Clamor de “indignados” mexicanos
Jorge Camil
La Jornada
Felipe Calderón está tan entusiasmado con la militarización que ahora propone llenar la Policía Federal de egresados universitarios desempleados, con lo cual contradice los números felices del delfín, Ernesto Cordero, que después de invitarnos a administrar la abundancia” (al estilo de José López Portillo) reculó en menos de 24 horas para informarnos que, con la pena, continuábamos siendo pobres. Fue una rectificación al estilo del Chavo del Ocho: “perdón, se me chispoteó” (algo frecuente en él). Lo malo es que las cifras macroeconómicas no dan para comer y continúa el desempleo. Casi sin darnos cuenta (porque no hay cifras confiables) nos han convertido en un Estado militarizado. Un país que gasta millones en armamento mientras muchos no comen; un Estado poblado por miembros del Ejército, la Armada, y ahora los robocops de la “erudita” Policía Federal; una República que esconde alianzas militares con Estados Unidos y es sobrevolada por aviones de la CIA.
Habrá que estar muy atentos al sucesor, sobre todo si es de Acción Nacional. No podríamos darnos el lujo de una tutela, porque cargamos 40 mil muertos a cuestas, y nuestras fuerzas armadas ya fueron comprometidas por Calderón y Patricia Espinosa para pelear junto a los marines en Centroamérica. Se trata de convertirnos en una zona de protección para Estados Unidos.
Volviendo a las declaraciones del delfín, que a la manera de Vicente Fox muestra igual facilidad para las declaraciones descabelladas, acaba de hacer una francamente enternecedora en San Luis Potosí: “quiero ser presidente con toda el alma” (casi escuchamos los mariachis de José Alfredo Jiménez). Antes, por supuesto, había hecho la hoy famosa de los 6 mil pesos, que alcanzaban para pagar casa, coche y escuelas particulares (hoy parece que insiste en el tema).
En medio de este circo un poeta agraviado recorre la República con una caravana de “indignados” mexicanos (los “hasta la madre”). Los que han perdido todo; los que han visto pisoteada su dignidad. El poeta pide en vano una señal de buena voluntad de Calderón, mientras reclama un nuevo pacto democrático. Se da cuenta de que el actual, tras la traición de Fox y la guerra ilegal de Calderón, es insuficiente para restaurar la República. Es lo mismo que pidió López Obrador en el Zócalo el domingo pasado: ¡un nuevo pacto social para salvar a México!
Los “indignados” españoles pidieron “democracia real ya”, y en el resto del mundo se escucharon reclamos similares. Ya nadie se traga el cuento de la democracia como simple derecho a depositar el voto. Eso se acabó con los griegos, que ocupados como estaban haciendo filosofía dejaron el concepto a medias.
Así sucedió con Vicente Fox. Nos llenó de esperanza porque confundimos alternancia con democracia. Lo bueno es que muy pronto caímos en la cuenta de que cruzar una boleta electoral a favor de un desconocido dicharachero de botas no es garantía de nada. Ya vieron cómo nos fue con el “primer gobierno panista” (que al final ni era panista ni fue gobierno). Después (¡qué miedo!) repetimos con un panista de verdad, que dejó de lado los temas presidenciales de rigor: la economía, el crecimiento sostenido, el empleo y la defensa de los intereses nacionales, para involucrarse en una guerra insensata que destruyó al país; la guerra de un mandatario con marcada inclinación a las celebraciones militares: el “Día del Ejército”, la “Marcha de la Lealtad”, el “Día de la Marina”, y ahora el “Día de la Policía Federal” (futuro semillero de “sacerdotes civiles”).
Hace 10 años escribí en La Jornada (8/06/01) que con el tiempo descubrimos las relaciones que guarda la verdadera democracia con los temas de la pobreza, el medio ambiente, las oportunidades económicas, el acceso a la educación y la diseminación equitativa de las nuevas tecnologías. Once años después, y dos presidentes panistas detrás, seguimos sin encontrar el rumbo. Para nosotros, la democracia continúa siendo sólo un medio para llegar al poder, y así tener acceso a los millones asignados a los partidos políticos.
En el artículo mencionado expresé que en la tercera Cumbre de las Américas Hugo Chávez declaró, curándose en salud, que aceptaba bajo protesta la “cláusula democrática”, siempre y cuando el nivel democrático de los países latinoamericanos se midiese conforme al criterio de la democracia “participativa” y no “representativa”. ¿Quién lo hubiera creído: Hugo Chávez, que insiste en perpetuarse en el poder, incursionando en el moderno concepto de “democracia incluyente”? El concepto social que rechaza la polarización neoliberalista de las clases sociales, divididas entre los desprotegidos de las favelas, bidonvilles y casas de cartón, y los privilegiados de los suburbios con alarmas, cercas eléctricas, policía privada y perros de ataque.
Urge un nuevo pacto democrático para resolver los problemas de la pobreza, el desempleo, la educación, la salud, la concentración alarmante del poder económico y la destrucción del medio ambiente. Eso es lo que pretenden los “indignados” españoles y los “hasta la madre” mexicanos.
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