Décimas a Dios
Pita Amor
Fue la menor de siete hermanos, Pita fue la niña que lloraba y temía a la oscuridad, era la niña que paralizaba la cuadra entera con sus terribles berrinches. En su juventud Guadalupe Amor fue actriz y modelo de fotógrafos y pintores destacados, entre ellos Diego Rivera, Juan Soriano y Raúl Anguiano. Fue a su vez amiga de Frida Kahlo, María Félix, Gabriela Mistral, Salvador Novo, Pablo Picasso, Juan Rulfo, Alfonso Reyes y Elena Garro entre muchos otros grandes intelectuales, en particular del México de los años 50. Tenía la costumbre de vestirse con mantones, capas y no usar ropa interior ni medias. Forjó en su poesía los temas metafísicos, caracterizándose por sus expresiones directas y desencadenadas, siempre en primera persona, en ellos se observa una clara influencia de Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.
Producto eres de locura,
mas de locura sublime.
Llevas al Dios que redime
con su inexistente altura.
Eres oculta ranura,
eres el hueco inefable,
la quietud inexplorable,
la invisible salvación.
No hermanas con la razón
porque eres fe inescrutable.
Dios, invención admirable,
hecha de ansiedad humana
y de esencia tan arcana,
que se vuelve impenetrable.
¿Por qué no eres tú palpable
para el soberbio que vio?
¿Por qué me dices que no
cuando te pido que vengas?
Dios mío, no te detengas,
o ¿quieres que vaya yo?
El inventarte es posible…
Difícil es sostener
la potencia de tu ser,
ser absoluto, intangible.
El que seas invisible
no es el misterio más hondo.
Exaltada hallo tu fondo,
mas cesa mi exaltación,
y tu admirable visión
en mi pensamiento escondo.
Yo siempre vivo pensando
cómo serás si es que existes;
de qué esencia te revistes
cuando te vas entregando.
¿Debo a ti llegar callando
para encontrarte en lo oscuro?,
o ¿es el camino seguro
el de la fe luminosa?
¿Es la exaltación grandiosa,
o es el silencio maduro?.
Tal vez yo no quiera hallarte
y por eso no te veo,
que es el ansioso deseo
el que logra realizarte.
A ti no te toca darte;
si mi soberbia te invoca,
es a mí, a quien me toca,
salir al encuentro tuyo.
Me acerco a ti, te construyo…
Ya tengo fe, ya estoy loca.
Dios mío, sé mi pecado,
consiste en verte en concreto;
y tú, el eterno discreto,
por eso me has castigado,
dándome un ser complicado,
que piensa entenderlo todo,
y que jamás halla el modo
de fundir carne con mente,
que pensando con la frente,
se está pudriendo en el lodo.
Te quiero hallar en las cosas;
te obligo a que exista el cielo,
intento violar el velo
en que invisible reposas.
Sí, con tu ausencia me acosas
y el no verte me subleva;
pero de pronto se eleva
algo extraño que hay en mí,
y me hace llegar a ti
una fe callada y nueva.
No te veo en las estrellas
ni te descubro en las rosas;
no estás en todas las cosas,
son invisibles tus huellas;
pero no, que aquí descuellas,
aquí, en la tortura mía,
en la estéril agonía
de conocer mi impotencia…
¡Allí nace tu presencia
y muere en mi mente fría!
Este es un poema de la genial Pita Amor, la Mexicana dueña de la Tinta Americana.