El Papa Francisco tiene prisa

El Papa Francisco tiene prisa

 

El papa Francisco tiene prisa. Sus reformas se producen a un ritmo jamás visto en la Iglesia. La última decisión ha sido la de cambiar mediante un Motu Proprio –un documento que solo pueden emitir los papas– el reglamento jurídico del Estado Ciudad del Vaticano. Queda abolida la cadena perpetua, se introducen nuevas figuras criminales relativas a delitos contra la humanidad y, sobre todo, se agravan las penas para los casos relacionados con abusos de menores y blanqueo de capitales.

 

El espíritu de la reforma decidida por Jorge Mario Bergoglio es el de adecuar el ordenamiento jurídico del Vaticano a la legislación internacional. La Santa Sede se rige por el Código Zanardelli, que entró en vigor en Italia en 1889 y en el Vaticano en 1929, y que –como se pudo comprobar en el reciente juicio a Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI—presentaba importantes lagunas. Según el Papa, “es necesario que la comunidad internacional adopte instrumentos jurídicos adecuados que permitan prevenir y combatir la delincuencia, favoreciendo la cooperación judicial internacional en materia penal”.

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La reforma del papa Francisco supone, de facto, un espaldarazo a la lucha contra la pederastia en el interior de la Iglesia que ya inició Benedicto XVI. El Motu Proprio contempla los delitos de venta, inducción a la prostitución, actos sexuales con menores de edad o posesión de pornografía infantil. Estarán sujetos a las nuevas normas todos los funcionarios vaticanos y empleados de la Curia, además del nuncio apostólico, el personal diplomático de la Santa Sede y todos los empleados de organismos e instituciones relacionados con el gobierno de la Iglesia.

 

Además de la supresión de la cadena perpetua, que se sustituye por penas de 30 a 35 años de prisión, la reforma de Jorge Mario Bergoglio reserva un epígrafe para los delitos de genocidio y apartheid en consonancia con lo dispuesto en el Estatuto de la Corte Penal Internacional de 1998. “En nuestros tiempos”, explica el Papa, “el bien común está cada vez más amenazado por la delincuencia organizada y transnacional, el uso inapropiado del mercado y de la economía, además de por el terrorismo”