El olvidado templo de La Compañía, después la menospreciada parroquia mayor de Santiago y ni recuerdo de nuestra primera Catedral; Querétaro

Los colegios reales y pontificios de
San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier.

El Templo de La Compañía de Jesús
Parroquia Mayor de Santiago

José Félix Zavala

Construidos en tres diferentes etapas, el templo y los colegios de la Compañía de Jesús, fueron la base de la educación superior en Querétaro, llegan hasta nuestros días, como un legado en ciencia, arte, cultura e historia de valor incalculable.

Actualmente el templo de La Compañía, es sede de la primera Parroquia fundada en la ciudad, llamada de Santiago y los colegios son los claustros universitarios, en el área de humanidades.

«La iglesia y colegio de San Ignacio de Loyola, que fue de los regulares de la extinguida Compañía de Jesús, que se fundó el año de mil seiscientos veinticinco, cuyos insignes patronos y fundadores, fueron el Dr. D. Diego Barrientos, Alcalde mayor que fue de esta ciudad y de Doña María de Lomelí, su esposa.»

El conjunto artístico que forman en el templo de la Compañía de Jesús, su atrio enrejado, el torreoncillo sosteniendo la Cruz Atrial, su botarel, la puerta de acceso al portal de peregrinos, con un copete caprichoso, la espadaña y la portada, es de un claro y típico estilo queretano.

El Colegio de San Ignacio de Loyola y su insuperable patio barroco, sede del convento jesuita, más el colegio de San Francisco Javier, con sus dos patios, el de Los Naranjos y el principal, son muestra del arte y la cultura local, de los siglos XVll y XVlll.

Este conjunto urbanístico, esta ubicado entre las calles, una la llamada, Calle Nueva o del Maestro Próspero C. Vega y la otra, la del Sol Divino, ahora, 16 de septiembre.

Llegar al encuentro de este lugar, viniendo del poniente, en su parámetro lateral, se admira un curioso botarel en forma de róleo y en el atrio, una puerta de acceso al claustro, por el Portal de Peregrinos, con una portada por demás interesante, en cantera almohadillada y enroscado copete.

En el interior del templo, en forma de cruz latina, desde la entrada hasta el altar mayor, la vista se topa con una interesantísima galería de esculturas, de los grandes santeros queretanos, principalmente de santos jesuitas.

Los santos jesuitas, tallados por los santeros queretanos, recrean la vista y dejan ver las manos maravillosas de los indios otomíes, interpretando la cultura impuesta.

Desfilan: San Felipe Neri, San Cayetano de Tahine, San Juan Nepomuceno, San Juan Bergman, San Francisco de Borja, San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola.

A mitad de la nave, frente a la capilla, se contempla un conjunto escultórico llamado «El Calvario», en la capilla anexa, se encuentra otro conjunto, este sobre el tema de «La Trinidad», acompañada de cuatro ángeles y dos santos mercedarios abandonados.

En el crucero se encuentran las dos grandes devociones auspiciadas por los jesuitas, La Virgen de La Luz y la Virgen de Guadalupe.

Se entra a la sacristía por una hermosa puerta enmarcada en columnas corintias rematadas y un hermoso copete y a sus espaldas, una escalerilla curiosa y doble, que sube al claustro.

Un mueble de época, de pared a pared, sirve de base a dos lienzos enmarcados en oro, el uno San Ignacio de Loyola celebrando la misa ante sus religiosos y el otro los santos de su orden ante la trinidad, son los pinceles del oaxaqueño, Miguel Cabrera, en una armonía de muebles y arquitectura.

Un 12 de marzo de 1618 se otorgaron las debidas licencias para la fundación del templo y los reales y pontificios colegios. Por más de 150 años impartieron los jesuítas educación a los jóvenes queretanos, hasta el 25 de junio de 1767, cuando por decreto del rey Carlos lll, fueron expulsados.

Las etapas de construcción de estos edificios se dieron, primero la de Diego Barrientos, al inicio en 1625, posteriormente y ante la pobreza que enfrentaban los colegios, Juan Caballero y Osio, emprendió la segunda época de construcción y apoyo, a finales del siglo XVll y por último, los propios padres jesuitas, los terminaron tal como se encuentran, por el año de 1755.

