De mexicanos, sólo 2.4% de las patentes otorgadas en el país en 2010
Los científicos hablan de medio siglo de atraso en el desempeño innovador interno
Karina Avilés, Emir Olivares y Fernando Camacho
La Jornada
La ausencia de una visión de Estado para potenciar la capacidad inventiva explica el fracaso de México en su desarrollo tecnológico y de innovación, cuyos resultados no logran remontar el cero: 0.8 por ciento de la propiedad intelectual en el mundo; 0.05 es el nivel de coeficiente de inventiva del país; 0.4 por ciento del producto interno bruto (PIB) se invierte en ciencia y tecnología.
De las 9 mil 399 patentes otorgadas en México en 2010, sólo 229, esto es 2.4 por ciento, se concedieron a mexicanos. En contraste, 9 mil 170, 97.6 por ciento, se entregaron a extranjeros. De estas últimas, la mayoría, 4 mil 769, fueron adjudicadas a peticionarios de Estados Unidos, reporta el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).
Es tal el rezago de México, que los científicos hablan de medio siglo de atraso en el desempeño innovador interno.
Un país que llegó a ser pionero en América Latina en centros de desarrollo tecnológico a mediados del siglo XX y que incluso tuvo la capacidad de enviar cohetes al espacio en los sesenta, es hoy una nación de maquila y de servicios, sectores donde la transferencia tecnológica simplemente no ocurre.
“No existe ni ha existido desde la década de los ochenta una política para poner a nuestro país de pie en los conocimientos. Es el Estado cero” en esta materia, advierte Octavio Paredes, ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Las cifras hablan por sí mismas. En el escenario internacional, el número de patentes mexicanas apenas representa 0.5 por ciento del total en el mundo, precisa la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El país sólo contribuye con 0.82 por ciento de los artículos científicos que se producen a escala mundial (Instituto para la Información Científica, 2010) y, en materia de innovación, ocupa el lugar 78 de 132 economías (índice de competitividad global 2010-2011).
De acuerdo con el IMPI, el número de solicitudes de patentes en el país ascendió a 14 mil 573 en 2010, de las cuales sólo 951, 6.5 por ciento, fueron realizadas por nacionales. Dicha cifra es equiparable al número de patentes solicitadas por una sola empresa: la firma alemana Siemens AG, la cual gestionó 833 patentes en 2010 y que, por ello, se encuentra entre las primeras 20 compañías solicitantes en el mundo, conforme a la última clasificación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
Jaime Aboites Aguilar, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco y uno de los principales expertos en el país en propiedad intelectual, aclara que las patentes de extranjeros solicitadas en México en realidad “no traen la capacidad inventiva” porque técnicamente son familias de patentes, lo cual significa que no fueron presentadas por primera vez en nuestra nación, sino en Estados Unidos y Europa. Por tanto, esas licencias son un mero “monopolio” de las empresas, cuyo fin es evitar que entren sus competidores al mercado.
Así, mientras las patentes nacionales están en fase de investigación y desarrollo y con posibilidades casi nulas de transferencia tecnológica, la relación de dependencia de México –indicador que da una idea de la medida en que un país depende de los inventos desarrollados fuera de él– asciende a 26 puntos, frente a naciones como Brasil, cuyo nivel de dependencia es de 1.60; Chile, con 6.60, y Argentina, con 4.50 puntos, según informes del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Lejos quedó el país que llegó a tener el Laboratorio Nacional de Fomento Industrial (Lanfi), el primero en su tipo en América Latina y que, junto con el Instituto Mexicano de Investigaciones Tecnológicas (IMIT), fue desaparecido en el sexenio de Carlos Salinas, recuerda Paredes.
Ambos centros realizaron el primer procedimiento tecnológico en el mundo para hacer harinas nixtamalizadas de maíz. Entre otros tantos desarrollos, los Lanfi llevaron a cabo el primer trabajo de investigación sobre el procedimiento para la elaboración del tequila, mientras el IMIT contribuyó con procesos tecnológicos empleados por la industria papelera para la elaboración de celulosa.
Todavía en los años setenta, añade, México era productor de vacunas, y hoy es importador de ellas. Por eso, cuando llega “la influenza no sabemos qué hacer”.
En los sesenta, el Colegio de Posgraduados fue el centro por excelencia de tecnología agrícola en América Latina. Y si nos remontamos a tiempo atrás, en el gobierno de Lázaro Cárdenas se apostó a la formación de ingenieros, de tecnólogos, al fortalecimiento del petróleo, de la tecnología y la investigación, dice.
“Aquí comenzaron grandes centros científicos en el mundo. Aquí empezó la revolución verde, pero no fuimos capaces de mirar estas fortalezas”, lamenta.
Con base en el índice de competitividad global 2010-2011 del Foro Económico Mundial, México cae a la posición 66 –seis puntos menos que en 2009-2010–, mientras Chile ocupa el lugar 30, Panamá el 53, Costa Rica el 56 y Brasil el 58. Este último país, ahora convertido en ejemplo de desarrollo tecnológico, es la nación latinoamericana que generó mayores solicitudes internacionales de patente, con 442, mientras la cifra de México fue de 144 en 2010, según la OMPI.
Para los expertos, el difícil panorama de México obedece a múltiples causas. Una de la razones de fondo se relaciona con una economía basada en el consumo y la maquila, “las formas más retrasadas de inserción en un mundo global”, como afirma Aboites Aguilar.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), añade, no implicó la modernización ni mucho menos la industrialización del país, sino, por el contrario, un proceso de desindustrialización que tiene sus efectos negativos en la capacidad de innovación nacional.
Los políticos mexicanos, en lugar de apostar a la sociedad del conocimiento, lo hicieron a la maquila, subraya Paredes. De hecho, continúa, “los paisanos que van a trabajar a los campos agrícolas en Estados Unidos han ayudado más a traer transferencia tecnológica en la agricultura que la clase dirigente de este país”.
La falta de financiamiento para estas tareas es otro de los factores que impiden el despunte de nuestra nación. En los pasados 15 años, precisa el titular de la Coordinación de Innovación y Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Jaime Martuscelli, la inversión federal en ciencia y tecnológica ha sido menor a 0.4 por ciento del PIB.
Esta falta de visión en tiempos en que la riqueza la genera el conocimiento y no los servicios en los que se basa la economía mexicana –petróleo, maquila, turismo– tiene consecuencias “terribles a futuro”, expresa el investigador Emilio Sacristán Rock, de la UAM Iztapalapa.
Los especialistas coinciden en que la falta de una política de Estado para potenciar la capacidad inventiva de la nación es reflejo también del casi nulo interés de la iniciativa privada por invertir y contratar cuadros especializados, de la débil relación entre la universidad y la empresa y del deficitario número de investigadores en el país.
Sin embargo, el director general del IMPI, Rodrigo Roque Díaz, afirma que “vamos por buen camino”. Incluso considera que el nivel de dependencia tecnológica de México no es un “problema sistemático”, porque, según dice, “estamos mejor que otros países de América Latina”.