El equipo de todos
Nadal tumba a Tsonga en el punto decisivo de la eliminatoria, lleva a España a su octava final, que jugará contra Argentina, y recuerda el trabajo coral de un grupo capaz de ganar sin él
JUAN JOSÉ MATEO
El País
«¡Rafa!, ¡Rafa!», grita la gente que llena la plaza de Los Califas mientras Rafael Nadal vence 6-0, 6-2 y 6-4 al francés Jo-Wilfried Tsonga, lo que clasifica (España, 4; Francia, 1) a la selección para su octava final de la Copa Davis, sexta en el siglo XXI, que jugará contra Argentina, verdugo de Serbia (2-3; Novak Djokovic se retiró lesionado y con 6-7 y 0-3 ante Juan Martín Del Potro).
«Yo no pude ir a Austin y sin mis compañeros no estaríamos aquí», dijo Rafa tras ganar
El manacorí logra por sexta vez el punto decisivo en una eliminatoria
«El compañerismo no siempre es fácil y ellos lo hacen muy bien», cuenta Albert Costa
«¡Rafa!, ¡Rafa!», celebra el público al tenista mientras este logra por sexta vez el punto decisivo en un cruce. «¡Rafa!, ¡Rafa!», le sostiene la grada, que se entrega a él como si en su cuerpo habitaran Lagartijo, Guerrita, Machaquito, el Cordobés y Manolete, los cinco Califas que bautizan la plaza, individualizando la victoria, señalándole como el héroe. En esas, Nadal coge el micrófono y dice: «Gracias. Gracias a mis compañeros. Yo no pude ir a Austin (EE UU, 1; España, 3). Sin ellos no estaríamos aquí». En un deporte individual, guiado por la dictadura de las estrellas, la selección no vive bajo la ley de la suya. ¿Por qué?
«Porque la única ley que hay que imponer es en la pista», contestó Nadal, que tras el encuentro se despidió uno por uno de todos los miembros del equipo francés, empezando por su viejo encordador, que trabaja también para uno de sus patrocinadores y ayer se jubilaba. «No por ganar más o menos tratas mejor o peor a una persona, ese sería el principio del fin de todo. No me siento más especial que nadie, que David, que Fernando o Feliciano, cuando estoy allí dentro. Me siento uno más», siguió el mallorquín, que sumó su decimoctava victoria consecutiva en la competición. «Competimos y convivimos juntos. Tenemos un carácter abierto. Eso favorece que la relación y el ambiente sea el adecuado». «Esta semana, cada día llegué al hotel y no subí a mi habitación hasta la hora de dormir», añadió. «Estuve en la sala común con todos. Me gusta estar con gente. Estar solo ya me toca cuando estoy por el mundo. Jugamos a la Play, vemos el baloncesto y el fútbol. Hacer vida de conjunto me ayuda. Me gustaría tener este ambiente más semanas al año: hace que todo pase más rápido, más divertido».
Es difícil imaginar a una Federación que elija a un seleccionador contra las preferencias de su estrella. Ocurrió con la española, que contrató a Emilio Sánchez Vicario como entrenador entre 2006 y 2009, pese a que Nadal y sus compañeros preferían a Albert Costa, el actual técnico. Es difícil pensar en un campeón de grandes que renuncie a su descanso y viaje de punta a punta del mundo para jugar con su equipo: Nadal, que ha disputado solo dos eliminatorias en los dos últimos años, lo hizo en esta ocasión para las semifinales, ayudado por el avión privado que le ofrecieron para viajar nada más perder la final del Abierto de Estados Unidos. Es difícil, y probablemente no ocurra, que al mejor de un equipo le acompañen tenistas que no son de su gusto, pero se dan casos en los que las diferencias de ideas y caracteres son más que públicas: allí están Juan Martín Del Potro y David Nalbandian, las dos estrellas argentinas, compitiendo juntos como pueden.
«Lo que pasa en este equipo es por calidad humana», argumentó Costa, que ha visto a España ganar 20 eliminatorias seguidas en casa. «Son personas que se saben adaptar a un régimen de equipo. Todos los demás intentamos que estén a gusto, no crearles problemas y exigirles al ciento por ciento cuando están en una eliminatoria. Saben cuál es su trabajo. A Verdasco, por ejemplo, le tocaba una papeleta complicada (ganó 6-2 y 6-1 al francés Gasquet en un partido intrascendente) y ha dado una imagen muy buena. Dentro de un equipo hay muchísimos detalles que respetar: el compañerismo no siempre es fácil y ellos lo hacen muy bien».
Puesto ante Nadal, Tsonga sumó solo seis puntos al resto en todo el partido. Fue el último ejemplo de la crisis de fe de su equipo, sin nervio competitivo más que en el dobles, donde naufragó también la pareja española. A Francia le atenazó la baja de Gael Monfils, su mejor tenista. Guy Forget, su seleccionador, se marchó impresionado: «Cuando ves a Nadal y a Ferrer, ves que los españoles, en tierra, tienen el tenis más eficaz, el más táctico, el que empuja al contrario hasta que explota, aunque no sea el más talentoso técnicamente… Ves que los españoles no han salido del mismo molde que mis chicos».