En Veracruz
Sones en desuso en
el fandango jarocho
Andrés Bernardo Moreno Nájera
Director de Casa de Cultura de San Andrés Tuxtla, Veracruz
El son jarocho es una expresión festiva ligada a la vida comunitaria del jarocho campesino, lo que le hace estar presente en sus ceremonias más sentidas y en el desenvolvimiento de su vida comunitaria. Esa es la razón de la existencia de un sinnúmero de sones propios para cada ocasión. Desafortunadamente, al irse perdiendo las circunstancias que le daban sentido, se han ido extinguiendo también viejos sones, sus formas de ejecutarse en la tarima y su canto.
Hoy el son jarocho se circunscribe a un número muy reducido de sones del viejo repertorio, la mayoría ha sido sustituida por nuevas creaciones, que son aceptadas con júbilo entre los soneros urbanos (entre los viejos campesinos hay resistencia), contribuyendo así a dejar en el olvido las viejas piezas. Con ello también se olvidan estilos, afinaciones, formas de instrumentación, versada, la memoria histórica, tradición oral, etcétera.
El son tradicional campesino es ejecutado con instrumentos de diversos tamaños y formas, guitarras de son y violines, con afinaciones diversas, pues el viejo campesino considera firmemente que cada instrumento tiene su propia voz, esto es, una particular sonoridad, razón por la que requiere una afinación acorde con su tamaño, con la encordadura y con la naturaleza de la madera, y en ese sentido las afinaciones más comunes son por cuatro, por dos, variación, chinalteco, bandola, media bandola y mayor obligado, entre otras. Mientras, el son jarocho urbano vive momentos de estandarización, tanto en la instrumentación como en la afinación, canto y baile. Se trata de dos espacios socioculturales distintos.
Existe una brecha amplia y profunda entre los jóvenes músicos urbanos y los viejos músicos campesinos y hasta hoy ninguna institución cultural ha podido reducirla, más bien han contribuido a abrirla más cada vez.
Hay sones que requieren cierta coordinación en su ejecución y en su baile, y por no darse esa coordinación por desconocimiento, dejan de tocarse en los fandangos. Estos viejos sones inician pausaditos y marcaditos; al canto del estribillo aumenta la velocidad de la música para permitir el zapateo fuerte de los bailadores, y terminando el estribillo se le dan dos o tres vueltas más, aumentando la velocidad de la música, y se para el son, para volver a iniciar pausado y para indicar la remuda en la tarima. Esto se hace sin dejar pasar el tiempo. Son los casos del Jarabe y El Fandanguito, que son sones de cuadrilla, así como El Borracho, La Bruja, El Sapo y Los Panaderos.
Otros sones dejaron de ejecutarse por la alteración del entorno sociocultural o la intromisión de nuevos patrones socioculturales producto del fenómeno migratorio.
El Huerfanito y El Trompito fueron sones que tuvieron presencia en el deceso de los niños. Era una obligación moral de los músicos de la comunidad estar presentes con la música cuando un niño moría, al cual se le tocaba toda la noche, con la idea de que si no se le tocaba su alma perdía el camino y venía a penar entre los hombres.
La Indita se escuchaba en las bodas. Era costumbre que en la mesa de banquetes se sentaran los recién casados acompañados de los embajadores, los padres y los padrinos, y hasta allí acudían los músicos y el versero para echar coplas de consejos en la lengua materna (náhuatlpípil) a los recién casados.
El Fandanguito se tocaba por encargo. Cuando alguna pareja de novios o esposos andaban disgustados se acudía al versero y se le exponía las razones y éste seleccionaba o componía lo que se cantaría esa noche en el fandango, especialmente en el son de El Fandanguito. Tanto las coplas como la décima estaban encaminadas a encontrar la reconciliación de la pareja en cuestión. Al echar la primera décima se le ponía el sombrero a la aludida en la cabeza para indicar que ese son tenía destinatario. Entre las coplas que se podían escuchar:
Dame una sola sonrisa
no me niegues tu mirar.
Si no me quieres hablar
escucha atenta, sin prisa
a quien te va a desenojar.
Después de cantar la copla y el respectivo estribillo saltaba la décima.
Es mi sana pretensión
de decirte aquí negrita
y que sepas desde ahorita
que estás en mi corazón
y con mi firme intención.
He de servirte veloz
yo te lo juro por Dios
no querer a otras mujeres
pero negra si me quieres
escucha mi triste voz.
Otros sones que corren la misma suerte de no ser escuchados en el fandango son El Sapo, El Valedor, El Capotín, El Torero, El Borracho, La María Cirila, Los Enanos, El Conejo, El Zopilote y Las Poblanas, entre otros.