«Los claustros de abajo están adornados con unos muy pulidos lienzos de la vida del gran patriarca San Ignacio, iguales a los de la casa de la Profesa, en México, pintados todos por el insigne maestro Miguel Cabrera»

El 20 de marzo de 1770, acordó el Ayuntamiento de la ciudad, poner en servicio los colegios de San Ignacio y San Francisco Javier, desocupados, debido a la expulsión de los jesuitas, como cuartel del escuadrón de caballería de las milicias provinciales de la ciudad.

Extinguida la Orden religiosa de los padres jesuitas, por Bula del Papa Clemente XlV, el 21 de julio de 1773, se ordenó al primer cura clérigo de la ciudad, Dr. D. Joseph Antonio de la Vía, para que trasladase la sede de la parroquia de Santiago, provisionalmente en el templo de La Congregación, al templo de la Compañía de Jesús, donde permanece hasta la fecha.

El último rector jesuíta de los reales y pontificios colegios, fue el P. Diego José Abad, de la gran generación de Francisco Clavijero, Francisco Javier Alegre, Antonio Alzate, Ignacio Bartolache, entre otros muy destacados jesuitas.

Solo once años dejó su misión este conjunto de edificios escolares, después fue llamado Nacionales Colegios, enseguida Colegio Civil y por último Universidad de Querétaro.

En el colegio de San Ignacio de Loyola, existe un hermoso patio barroco, de dos pisos, en cantera labrada, una arquería en los cuatro costados, con tímpanos ornamentados y puertas con dintel y en el centro una fuente de forma caprichosa, en cantera, asentada sobre gradas del mismo material, desde donde se aprecia una escalera de formas caprichosas y bóveda en el descanso, donde se abre en dos.

Asciende a las celdas, tiene en la azotea tanto en el oriente como en el poniente dos relojes de sol.

El patio principal del colegio de San Francisco Javier, es al mismo tiempo elegante y austero, sus corredores se limitan por arcos sostenidos por bellas columnas de cantera y una sobria escalera conduce a los aposentos de la planta alta.

Es sabido según escritura de contrato, que a dos indios otomíes, artistas, les fue pedido por Juan Caballero y Osio, realizar un retablo colateral, en el tiempo en que este benefactor reconstruyó el templo de la Compañía, en esta ciudad. Fue el del crucero de la epístola.

Los indios artistas fueron Tomás Xuárez, maestro ensamblador y tallador y el otro llamado Ignacio Juárez de Córdoba, maestro dorador y estofador, residentes en la ciudad.

Otro contrato del que se tiene memoria, durante la etapa de embellecimiento del templo de la Compañía, a costas del benefactor, Juan Caballero y Osio, fue el del maestro dorador y estofador, Juan Nadal y del pintor José Rodríguez.

Fueron contratados para terminar los retablos colaterales, uno el de Nuestra Señora de los Dolores y el otro el de San Francisco Javier, las tallas de estas imágenes, se pueden contemplar en toda su belleza, en nuestros días, en el templo de La Compañía, sede de La Parroquia de Santiago.

Cuenta el maestro Eduardo Loarca Castillo, que el himno guadalupano, compuesto por Tiburcio Saucedo y dedicado al obispo queretano, Sabás Camacho, fue pre estrenado, antes de las fiestas de coronación de la Virgen de Guadalupe de México en el año de 1887, en el templo de La Compañía de Jesús de esta ciudad, teniendo como solista a Edmundo de la Isla.

Después de la expulsión de los jesuitas y la desocupación de los reales y pontificios colegios de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, fue reabierto, este centro de estudios superiores, por el cura de Santiago, siendo el mismo su primer rector, el Dr. .Antonio de la Vía y Santaelices.

Estos colegios después sufrieron varias buenas intenciones, hasta llegar a ser el famoso Colegio Civil y posteriormente, sede de la Universidad Autónoma de Querétaro. Podemos mencionar como sus rectores más ilustres, a los maestros, Próspero C. Vega, Nicolás Campa y Fernando Díaz.

La torre tiene tres cuerpos, el primero de forma cuadrada, el segundo octagonal y el tercero redondo, junto a ella y con vista a la calle Nueva, una espadaña.

La portada principal del templo está formada por dos cuerpos, el primero a base de dos columnas corintias, arco de medio punto, sobre su arquivolta, dos enjuntas y una cartela.

En el segundo cuerpo, el tema central es la ventana, a base de un boquetón fuertemente moldurado, dos columnas jónicas y dos atlantes femeninos, relata un frontón con róleos y una cruz de dos brazos.

Entre las columnas se encuentran enmarcados en conchas, las esculturas en cantera de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier,

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