Los reyes de la noche
Nadal solo ha perdido en dos ocasiones bajo los focos neoyorquinos; Federer, nunca
JUAN JOSÉ MATEO
El País
La jornada de hoy
Así, pensó el sueco Björn Borg, le enterraban en Nueva York. Hace más de 30 años, el hombre de hielo conoció algo distinto a todo: la sesión nocturna del Abierto de Estados Unidos, que permitió a la organización doblar sus beneficios al vender dos turnos de entradas, generar una expectación nunca vista al atraer a actores y músicos y hacer del tenis un gran espectáculo impulsado por los horarios de máxima audiencia televisiva.
Todo muy bonito, consideró Borg, salvo que los encuentros terminaban de madrugada y las luces le deslumbraban. Su queja oficial reflejó una realidad. Los jugadores nocturnos son una raza distinta. El suizo Roger Federer jamás ha perdido en la night session neoyorquina (19-0). Rafael Nadal, vencedor por 6-3, 7-6 y 7-5 del kazajo Andrey Golubev, solo ha cedido dos veces (15-2) en las condiciones en que Borg se sintió condenado. Son los reyes de la noche.
Problemas del español ante el kazajo Golubev, que le rompió el saque seis veces
«La gran diferencia entre jugar de día y hacerlo de noche es saber que todos los ojos te miran», explica Federer, un fijo en la pista más grande del mundo, con casi 25.000 espectadores. «No hay forma de evitar que los focos te apunten, de ser el centro de la atención. Eso hace que sientas presión. Cuando fallas una volea estúpida, te dices: ‘Vaya, todo el mundo ha visto eso. He quedado como un idiota», prosigue; «así que sientes esa presión. Solo pienso en mi rival, en ese tenista que está a punto de competir contra uno de los mejores… ¡Pero no es tan fácil!». ¿Por qué consiguió adaptarse el ahora número tres? «Supongo que juego bien por la noche porque soy muy buen jugador», bromea; «en Nueva York todo es diferente. Ponen música en cada cambio de lado. Retransmiten todo tipo de cosas en las pantallas gigantes. En otros sitios hay un completo silencio. Disfruto de la variación. Este es un torneo gigantesco en el que suelo jugar lo mejor de lo mejor de mi tenis».
La noche es un mundo distinto. Iguala la batalla porque quita el sol y así evita sufrimientos a los menos fuertes. Cambia la pista porque no se cuece bajo el calor y así viaja más lenta la pelota, lo que puede favorecer a Nadal, según opina el vestuario. Pero obliga a jugar con la presión de estar bajo los focos, cegado, lo que perjudica a los restadores. Castiga a los competidores con finales de madrugada.
«Cuando jugué por primera vez esta sesión, en 2004, era muy joven», recuerda Nadal, enfrentado al castigo de Golubev, quien tuvo siete bolas de set para ganar la segunda manga, sacó dos veces para ganar la tercera y le rompió más veces el saque (seis) que todos sus adversarios juntos en 2010 (cinco); «tenía 18 años y jugaba contra una estrella, Roddick. Al final, si juegas en el primer turno, es bonito. El segundo, sin embargo, es pesado porque puedes acabar muy tarde. Me gusta jugar de noche porque a veces hace menos viento. Esos partidos tienen un ambiente especial».
Hay también un componente fisiológico. Hay días que los tenistas de la noche dejan el torneo a las dos de la mañana. Pocos, solo el serbio Novak Djokovic, Nadal, Federer, el británico Andy Murray, el sueco Robin Soderling y el estadounidense Andy Roddick, pagan a un fisioterapeuta personal que pueda extender de noche su camilla en el hotel para recuperar su cuerpo con vistas al próximo combate. «Yo», explica David Ferrer, que juega con una fascitis plantar y una mano dolorida, «prefiero jugar de día porque da más tiempo a descansar».
Borg se retiró sin ganar el Abierto de Estados Unidos. Cada vez que se cruzaba con un estadounidense, póngase Roscoe Tanner, la organización le ponía en la cancha central y de noche. A Federer y Nadal eso les da igual. Compiten con fiereza pese al ruido y el viento. Las luces no les deslumbran, sino que les iluminan. Son los reyes de la noche.