl, en lo que hay gran tradición ya que desde hace medio siglo se llevan cabo en español y son muy concurridos. La academia ha contado siempre con el apoyo de don Miguel León Portilla, activo defensor de las lenguas de los antiguos mexicanos.
Cada uno de los pueblos conserva su templo, tradiciones, actividades y prácticamente todos tienen su cronista, que integran un dinámico Consejo de la Crónica. Uno de los pueblos más famosos es el de San Pedro Atocpan, que se dedica fundamentalmente a la producción de mole para todo el país. Aquí encuentra el que quiera: verde, rojo, almendrado, de nuez, de piñón, coloradito o picoso, para los que son muy buenos para el chile. El especial de San Pedro tiene ¡28 ingredientes!, una maravillosa locura gastronómica. El profesor y cronista Saúl Ríos Flores presume la linda iglesia de 1560, pintada de rosa con espadaña y un campanario posterior. Explica que en Milpa Alta todavía se usa el tequio o faena, esto es, que los pobladores trabajan gratuitamente en obras de interés comunitario.
Es conocido que tras la conquista los habitantes del antiguo señorío mexica lucharon casi un siglo antes de ser sometidos. La evangelización corrió a cargo de los franciscanos, quienes erigieron el hermoso convento y templo de la Asunción de María, el conjunto religioso de San Pedro Atocpan y la Parroquia de San Antonio de Padua, en Tecómitl, entre otros, que aún podemos admirar.
Tras la Independencia, Milpa Alta quedó comprendida dentro del estado de México. En 1854, a raíz del decreto de ampliación que emitió Santa Anna, quedó integrada al Distrito Federal. Durante la Revolución fue refugio de los zapatistas, entre otras causas porque muchos jóvenes milpaltenses se afiliaron a la causa. Llama la atención que el espíritu de lucha y de trabajo que ha caracterizado a los habitantes de ese lugar, desde la época prehispánica, no se ha perdido. Un buen ejemplo es el exitoso desarrollo agrícola y agroindustrial que han logrado; actualmente, son los principales productores de nopal de la cuenca, y la cosa no queda ahí, ya que también son los principales abastecedores de barbacoa de la capital y, desde luego, de mole.
En esta primera visita estuvimos en unos cuantos de los pueblos y conocimos a varios de los cronistas, todos personas cultas, hospitalarias y orgullosas de su localidad. Nuestro anfitrión, el cronista Manuel Garcés, nos recibió en su casa de San Antonio Tecómitl y nos agasajó con un exquisito mole con sus frijolitos, arroz y tamales. El postre fueron ricas nieves de queso y mamey. El acompañamiento no podía ser mejor: buen pulque de la región. No hay que perderse las ferias del nopal y del maguey.
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