Es la hora de «Todos contra todos»

La Fura del Baus: «Vivimos un tiempo de todos contra todos»

El Teatro Real sale por primera vez de gira con el estreno esta noche en el Bolshoi moscovita de ‘Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny’, de Kurt Weill y Bertolt Brecht

DANIEL VERDÚ

– Moscú

El País

La Fura del Baus recibió en el año 1996 la visita de Gerard Mortier en Granada, donde representaban La Atlántida, de Manuel de Falla. Fue casi por casualidad, gracias a un colaborador que se ofreció para mediar y mostrar los debuts operísticos de la hasta entonces rompedora compañía de teatro al director belga. Al término de la obra, sin darle importancia, citaron a Mortier, entonces encargado del Festival de Salzburgo, en un bar de copas de de la ciudad. «Estábamos cansados después del bolo, fíjate que imprudentes de llevarlo ahí», recuerda Álex Ollé en el hall de un hotel moscovita. En aquel ruidoso bar granadino, Mortier vio su potencial y les invitó a participar en Salzburgo con su revisión del mito de Fausto. Desde entonces, la colaboración del belga, ahora director artístico del Teatro Real, y Carlus Padrissa (Balsareny, 1959) y Álex Ollé (Barcelona, 1960) no ha cesado y tiene un futuro con tres obras más casi comprometidas.

El público de Madrid es bastante reaccionario, al menos el de estreno

La provocación siempre ha sido fácil. Eso no nos interesa

Esa colaboración, auspiciada por el Real y la engrasadísima maquinaria de todo su equipo, ha propiciado que hoy, por primera vez en la historia, el teatro salga de gira con una producción propia y se lleve a 192 de sus trabajadores para ponerla en marcha. El Bolshoi (la sala provisional que durante los seis años que ha durado la accidentada y costosa reforma de su histórico edificio moscovita ha servido de escenario) acoge esta noche la versión escénica de la Fura del Baus de Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, la obra de Kurt Weill y Bertolt Brecht que el Real estrenó hace un año con gran éxito en Madrid. La dirección musical correrá a cargo de Teodor Currentzis. Es el único cambio. Porque, de nuevo, incluso el tema de la obra tiene una vigencia sobrecogedora.

«Sí, Mahagonny cobra ahora todavía más actualidad», dice Ollé. «Momento de crisis, neoliberalismo… Aquí en Moscú te das cuenta de cómo antiguos regímenes comunistas entran enseguida en el círculo vicioso del consumo capitalista. Pero también lo ves en Londres con los últimos acontecimientos: es la pancarta de la obra de ‘todos contra todos’. Es una obra que lleva 80 años vigente, vivimos un momento de todos contra todos.

Pregunta. El propio director del Bolshoi ha dicho que ha tenido problemas con cierto público y con el Parlamento por el estreno de alguna obra más transgresora. ¿Cómo creéis que se recibirá este Mahagonny?

A. O. El mundo de la ópera sigue relacionado con un público pudiente, y en este caso no sé cómo se recibirá.

Carlus Padrissa. Yo estuve viendo en este teatro Lady Macbeth de Mtsensk y el público parecía muy entendido. Aquí hay una gran tradición teatral y de ópera, pero están un poco encerrados en su fondo. Es un terreno aún, un submundo que consume su propio mundo, pero que no recibe tantas cosas de fuera. Creo que se sorprenderán. En el ensayo general ya hubo unos que pegaron un portazo y se fueron de golpe. Pero bueno, también hubo muchos que aplaudieron.

P. ¿Creéis que el público de la ópera es todavía un reflejo del discurso de Mahagonny?

A. O. Sí… hay teatros que están más acostumbrados a según qué. Es como el teatro educa al público. Pero mira, el público de Madrid también es bastante reaccionario, al menos el de estreno, y el recibimiento de Mahagonny fue unánime. Aunque no sé si eso es bueno o no, igual es que lo hicimos un poco light… [se ríe]. Si gusta a todo el mundo, a veces te hace dudar de si has hecho muchas concesiones. Pero Mahagonny no necesita una dramaturgia paralela, es una obra muy potente. Por eso la hemos enfocado de una manera muy austera. Con el vertedero como metáfora del espejismo que utilizan los corruptos para vender sus cosas.

C. P. En Madrid a todo el mundo le gustó. Pero también creo que es una pose. Tú ves un producto que no puedes criticar porque está de la hostia… La obra original es tan buena, que es difícil hacerla mal. Y que al final de la función una candidata importantísima de derechas te venga a abrazar y te diga que qué bonito ha sido todo es que no han entendido nada. O quizá la han entendido y tienen que disimular, porque al final siempre gana la hipocresía. Si eres un político crees que tienes que saludar a los artistas, pero no sé si puede ser que no te hayas enterado de lo que se estaba contando.

A. O. Hombre, es una obra que impone una reflexión. Puede que moleste a quienes se vean reconocidos, y sobre todo en aquí en Moscú.

P. Después de 30 años de La Fura, ¿la transgresión o ese golpeo necesario para la reflexión se ha convertido en algo más difícil?

C. P. Es que esto es un golpeo por dentro y desde dentro. Es como la policía, que pega con un casco para no dejar huellas ni marcas. Pero te deja una hemorragia interior. Hay muchas maneras de golpear. En este contexto, en este envoltorio, llámale Bolshoi, con sus ornamentos de oro y etc., colocar toda esta basura es eso, ponerte un casco para que no quede la huella. Pero ojo, no golpeamos nosotros, es Bertolt Brecht. La revolución desde dentro es eso.

A. O. La provocación siempre ha sido fácil. Eso no nos interesa. Nosotros hemos sido siempre coherentes con nuestra forma de pensar. Lo importante es que hablen del espectáculo, no de particularidades o de momentos de provocación concretos.

Carlus Padrissa se levanta de la mesa y se marcha para atender a la familia que le ha acompañado a Moscú. Alex Ollé termina le entrevista y explica el vuelco total en los últimos años de la Fura con el género operístico.

A. O. Durante los últimos años nos hemos situado en el mundo de la ópera como en los ochenta estuvimos en el teatro. No sé hasta qué punto esto te genera un aburguesamiento, pero es que el instrumento de un teatro de ópera es multidisciplinar: figurantes, cantantes, músicos, bailarines… Permite hacer una propuesta que en teatro se hace muy poco. Sigue siendo un espectáculo total.

P. ¿Os ha generado conflicto ese aburguesamiento que puede producir la ópera?

A. O. No, conflicto ninguno. Finalmente te deben valorar por la trayectoria. Y la nuestra es sólida. Seguimos investigando y sorprendiendo. Intentamos rodearnos de buenos colaboradores, es uno de los secretos para enriquecer la compañía. Originalmente éramos nueve, hoy quedamos seis. Pero solo Carlus y yo nos dedicamos a la ópera. Él va ahora a Múnich con un Turandot, yo estaré pronto en la Ópera de Sidney… En los próximos años tenemos un calendario envidiable, la verdad es que es nuestro mejor momento, aunque decir esto en España ahora sea un poco duro.

P. ¿Esta crisis cambiará la manera de trabajar de los directores de escena y el tipo de montajes que se han hecho hasta ahora?

Á. O. Obligará a hacer propuestas más ingeniosas y de compromiso. Ha llegado el momento de comprometerse un poco con el momento, es el fin de muchas cosas. Han bajado todos los presupuestos y hay que aguzar la creatividad con menos medios. Hemos vivido en una sociedad del bienestar que ha adormecido al creador y donde el multimedia se había convertido en el multimierda. El momento obligará a reflexionar sobre muchas cosas, y eso nunca es malo.

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