Las antiguas culturas de México florecieron, para gloria nuestra, en distintos ecosistemas

Portento mesoamericano

Ángeles González Gamio

Guiados por Eduardo Matos, el sabio

arqueólogo que concibió y fue curador general de la exposición Seis ciudades de Mesoamérica, los miembros de la Tertulia del Convento, nos maravillamos de lo que sucedió en nuestro territorio a lo largo de dos mil años.

Para comprender la dimensión del prodigio se tiene que saber que en el mundo sólo seis sociedades alcanzaron la civilización como parte de un desarrollo propio:
Egipto, Mesopotamia, China y el valle del Indo, en lo que se refiere a África y Oriente.
En nuestro continente ese fenómeno se dio en los Andes y Mesoamérica.

Matos señala que para el desarrollo de dichas sociedades de la antigüedad, fue importante contar con grandes ríos.

Lo sorprendente en el caso de Mesoamérica es cómo el hombre supo utilizar los distintos ecosistemas, para establecer sus asentamientos.

Las antiguas culturas que florecieron en lo que hoy es México lo hicieron en diferentes nichos ecológicos, lo que las distingue de las demás civilizaciones originarias del mundo.

La exposición que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología nos muestra la manera en que el hombre prehispánico controló esta biodiversidad y creó grandes ciudades como Monte Albán, Palenque, El Tajín, Teotihuacan, Tenochtitlan y Tlatelolco.

Una excelente museografía que se apoya en 411 piezas arqueológicas, nos revela cómo esas culturas prehispánicas controlaron su ecosistema para crear grandes urbes. El montaje reproduce las características arquitectónicas de cada urbe, tanto de sus espacios ceremoniales como residenciales, un ejemplo de ello es la recreación de una tumba zapoteca; las canchas de juego de pelota de El Tajín, del arco falso de los templos mayas y de un conjunto residencial teotihuacano con sus muros pintados.

Un gran acierto son las recreaciones de cómo debieron lucir estas metrópolis en su esplendor y lo que son ahora. En el caso particular de Tenochtitlan, es impresionante advertir en la comparación de ambas imágenes, como la ciudad española se “montó” sobre la urbe mexica, conservando la misma traza urbana; ambas esplendorosas.

Destacan objetos arqueológicos de reciente hallazgo o que tuvieron un largo proceso de restauración, por lo que podemos verlos por vez primera como El Tablero del Templo de la Cruz Foliada y la máscara mortuoria de la Reina Roja, ambos de Palenque.

Los fustes de los pilares del Edificio de las Columnas, de El Tajín, donde está narrada la llegada del gobernante Trece Conejo. Un monolito teotihuacano con la representación del Monstruo de la Tierra, ricamente decorado con pigmentos de varios colores.

Una escultura del dios viejo del fuego o Huehuetéotl, considerada la más completa hallada hasta ahora en las inmediaciones de la Zona Arqueológica de Teotihuacan.

Destaca una vistosa almena en forma de caracol, que debió rematar un edificio de la antigua Tenochtitlan, posiblemente un calmécac.

Se muestra una canoa hecha de un solo tronco que navegó los canales de Tenochtitlan y el Lago de Texcoco a finales del siglo XV, muy semejante a las que actualmente se usan en Xochimilco y Tláhuac.

Hay tres dinteles de madera que pertenecieron hace 800 años a un edificio de Tlatelolco, y que pudo haber visto Hernán Cortés a su arribo a esta antigua ciudad.

La exposición va a permanecer hasta agosto así es que tiene tiempo de visitarla y si antes le da una leída al pequeño, pero sustancioso, libro Tenochtitlan, del propio Matos, editado por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, la va a disfrutar aún más.

Ahora vayamos a la cercana colonia Tacubaya a saborear –por supuesto– comida mexicana. ¿Que les parece La Poblanita? en su sede de Luis G. Vieyra 12, junto a la avenida Jalisco. La amplia fonda con terraza ofrece buenos moles, particularmente el verde, enchiladas, tacos de sesos, chalupas y quesadillas.

El acompañamiento: tortillas del comal y cerveza Pacífico.

gonzalezgamio@gmail.com

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