Cuando el Papa Francisco habla de corrupción no tira frases al viento.
No es casual que amoneste contra el “carrierismo”, ese afán por trepar en la pirámide de responsabilidad eclesiástica que cultivan no pocos clérigos, en Roma y más allá. Tampoco se ha equivocado con machacar, una y otra vez, sobre la urgencia -para los hombres de Dios- de estar atentos contra esta corriente corrupta que puede envolver a cualquiera. Dos casos que explotaron en los últimos días demuestran como Jorge Mario Bergoglio sabe bien lo que dice.
ScaranoSe trata de dos situaciones diversas pero igualmente escandalosas. Una acaparó las primeras planas de la prensa internacional. La otra fue recuperada por los medios italianos, pero no captó tanto interés a nivel mundial (salvo en algunos círculos). Me refiero en primer lugar al arresto del “monseñor 500 euros”. Nuncio Scarano, clérigo de 61 años originario de Salerno, al sur de Italia. Hace apenas unos días atrás ocupaba un puesto de prestigio en El Vaticano como jefe del área de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).
Bastó sólo su detención para que se abriera la caja de Pandora. Una caja maldita, que sacó a la luz toda clase de delitos “de cuello blanco”. O, más bien, de “alzacuellos blanco”. Aunque en realidad el alzacuellos de Scarano era todo menos limpio.
Evidentemente su arresto provocó una crisis grave en las estructuras administrativas de la Santa Sede. No sólo en el APSA, también en el Instituto para las Obras de Religión, el IOR, conocido como el “banco del Vaticano” y base de apoyo de Scarano en sus operaciones peligrosas con dinero sucio. Hace apenas unos días el flamante director de ese organismo, Ernst von Freyberg, se había lanzado en una estrategia mediática de alto vuelo que incluyó entrevistas en diversos periódicos “elegidos”. El banquero alemán quería difundir tres ideas fuerza: “el IOR funciona correctamente”, “no existen problemas graves de operación” y “el único problema está en la forma de comunicar, por ello el Instituto necesita mejorar su reputación”.
El arresto de Scarano acabó de un plumazo con las buenas intenciones de von Freyberg y dejó expuestos a quienes parecen no darse cuenta que el problema va mucho más allá de algunas “manzanas podridas” y por eso el sistema que sostiene el IOR debe ser reformado a fondo.
El otro caso que refleja esa corriente de corrupción a la cual se ha referido el Papa involucra a un ex sacerdote romano que quiso vengarse de varios clérigos del vicariato de Roma y terminó detenido por calumnias. A continuación el relato que publicamos en el Vatican Insider.
Su historia parece de película. Un ex sacerdote se presenta ante los Carabinieri para denunciar una supuesta red de prostitución masculina con menores que involucraría a varios clérigos de la diócesis de Roma. A los uniformados les entrega fotografías, supuestas pruebas. Pero las fuerzas del orden sospechan del denunciante, indagan a fondo y descubren que sus dichos son pura fantasía, mezclada con una buena dosis de malicia. ¿Resultado? El acusador terminó tras las rejas.
Aunque resulte increíble, el relato es verdadero. Este viernes 28 de junio el Núcleo Investigativo de Roma de los Carabinieri arrestó a Patrizio Poggi, de 47 años, por considerarlo artífice de un plan calumnioso que buscaba enfangar a otros sacerdotes romanos.
El caso salió a la luz el 25 de junio cuando el canal de televisión italiano La7 difundió parte de la denuncia presentada por Poggi. Pero el reportaje estaba plagado de errores. Uno de ellos demasiado evidente. En una interpretación libre la periodista, autora de la nota, sostuvo que los descargos del ex sacerdote contaban con un tácito aval del Papa. Una afirmación priva de fundamento.
Para probar que Francisco supuestamente estaba detrás de un “intento de limpieza” en el vicariato de Roma, el reportaje destacó que el abogado del denunciante es Luca Lorusso, funcionario de la nunciatura apostólica en Italia. Como el actual nuncio es Adriano Bernardini, anterior delegado vaticano en Buenos Aires, varios medios dieron por hecho su cercanía íntima con el Papa.
Pero quienes conocen la Iglesia argentina saben que Bernardini y Bergoglio tuvieron, más bien, una relación problemática durante el paso del primero por Buenos Aires. Aún así, era tan fácil como ver la fecha de la denuncia para advertir que Francisco nada tenía que ver con este caso. El expuesto lleva fecha del 8 de marzo, cinco días antes de la elección papal. ¿Como podía el pontífice intervenir cuando ni siquiera había iniciado el Cónclave?
En su denuncia Poggi expresó sentir “el deber de tutelar la Santa Iglesia y la comunidad cristiana, estando en conocimiento de graves hechos que amenazan su integridad”. Pero los hechos lo contradicen.
Según la orden de aprensión emitida por el juez de Roma Aldo Morgigni, el ex sacerdote “concibió y puso en práctica un plan calumnioso, estableciendo circunstancias no verdaderas o basadas sólo en chismes, porque lo animaba el resentimiento por motivos personales contra algunos prelados”.
Él estaba convencido que “el resultado positivo de las investigaciones por él estimuladas podía incidir positivamente, también con iniciativas de extorsión, sobre su intento por el obtener del Vaticano la revocatoria de la sentencia de dimisión del estado clerical o una eventual revisión del proceso con el cual había sido condenado, en pasado, por actos sexuales con menores”.
Efectivamente, en 2007 Poggi fue excluido del sacerdocio tras un juicio eclesiástico. Ya había sido condenado por la justicia civil a cinco años de prisión por abusos a menores, los cuales pagó en el penal romano de Rebibbia. En su denuncia de marzo mintió. Entre otras cosas dijo haber sido suspendido “A divinis” en 2010 y que Benedicto XVI había decidido rehabilitarlo concediéndole un recurso “Restitutio integrum”. Ambas cosas falsas.
Por eso el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, hizo bien en expresar “profunda amargura” por la difusión de “noticias calumniosas” que “disparan al grupo en manera generalizada y sin distinguir entre quien erró, que debe pagar, y quien es calumniado”.
Una nota de prensa estableció que al inicio de su mandato el purpurado fue a visitar a Poggi a la cárcel y por eso no se explica su comportamiento. “¿Cómo puede ser que en aquella circunstancia y en los coloquios sucesivos en el vicariato, él no sintió la necesidad de denunciar al obispo a sus hermanos?”, se preguntó.
Lo que otros se preguntan en la Santa Sede es cómo un diplomático vaticano como Luca Lorusso haya podido prestarse a sufragar con su presencia una denuncia priva de cualquier fundamento objetivo.